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Las luces colgadas por toda la ciudad, los cascabeles sonando, los villancicos de fondo y el olor a chocolate caliente indicaban la llegada de la Navidad.

Bueno, no solo eso, en el caso de Selena con solo verla podrías saber que faltaba poco para la llegada de Santa Claus, su jersey rojo con renos lo indicaba a lo lejos.

Era el día del mercadillo solidario y, como no, ella había decidido ayudar. No era por beneficio propio, ni siquiera le contaba algún punto para Princeton, pero quería ayudar a las chicas de voley.

Cada año se realizaba un mercadillo para ayudar a los diferentes equipos o asociaciones de la ciudad, y su equipo también participaba.

El primer año que se hizo lo hicieron con el propósito de que las tomasen enserio y les dejasen el suficiente tiempo para entrenar, recaudaron tanto dinero para el instituto que no les quedó otra que tratarlas como a otros equipos.

—¿Y si escondemos las galletas de tu madre para nosotras?—sugirió Belly mientras se llevaba una a la boca.

—Belly, necesitáis dinero para poder pagar los hoteles y todo eso por si pasáis de fases.—le recuerdo.—Pero tranquila, le diré a mi madre que te haga más.

La morena sonrió mientras seguía masticando.

Belly últimamente estaba muy feliz, aquel día en el que tanto ella como su hermano parecían haber sido arrollados por un camión no se ha vuelto a repetir. Pero eso no quería decir que Selena hubiese perdido la curiosidad por ello.

Al contrario, había tratado de entablar conversación a cada rato con Steven para causarle confianza, no tanto para que se lo contara, sino más bien para que supiese que tenía con quién hablar.

Aún así, Steven no parecía muy convencido, mientras que Selena había olvidado Princeton a él todavía le pasaba esa idea por la cabeza. No quería contarle todos sus miedos a Selena, no si luego iba a tener que competir con ella y fuese cual fuese el resultado resultaría en un distanciamiento de los dos. Steven solo podía pensar en eso.

Ya era Diciembre, eso significaba que quedaba poco para saber a qué universidad iría cada uno y quien se quedaría con la plaza, por mucho que quería quitárselo de cabeza no podía.

Cuando estaba con ella era distinto, solo se podía fijar en sus enormes ojos azules, en sus labios carnosos y en su risa cada vez que él decía una tontería. Pero en cuanto se iba a casa el remordimiento de estar forjando una amistad con su contrincante entraba en juego.

—Me han dicho que aquí venden las mejores galletas con pepitas de chocolate de la ciudad, ¿estoy en lo cierto?

La melena rubia se giró con rapidez nada más notar la melodiosa voz del hermano de su amiga.
En el momento que lo hizo Steven empezó a pensar que había llegado al paraíso.

Ver a Selena con un jersey navideño extremadamente adorable y con una pequeña coleta recogida hizo que su corazón empezase a latir con más fuerza. Y no le preguntéis que sintió cuando la rubia le sonrió, aún no encuentra palabras para describir lo que sentía cada vez que lo hacía.

—En realidad, ya no nos quedan.—se encogió de hombros.—Han venido los chicos del equipo de fútbol americano y han arrasado con ellas.

—Que pena, estaba dispuesto de hacer una gran donación.—continúo con la broma el chico mientras se acercaba más a ella.

Selena dió un paso hacia atrás al notar como Steven cada vez estaba más cerca y se puso las manos entrelazadas en su espalda, sabía que si las dejaba en su libre albedrío terminaría tocando al chico y no quería incomodarle. Steven no se veía como alguien que disfrutase del contacto físico, ella tampoco lo era siendo sincera, pero con él sus manos parecían estar encantadas para acabar, de alguna forma, tocando alguna parte de su cuerpo.

Hey, Steven| Steven Conklin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora