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—Así que te vas a pasar las navidades a Boston, si que eres listo.

—Bueno, no sé si es de listo ver como mi hermana se besuquea con Conrad durante la cena más importante del año.

Selena soltó una carcajada, si lo pintaba de esa forma no era tan guay, claro.

—Bueno, pero Boston tiene que ser muy bonito y debe de hacer mucho frío, igual incluso nieva, ¿no?

Steven sabía que Selena era una chica que era capaz de hacer todo sola, no la había oído pedir ayuda nunca, eso le preocupaba un poco. Pero, cuando hacía preguntas casi que evidentes, cuando sonreía esperando una respuesta o cuando se notaba la ilusión en su cara a Steven se le olvidaba todo eso, de repente sentía que la rubia era muy vulnerable, pero que trataba de ocultarlo todo el rato.

Selena no se daba cuenta de eso, no se daba cuenta que con Steven esa barrera desaparecía sin problemas y salía a la luz una parte que solía esconder.

—¿Te gusta la nieve?

—¡Me encanta la nieve!—exclamó ilusionada.—Mi sueño es hacer un muñeco de nieve.

—¿Nunca has visto nieve?

—No.—negó un poco apenada.—Pero igual cuando vaya a la universidad en la ciudad en la que esté nieve y todas mis frustraciones serán superadas.

—Bueno, seguro que vas a una ciudad donde nieve.—respondió Steven sin querer dar más explicaciones.

Odiaba eso.
Odiaba no poder hablar sinceramente con Selena sin que saliese el maldito tema de la universidad, el tema de su competición.
Aunque últimamente Steven no pensaba tanto en ello como una competición, sino en algo que le dolía, no porque ella consiguiera la plaza por delante de él, sino porque eligiesen a quien eligiesen, eso significa que iban a estar separados.

Y no eran nada, Steven se lo repetía cada vez que le veía caminando por el instituto y tenía ganas de ir a abrazarla, pero aún así le consumía por dentro la idea de separarse de ella ahora que la estaba conociendo.

—¿Y tú te quedas aquí por navidades?

—Sí, siempre nos quedamos aquí.

—¿Y tenéis alguna tradición familiar?

La rubia miro hacia arriba, pensando, entonces soltó una risa que hizo sonreír a Steven por unos segundos.

—Bueno, no sé si se puede considerar una tradición.

—No me digas que en vez de cenar veis películas de Marvel.—bromeó.

—Ojalá, pero no.—negó con la cabeza mientras caminaba.—Le preparamos comida especial a nuestro perro.

—¿A Coco?

—Pensaba que no te ibas a acordar de su nombre. Pero sí, a Coco. Cocinamos algo que pueda comer sin que le haga daño, claro.—le contó.—Y después no hacemos mucho más, suelo tirarme en la cama a dormir.

Selena no quería que Steven siguiese preguntando, no quería explicar cómo había surgido esa tradición porque significaba explicar muchas otras cosas, para su suerte, Steven cambió de tema.

—¿Te duermes el día de Navidad?

—Me duermo a todas horas, no solo el día de Navidad.—respondió risueña.—Creo que es mi cosa favorita del mundo, dormir.

—¿Te gusta más que el voley?

—No.—negó abriendo sus ojos como platos.—Pero como ya no juego a voley, pues...—se encogió de hombros.

—¿Te lesionaste?

—¿Qué?—cuestionó parándose en seco.

—¿Te lesionaste y por eso dejaste de jugar?—volvió a preguntar el moreno.—Le pasa a muchos deportistas.

—No a mí.—negó.—Fue una decisión propia, Steven.—aclaró.—Y ya te dije que no quiero hablar de eso.

Y, tras eso, la rubia entró al edificio al que habían venido juntos, Steven suspiró, se había enfadado, estaba claro.

Quizás no debería de haber preguntando, pero tenía demasiadas incógnitas sobre por qué la rubia ya no jugaba si tanto le gustaba, y ni siquiera Belly sabía lo que le había pasado, era como si el motivo fuese algo aterrador, pero la conocía, o eso pensaba, y sabía que era constante, buena y amable, así que por muchos motivos que se le pasaban por la cabeza ninguno encajaba.

Selena entró en el pabellón agitada, no le había hecho nada de gracia la pregunta de Steven. Había dejado claro que no quería hablar de eso y el chico no lo estaba respetando, era una mierda.

Se sentó en la primera fila que encontró libre, era el último entrenamiento antes de Navidad y bastantes estudiantes habían ido a verlo. Se sentó lo más alejada posible de todo el mundo y centró su mirada en el que solía ser su equipo.

Era horroroso saber que quizás nunca más iba a poder jugar porque por mucho que su cuerpo estuviese en forma su mente no lo estaba. Era horroroso saber que su mente era la que había causado todo, la que se había obsesionado, era horroroso sentir que era su culpa.

Recordaba exactamente el día que su madre se dió cuenta, el estómago revuelto y los ojos llenos de lágrimas.
Su madre empezó a hacerle tantas preguntas que desconectó, porque era afrontar la realidad, lo siguiente que escuchó fue que no podía seguir jugando, y eso fue tan horrible que incluso empeoró las cosas.

Ojalá se hubiese lesionado, ojalá se le hubiera roto la pierna, lo prefería antes que estar enferma, prefería eso antes de que su mente se volviese loca.

Unos segundos más tarde sintió el peso de alguien a su lado, era Steven.

—Lo siento.—fue lo único que dijo.

Selena ni siquiera contesto, solo pensó que lo que hubiera entre ellos debía de acabar, porque Steven estaba empezando a conocerla, estaba empezando a querer conocerla y eso significaba que también quería conocer la parte más horrible de ella, y ella no quería enseñársela, no quería que saliera corriendo, prefería echarlo ella.

—No pasa nada, Steven, no pasa nada.

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⏰ Última actualización: Sep 11 ⏰

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Hey, Steven| Steven Conklin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora