Arthur entró a la habitación de su novia, pensando que ahí la podría encontrar, lo único que encontró fue el celular de su novia en la cama con el chat de Kaylee abierto.
Arthur no le dio importancia, pero vio un mensaje.
Solamente tienes tres semanas, Rebekah.
¿Tres semanas para que? Pensó Arthur.
La curiosidad le ganó. Sabía que estaba mal, pero necesitaba saber de que tres semanas hablaba.
Agarró el celular de Rebekah y empezó a leer la conversación
Estuvo leyendo por un momento hasta que se dio cuenta del contexto de la conversación. Rebekah se iría en tres semanas más a Estados Unidos.
—¿Amor? —Pregunto Rebekah al ver a Arthur parado frente a su cama.
Arthur se dio media vuelta mostrándole el celular.
Rebekah al ver la cara de su novio y el chat abierto de Kaylee comprendió todo.
Arthur ya sabía todo.
—¿Cuando pensabas decírmelo? —Pregunto Arthur.
—Aún no lo tenía planeado —Respondió Rebekah.
—¿Por eso me preguntabas que pasaría con nosotros cuando volvieras a Estados Unidos? —Rebekah asintió—. Me hubiese encantado enterarme por ti.
—No podía decírtelo.
—¿Por que no?
—Porque tenía miedo.
—¡¿Miedo a que?!
—¡Miedo a tu reacción! Miedo a que me dijeras que lo nuestro tenía que terminar —Los ojos de Rebekah se cristalizaron.
—Te dije que te seguiría hasta el fin del mundo, Rebekah.
Rebekah se quedó callada.
Arthur dejó el celular en la cama y salió de la habitación de su novia.
—Arthur —Rebekah le afirmó el brazo cuando pasó por su lado.
Arthur se soltó de ella intentando no lastimarla.
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Luego de una hora. La casa había quedado sola. Solamente estaba Arthur en su habitación y Rebekah en la suya.
Rebekah decidió ir a la habitación de su novio para hablar con el. No quería que Arthur siguiera enojado.
Rebekah golpeó la puerta de la habitación de Arthur, esperó unos segundos hasta que Arthur abrió la puerta.
—¿Necesitas algo? —Pregunto Arthur.
—Hablar contigo —Respondió Rebekah.
Arthur se hizo a un lado para que Rebekah pudiera pasar.
Rebekah se sentó en la cama de Arthur, segundos después Arthur se sentó a su lado.
—No era mi intención que te enterarás de esa forma —Empezó Rebekah—. La verdad es que tenía miedo, tengo miedo, de lo que sucederá con nosotros. No quiero que nuestra relación se acabe.
—Te lo vuelvo a repetir: te seguiré hasta el fin del mundo, Rebekah. Ni mis carreras, ni tus grabaciones y ni tus conciertos nos separarán. Seguiremos juntos —Hablo Arthur—. Pero por favor, dime tú las cosas.
—Te dire todo.
—Y lo siento por revisar tu celular. Es que la conversación se veía interesante.
Rebekah soltó una risa.
—No te preocupes. No me importa si lees las conversaciones pero no me gusta que toquen mi celular.
—No lo volveré hacer. Lo prometo.
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