Capítulo 2. ¡Luz, cámara, miente!

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Es sabido que los funerales sirven como puntos de encuentros familiares.

Por alguna razón que Addison no entendía, en los funerales las personas de su familia se convertían en actores y actrices profesionales. A pesar de la falta de cercanía con el difunto, todos ellos desempeñaban el papel de personas afligidas, derramaban lágrimas, rezaban oraciones interminables y ofrecían sus más sinceras condolencias, incluso por aquellos parientes lejanos con los que apenas habían mantenido contacto en vida.

No importaba si se trataba de una tía segunda –a la cual había visto por última vez hacía veinte años en un cumpleaños de un primo y nunca más había vuelto a escuchar de ella–, o de la esposa del primo de su padre –del cual ni siquiera recordaba su nombre–, o la sobrina segunda de su madre –a quien solo conocía por fotografías–, todos estaban ahí.

No importaba si era o no una persona cercana. No importaba si el vínculo que tenían era fuerte o meramente sanguíneo. Viajaban largas distancias para llegar y estar ahí presentes, actuando. Vestidos de riguroso luto, con gesto compungido y lágrimas fingidas en los ojos, acercándose para expresar su pesar por la pérdida de su madre, a pesar de que la relación que mantenían con ella era prácticamente inexistente.

Suponía que Bizzy habría hecho eso muchas veces también, por supuesto. Ella siempre estaba presente en este tipo de acontecimientos. Era una muestra de respeto y educación.

O compromiso. Era evidente que el protocolo social y la formalidad fijada por la sociedad imperaban en estas circunstancias, independientemente de la autenticidad del sentimiento.

Como sea. Estaba normalizado. En los funerales se reunía toda la familia...

Pero... que apareciera su exmarido –después de haber pasado seis años divorciados y con el cual casi no tenía contacto porque vivía a 960 millas de distancia– ¿era normal también?

—Yo... no imaginé que vendrías, Derek —dijo Addison una vez que él entró. No podía disimular su cara de desconcierto.

—Lamento mucho tu pérdida, Addie. Me enteré esta mañana y tomé el primer vuelo que encontré —dijo dejando a un costado su maleta. Había venido directamente del aeropuerto.

Addison se quedó en silencio al escuchar esas últimas palabras. ¿Derek había tomado el primer vuelo que encontró solo por ella?

Ellos habían vivido varios funerales a lo largo de su matrimonio, por supuesto. Durante cinco años de noviazgo y once de matrimonio, hubo gente cercana que nació y gente que murió. Y así como ella estuvo presente en todos los nacimientos de sus sobrinos –literalmente hablando–, estuvo en los funerales.

El último funeral al que asistieron juntos fue en Maine, en agosto de 2003. La hermana mayor de Carolyn había fallecido y Addison viajó con él y toda su familia para despedirla. Aunque era algo anticipado debido a la avanzada enfermedad que padecía, la pérdida de Eleanor afectó profundamente a todos. A sus 65 años, era una mujer querida por sus sobrinos y su partida dejó un vacío difícil de llenar.

Addison había cancelado todos sus pacientes ese día y había corrido a abrazar a Derek en cuanto se enteró de la noticia. Estuvo abrazándolo durante todo el viaje, sin soltarle la mano en ningún momento. Recuerda que él la había mirado con amor, y le había agradecido por su presencia y apoyo incondicional. Habían sido el pilar el uno del otro desde siempre, y él encontró en ella la fuerza para sobrellevar las primeras semanas de duelo.

—Fue Amelia —dijo él, interrumpiendo sus pensamientos y obligándola a mirarlo a los ojos.

—¿Uh?

—Amelia me avisó, así es cómo me enteré de lo que sucedió... Lo siento mucho, no quería incomodarte con mi presencia.

—Está bien. Si quieres pasar a beber un trago, los demás están en el living.

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