Capítulo 8. Borrón y cuenta nueva

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Addison aún podía recordar aquel escalofrío profundo que recorrió su cuerpo cuando descubrió que Derek le había sido infiel.

Recordaba perfectamente aquella mañana en Seattle, donde el aire gélido daba la bienvenida al día y se entrelazaba suavemente con las incesantes gotas de lluvia, que empañaban los vidrios del tráiler en el que vivían.

La noche anterior, Derek no había regresado del baile de graduación con ella, porque había tenido que realizar una cirugía de emergencia en un paciente en estado crítico. Por lo que ese día, él no se había despertado a su lado.

Addison se había levantado de la cama con frío, y lo primero que había hecho fue buscar el saco de su marido para abrigarse. Recordaba que él había corrido al quirófano, dejando su traje desparramado en el sofá de su consultorio. Pero, antes de abandonar el hospital, ella lo había recogido y se lo había traído consigo al tráiler.

Recordaba que, mientras se colocaba el saco, no había podido evitar acariciar la tela e inhalar su perfume unas cuantas veces, porque le recordaba a él. Extrañaba el aroma característico y la calidez de su marido que solía abrazarla.

Durante la noche anterior ella se había sentido algo decepcionada. No era como si hubiera esperado que el baile de unos adolescentes en el hall del hospital fuera como un cuento de hadas, pero tenía ilusión.

Ella había odiado su propio baile de graduación. Bizzy la había obligado a usar un corset que apenas la dejaba respirar, tenía unos horribles aparatos ortopédicos en los dientes que la hacían cecear, y su pareja había sido Skippy Gold, un geek con una pasión desbordante por Star Wars, que no había ayudado a mejorar la situación. Durante la fiesta, él había monopolizado la conversación, hablando solamente de los personajes y las batallas de la galaxia Muy, muy lejana y ni siquiera la había invitado a bailar.

Así que la idea de volver a vivir ese momento, ahora con su esposo –y sin aparatos ortopédicos–, le había dado una pizca de esperanza.

Mientras escogía su vestido a último momento, había pensado en todo lo que podría haber llegado a pasar durante la gala: Derek apoyando su mano sobre su cintura, apegándola hacia su cuerpo con cariño mientras bailaban. Derek ofreciéndole un poco de su vaso de ponche –sin alcohol, porque estaba lleno de adolescentes, por supuesto. Derek cantando durante la fiesta aquella canción que hacía quince años no escuchaba y le recordaba a su juventud. La mirada de Derek firme sobre su figura, haciéndola sentir amada y deseada otra vez; su boca cerca de su oído, susurrándole lo hermosa que estaba vestida –y lo geniales que lucían sus dientes...

Pero nada de eso había pasado. A lo largo de la velada, sus miradas se habían cruzado esporádicamente, pero nunca habían encontrado aquel acercamiento que ella había anhelado. Apenas habían bailado, apenas se habían divertido. Derek apenas la había escuchado mientras hablaba, y la sonrisa que había esperado ver en la cara de su marido, se había tornado en una mueca de preocupación al enterarse del problema que estaba ocurriendo con los internos y Denny Duquette.

Una vez que las manos de Addison estuvieron dentro de los bolsillos del saco, sus dedos contactaron con una tela delicada y suave, que había hecho que el mundo a su alrededor se detuviera. La textura de aquella braga de encaje había sido un presagio que anunciaba aquello que ella había estado temiendo durante los últimos meses: el fin de su matrimonio. La confirmación de que Derek no la amaba más.

Ese día Addison había llorado hasta el cansancio. Las lágrimas habían caído de sus ojos sin control, desenfrenadas, como un torrente que había sido contenido por demasiado tiempo. Se había emborrachado en el bar de Joe, había intentado ahogar sus penas en alcohol. Había intentando atiborrarse con los cupcakes de Izzie, había tenido pensamientos destructivos de los cuales no estaba orgullosa.

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