Capítulo 2

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Encontrarse con Ryoga era realmente una casualidad.

Ranma lo tomó como una señal.

Claro que su encuentro pudo haber sido de una manera más tranquila y normal. Ya saben, verlo caminar por ahí como un tonto más. No esperaba ver a un pequeño cerdo negro corriendo de manera acelerada por la calle siendo perseguido por un grupo de niños que seguramente no pasaban de los 10 años.

Mocosos, para ser exactos.

Se hubiera divertido un poco al ver esa escena, pero cuando notó como esos niños lanzaban piedras con el fin de lastimarlo tuvo que interrumpir.

Esas piedras tenían puntas muy filosas, un golpe certero y Ryoga no estaría para contar la experiencia.

—¡Hey! —gritó con furia —¡Deténganse ahora mismo!

Se acercó con rapidez y cargó al cerdito mientras miraba con furia a los niños que se quedaron pasmados por la forma amenazante en la que ese extraño estaba parado en su frente.

—¿Qué les sucede? ¿Acaso se dan cuenta del daño que hacen?

Los niños simplemente se quedaron callados a la vez que bajaban la cabeza. Ellos pensaron que sería divertido hacer algo así.

Ranma se consideraba una persona tranquila, a veces.

—Lárguense de aquí antes que les haga lo mismo yo.

Creo que no hace falta decir que esos pequeños corrieron en diferentes direcciones asustados.

Qué día más extraño.

En fin, Saotome deseaba regresar a su casa, pero sabía que no podía dejar al idiota de P-Chan de nuevo en la calle.

La probabilidad de que terminara en Alaska eran muy grandes. Demasiadas.

La imagen mental hizo que riera un poco.

De todos modos, Ranma decidió completar su buena acción de ese día y ayudaría a que Ryoga vuelva a ser humano.

—Sé que no quisieras, pero vamos a ir a tu casa. —le dijo al cerdito —Prefiero dejarte en un lugar donde tengo la certeza de que no te vas a perder.

Hibiki simplemente gruño tratando de morder la mano que lo sostenía, aunque falló en el intento.

Ranma caminaba con rapidez por los caminos del vecindario. A veces el mundo se ponía en su contra poniéndole situaciones en las que terminaba mojándose con agua fría y quería evitarlo a toda costa.

Claro que las gotas de lluvia que empezaron a caer a toda rapidez es algo que sale de sus manos.

—Mierda, nubes tontas. —pensó con enojo, la ahora, chica pelirroja.

Después de unos minutos, llegó por fin a la casa de su querido "amigo".

Para Ryoga a sus 20 años, era espectacular tener una casa grande y de buen estilo. Claro que era de sus padres, pero ellos preferían viajar a diferentes lados por lo que se la dieron a él. Herencia adelantada si lo vemos de ese lado.

Era irónico, porque para viajar necesitas una buena orientación, cosa que él no tiene en absoluto. Aun así trata de buscar la manera de mejorar este aspecto suyo, después de todo, le gustaba viajar. Es su actividad favorita aunque pudo terminar muerto en la mayoría de ocasiones.

En fin, ya se encontraba en un lugar seguro.

Bueno, los dos.

El dúo conformado por la chica y el cerdito temblando del frío entraron un poco atontados por la lluvia.

Vorágine - Ranma y RyogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora