XVII

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EL día de la partida de JunMyeon llegó muy pronto. SeHun tendría que haber estado de guardia la noche antes, pero consiguió que un anestesista de la UCI cubriera su turno para poder pasar un poco de tiempo con JunMyeon.

A pesar de todo, JunMyeon lo llamó poco después de que llegara para decirle que estaba todavía en una reunión. Al final, solo pudieron pasar unas pocas horas juntos.

A la mañana siguiente, JunMyeon trató de quitarle la idea de que la llevara al aeropuerto.

—SeHun, no espero que hagas eso. —SeHun acababa de salir de la ducha y JunMyeon estaba terminando de hacer la maleta, pero giró la cabeza y negó con vehemencia—. Tienes que ir a trabajar. Además, ya he pedido un taxi.

—Cancélalo. —SeHun se puso una toalla alrededor de las caderas y se dirigió hacia el teléfono que había junto a la cama—. Llamaré ahora mismo. ¿Qué empresa era?

—El aeropuerto está lejísimos. Vas a llegar tarde. —replicó JunMyeon.

—Solo se tardan veinte minutos. —dijo SeHun. El aeropuerto de Daegu estaba situado en las afueras de la zona sureste de la ciudad, relativamente cerca de donde ellos vivían—. En la unidad saben que llegaré tarde. Ya se lo comenté a Ren ayer. ¿Qué empresa de taxis es?

—SeHun. —grito JunMyeon.

—JunMyeon. —SeHun hizo burla de su impaciente tono con una sonrisa—. No me importa. Realmente amo acompañarte.

—Pero a mí sí me importa. —protestó JunMyeon—. Soy perfectamente capaz de llegar yo solo al aeropuerto. Ya nos hemos dicho adiós del modo importante.

—Sí, claro, hemos hecho el amor. —dijo SeHun secamente. Pero, aunque trató de disimular, su comentario lo había incomodado, porque no era la primera vez que dejaba claro que el sexo era para JunMyeon mucho más importante que la interacción emocional—. Pero no nos hemos dicho adiós. Yo quiero poder despedirme. Conejito, de verdad que no me importa. Es solo un corto trayecto.

—Prefiero tomar un taxi. —comento JunMyeon con rapidez.

—¿Por qué?

—¿Por qué no? —SeHun vio un brillo desconcertante en su mirada—. Esto es totalmente trivial, no vale la pena discutir. Me apetece mucho llevarte. ¿Por qué eres tan cabezota?

—Eres tú el cabezota. —respondió JunMyeon secamente—. No te atrevas a llamarme cabezota. Solo hay una persona cabezota aquí y esa persona eres tú. Eres el ser más testarudo que he conocido jamás. Siempre presionas y presionas hasta que consigues que las cosas sean como tú quieres. Gracias por tu oferta, pero no, gracias. Me voy en un taxi y no hay más que hablar.

SeHun se quedó paralizado, confuso ante la vehemencia de su ataque. Pero, aunque sabía que lo más razonable sería dejar de luchar y permitirle que hiciera lo que quería, no era capaz de dejar las cosas así.

—JunMyeon, yo no quiero que nos despidamos así. —susurro en voz baja para calmarlo.

—No tienes otra elección. —JunMyeon echó las últimas cosas en la maleta con una agresividad que dejaba patente su enfado. Trató de cerrarla y SeHun se acercó para ayudarlo—. Déjame a mí. No estoy tan furioso como para no poder cerrar mi propia maleta.

SeHun retrocedió.

—Yo no he dicho...

—No hacía falta que dijeras nada. —protestó JunMyeon—. Está muy claro lo que piensas, lo tienes escrito en el rostro.

—Eso es injusto. —dijo SeHun—. Solo trataba de ayudar...

—No necesito tu ayuda SeHun. —JunMyeon cerró la maleta y la bajó de la cama. Agarró sus cosas y se dirigió hacia la puerta.

SeHun se quitó la toalla y se puso unos vaqueros y lo siguió escaleras abajo.

—JunMyeon, esto es absurdo. —dijo SeHun al ver que, sin dignarse a mirarlo, abría la puerta y comenzaba a sacar las cosas—. ¿Qué pasa?

—Todo está mal. —gritó JunMyeon—. Todo. —dejó sobre el suelo las maletas y las bolsas y se frotó los ojos con las manos. Volvió a recogerlas y SeHun pudo ver que tenía los ojos llenos de lágrimas—. Lo siento, SeHun. Desde hace semanas las cosas van mal. Estoy seguro de que te das cuenta. Llevo tiempo esperando a que esto sucediera.

—¿A qué te refieres? —preguntó SeHun con la voz ronca, dolido por su llanto. No era la primera vez que lo veía llorar. Muy a menudo un acontecimiento triste, o una noticia, o algún caso médico de los muchos que ambos encontraban en su trabajo lo hacía llorar. Pero nunca había llorado por una pelea o por SeHun—. ¿Te refieres a esta, pelea?

SeHun quiso tomarlo en sus brazos para reconfortarlo, pero JunMyeon estiró la mano impidiéndole que se aproximará.

—No tiene importancia. —dijo SeHun—. Nada de esto tiene importancia. Las parejas se pelean a menudo. Es normal. Entiendo que, viviendo aquí, puedas sentir que estás perdiendo parte de tu independencia. Pero necesitamos hablar de eso. Lo que importa es poder superar nuestros problemas, trabajar juntos para salir adelante.

—Pero es que yo no quiero superar nada. —dijo JunMyeon sin mirarlo, sacó un pañuelo de la mochila y se limpió los ojos y se sonó la nariz—. No necesito nada de esto, no necesito esta tensión en mi vida.

—¿Qué tensión? ¿Te produce tensión vivir conmigo? —cuestiono SeHun sintiendo como si lo hubiesen molido a golpes.

—SeHun, esto no está funcionando. —JunMyeon agitó el brazo, señalando tanto a la casa como a SeHun—. Yo ya sabía que no funcionaría. Me paso todo el tiempo esperando a que algo se estropee. No puedo seguir así. Me distrae y me impide centrarme en las cosas importantes, y cometo errores. Creo que, durante estas tres semanas, deberíamos plantearnos qué es lo que realmente queremos.

SeHun no necesitaba tres semanas. No necesitaba ni tres minutos.

—JunMyeon, yo sé exactamente qué quiero. —dijo SeHun—. Por favor, no te marches así.

—No tengo más remedio. —todavía tenían media hora para salir y llegar a tiempo al aeropuerto, pero JunMyeon no hacía sino mirar de un lado a otro como si esperara que el taxi apareciera—. Lo siento. Creo que es lo mejor.

—¿Lo mejor para quién? —pregunto SeHun con dolor.

El sonido de un motor que se aproximaba anunció el taxi que pronto apareció por la esquina.

Al acercarse, se dio cuenta de que el conductor no era la única persona en el vehículo. SeHun se inclinó y miró al hombre que había en el interior. Este se movió hacia un rincón, como para apartarse lo más posible de SeHun. Estaba claro que no tenía intención alguna de salir a saludar.

—JunMyeon...

JunMyeon no le dejó terminar.

—Adiós, SeHun. —su mirada fue tan superficial, que parecían dos desconocidos.

El conductor había salido a ayudar a JunMyeon con las maletas, lo que, SeHun notó, no le parecía atentara contra su independencia en modo alguno.

—Ya te haré saber cuándo voy a pasar por mis cosas. —agrego JunMyeon con un hilo de voz llorosa.

SeHun sintió como si acabara de darle una patada en el estómago. Lenta, muy lentamente, retrocedió.

—¿Te vas a mudar?

—Lo siento SeHun. —susurro JunMyeon, SeHun nunca lo había visto tan pálido, pero ya no había lágrimas en sus ojos, y su pequeña barbilla estaba firmemente alzada—. Ojalá las cosas pudieran ser de otro modo.

Cada palabra era como un arma arrojada contra su corazón. Miró al hombre que se sentaba silenciosamente en el taxi con desprecio.

—¿Es por él? —pregunto SeHun con rabia.

—¿Minho? —JunMyeon lo miró realmente sorprendido de que se le pudiera haber ocurrido una idea así—. No, claro que no. No hay nadie más. No es nada de eso.

Después, JunMyeon abrió la puerta y se sentó junto al hombre. Ya no quedaba más tiempo. El conductor había metido todas las cosas. Se dirigió a su asiento y arrancó el coche. El taxi se alejó sin que JunMyeon se dignara a mirar atrás. 

Don't Make me regret itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora