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La clase de matemáticas avanzadas era por goleada la clase que más odiaba Selena. No por las mates, que también, pero había muchas cosas que ayudaban a que esa asignatura estuviera en su top 1 de asignaturas más odiadas como por ejemplo que no compartía la clase con ninguna de sus amigas o que la profesora no supiera explicar con claridad algo tan sencillo cómo lo que era una matriz.

—¿Habéis entendido?—la profesora le dio la espalda a la pizarra después de apuntar el último dato, las caras eran confusas pero, sin embargo, se dio por satisfecha.—Hemos terminado, recordad hacer la tarea. Nos vemos mañana.

Selena suspiró con pesadez, también con gratitud por poder marcharse de la clase, aunque no sabía si era mucho mejor lo que tocaba ahora, matricularse en literatura romántica no había sido la mejor de sus decisiones, pero quería aprender un poco sobre eso si quería hacer una buena carta de presentación para Princeton.

La rubia se levantó de la silla algo lenta, aunque la profesora había decidido terminar la clase ya aún quedaban algunos minutos para que tocara el timbre, así que no tenía mucha prisa por recoger. Levantó su mochila del suelo y poco a poco fue metiendo todo lo que había utilizado durante la clase, era gracioso ver cómo nadie tenía tantas cosas como ella, pero desde el curso anterior si aspiración por entrar en la universidad era tal que estudiar se convirtió en su único hobbie.

—Hey, Selena.—una mano se posó en la espalda de la chica que se giró extrañada, no compartía clase de matemáticas con nadie que conocía, pero sí con gente que la conocía a ella. —Soy Belly, ¿sabes quién soy verdad? La capitana del equipo de voleibol.—Selena soltó una pequeña risa al notar los nervios de la morena.

—Te recuerdo.—asintió.—Recuerdo tú prueba de admisión al equipo, brillante.—la halagó tratando de hacer que Belly dejara de jugar con sus manos con nervios.—He oído que os fue muy bien la temporada pasada, enhorabuena.

—Sí, habría ido mejor contigo, eras genial.—Selena apartó su mirada de Belly, algo incómoda.—Perdón, no quería... En realidad, sí, siempre te he admirado, pero no vengo a hablar de voley.

—Una lástima, ¿no quieres saber cómo intoxicar al equipo contrario para poder ganar los regionales?—bromeó causando la risa de Belly que parecía comenzar a relajarse.—No te rías.

—Fingiré que no he oído eso, ya decía yo que era difícil ganar unos.—Selena sonrió al ver como la chica, un año menor que ella, bromeaba también.

No la conocía mucho para todo lo que podría haberla conocido. Belly entró en el equipo de voley justo cuando ella decidió dejar de jugar de la manera que lo hacía, seguía participando en él para conseguir relevancia, ayudaba a preparar las fichas de las jugadoras y, de vez en cuando, ayudaba a la entrenadora con cosas que necesitaba. Antes era la capitana del equipo, y se sentía un poco mayor al ver como Belly era la nueva.

—Apuesto a que este año lo conseguiréis.—dijo dedicándole una dulce sonrisa.—¿En qué te puedo ayudar, Belly?

—Yo...—la morena se rasco la cabeza avergonzada.

—Tranquila, lo de la intoxicación es mentira, no te voy a hacer nada.—volvió a bromar, esta vez tocando brevemente el hombro de la menor.

—La verdad es que se me dan bastante mal las mates, estuve hablando con Ginny, me dijo que es amiga tuya y que a ti se te dan genial, sé que apenas acaba de empezar el curso, pero estoy demasiado pérdida y...

—Hey, hey, no hace falta que te justifiques.—la frenó.—Te ayudo sin problema, pero creo que deberías de hablar con la directora, hay un programa para tener tutores y es genial.

Hey, Steven| Steven Conklin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora