Capitulo 29

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Alisson

El teléfono suena otra vez, esta si me detengo a ver la pantalla, un numero desconocido, no debería contestar... pero podría ser alguien interesado en mis obras.

Hola.

— ¿Hola?

Disculpe señorita, pero creo que tiene una cita pendiente con su novio.

— ¿Quién habla? —pregunto desconcertada.

¡Soy Dylan! Futuro cuñado, deberías saber quién soy. — me rio, el debe saber que esto es solo un trato.

— Lo siento futuro cuñado.

¿Quieres que te saquemos de ahí?

— ¿Pueden?

Somos increíbles, podemos hacer lo que sea.

— Ni siquiera sé dónde estoy, solo sé que hay mucha ropa...

Si, y zapatos, bolsos, joyas...— esta vez es la voz de Jake la que se escucha. — y una chica de rizos sentada justo en el medio con cara de aburrimiento.

— Mi héroe. — ríe. — ¿Dónde estás?

— Aquí. — levanto la mirada y lo veo, está detrás de mí, con una sonrisa traviesa y sus ojos brillando. — ¿Me extrañaste?

— No sabes cuánto. — no miento, después de probarme seis vestidos tres faldas y no se cuantas blusas siento que no puedo ni caminar.

— ¡Bebé! ¿Qué haces aquí? — pregunta Tiffany acercándose a nosotros.

— Vine por mi chica.

"Mi" siempre me molestó de alguna manera que lo usarán conmigo y más cuando de un momento a otro se volvió mi apodo predilecto. "Mi Aly" así me decía mi papá, luego mi mamá luego toda mi familia y después se volvió casi mi nombre. Dios cuanto me molestaba que lo usará gente que apenas conocía o chicos de la escuela. Siempre respondía un: "Soy Alisson, y no soy tuya así que Aly está bien" luego dejé de hacerlo se volvió tedioso decirle a cada persona y terminé ignorándolo, pero jamás dejo de molestarme.

Claro hasta que este chico lo dijo y por un momento no se sintió mal pensar en que, si era su chica, aunque fueran puras fantasías.

— Pues llévatela. — sonríe un poco y le deja un beso en la mejilla. — pórtate bien.

— Se supone que eso lo diga yo.

— Sabes que no.

No decimos nada mas y salimos de la amplia tienda.

— Gracias por rescatarme. — me lanza una sonrisa y se pone frente a mi caminando de espalda.

— ¿Fue tan malo? — pregunta Dylan recostado en la puerta del establecimiento.

— No...

— Puedes decirnos, sabemos que son... muy...

— Están locas.

— ¡Dylan! — me rio, pero la verdad tiene razon.

— Son lindas... pero son algo, intensas.

— Buena forma de decirlo.

— ¿Te molesto Tiffany?

— No, se porto muy bien, solo que después empezaron a usarme de maniquí.

— No me extraña.

— ¿Quieres ir a comer algo, Aly? — lo miro con los ojos muy muy abiertos y frunzo el ceño.

— ¿De que hablas cariño? Me llamo Rose, Jacob ¿Quién es Aly? — intento que mi "escena de celos" sea creíble, al menos un poco. Pero ambos empiezan a reír descontroladamente ¿Qué les pasa? Jake suspira y pone una mano en el hombro de su amigo.

— Él lo sabe.

— Aahh. — le doy un manotazo en el brazo. — debiste decirme. Casi me da un maldito infarto.

— Pero sigues viva.

— Por poco.

Seguimos caminando un rato largo por una de esas calles idílicas que aparecen en las postales de Italia, tengo el brazo enredado en el de Jake y Dylan nos hace reír cada dos minutos con sus ingeniosos comentarios.

— Bueno tortolitos, lamento decirles que tengo un compromiso.

— ¿Qué compromiso? — pregunta Jake bastante extrañado.

— Una cita, pero tranquilo amigo, luego te llevo a cenar.

— Muy gracioso, ¿con quién?

— Descargue una app de citas, deséame suerte. Adiós nena. — sigue caminando mirando el teléfono dejándonos solos.

— ¿Nena?

— Dijo que no sabia como decirte y que probablemente se confundiría y arruinara nuestro plan... asi que ahora te puso "Nena" asi no se puede confundir.

— Ahg, eligió mi favorito. — le contesto con ironía.

— ¿No te gusta?

— Nop, mi abuelo tenía una guacamaya que se llamaba Nena — aprieta los labios intentando no reírse de la razon por la que odio el apodo —¡Me mordió! — le muestro la vaga cicatriz que hay en la palma de mi mano, ya apenas se ve el fantasma de lo que fue hace años. — Solo tenía seis años. Asi que desde ese día odio a los pájaros de más de cinco centímetros y el nombre nena.

— Dios...— suspira soltando una carcajada suave. — ¿Entonces que apodo te gusta?

— Mmm, Aly supongo... creo que no tengo un apodo.

— Eso me gusta.

— ¿Por qué?

— Porque voy a ser el primero. — afirma muy orgulloso.

— Ah, ¿sí?

— Si.

— Pues tendrás que pensarlo muy, muy bien. Soy bastante exigente y tendrá que gustarme mucho para que deje que lo uses.

— Ricitos.

Ricitos... ¿Por qué sonó tan perfecto? Tal vez por la persona que lo dijo. ¿Por qué me gusto tanto? Porque es perfecto.

— ¿Qué, no te gusta?

— Me encanta. — confieso y él sonríe de lado y toma mi mano con delicadeza, tanta que parece que me pide permiso para tomarla, al ver que no me muevo ni un centímetro entrelaza nuestros dedos y volvemos a caminar en silencio...

Diez Días En Verona ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora