Capítulo 18.

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Bill.

—¡Zoe! ¡Estoy ahogándome aquí! —exclamé simulando respirar con dificultad.— Necesito respiración boca a boca, eres mi única salvación. —Zoe aún estaba en plan de "no besos para ti", por lo que decidí tomar medidas extremas, como subirme a un ascensor y fingir estar teniendo un ataque de pánico por mi claustrofobia.

—A mi no me engañas, Bill. —murmuró desinteresada mirando la pantalla de su celular. Maldita vida.

—Me voy a morir. —hago un puchero con mis labios.

—Pues, muérete. —perfiló una pequeña sonrisa. Suspire fuertemente ante mi intento frustrado. Saque el celular del bolsillo de mi pantalón y cuidando que no se me descubriera, la fotografié.

"Por que me haces estoooooo:("

Adjunte junto con una descripción y solo me basto segundos para escuchar a Zoe gritar. Evite reír ante su reacción.

—¡Me has subido a instagram!

—Es para que se enteren que le rompes el corazón al pobre Bill Kaulitz. —mire el número de piso que me encontraba. Número doce, sólo tres más. 

—Primero que nada de pobre no tienes nada —enumeró con sus dedos.—. Y por último, te mataré, Bill. —sólo dos pisos.

—Eso lo sé. —uno.

—Será mejor que corras maldito engendro del demonio. —exclamó y las puertas –para mi beneficencia– se abrieron y así salir corriendo antes de que Zoe me atrapara.

Abrí la puerta de la habitación deprisa y entre directamente al baño para ocultarme en este, cerrando la puerta con pestillo. En segundos oí las pisadas de Zoe seguirme detrás, por lo que no me sorprendió cuando me hablo desde el otro lado de la puerta.

—Abre la puerta, Bill, no te haré nada, sólo te daré un cariño muy fuerte.

—No abriré. —respondí tajante.

—Bill, cariño, no pasará nada, será rápido. —pronunció desde el otro lado de la madera, con un tono maléfico escalofriante, de esos que salen en las películas de terror antes que maten a la persona.

—Zoe, ¿no crees que esas clases de preposiciones se hacen más tarde? —me burle buscándole el segundo sentido a su frase, tratando de persuadir el tema.

—Sabes a lo que me refiero.

—Nop, no lo sé. —volví a molestarla. Sin verla, podía saber que se encontraba de brazos cruzados.

—Me refiero a una muerte rápida y dolorosa. —no replique está vez, pero en cambio espere unos minutos hasta no escuchar ni el más mínimo sonido. Entreabrí la puerta con sigilo y salí del baño aliviado de que Zoe no estuviera allí.

—¡Hasta que te atreves a salir, gallina! —la tranquilidad había durado muy poco. 

Se lanzó a mi espalda y comenzó a golpearme. Sus ataques eran pequeñas punzadas a decir verdad, pero no se lo diría por el simple hecho de hacerla feliz creyendo que me dolía. Cuando creo que ya es suficiente de sus "golpes", la lanzó contra el colchón de la cama sin ninguna dificultad y me proporciono sobre su cuerpo cuidando no aplastarla.

—¿Sabes que es lo mejor de las peleas? —pregunte con una sonrisa en mi rostro, acariciando su cuello de arriba hacia abajo con mis dedos.

—Las reconciliaciones, ya lo sé. —rodeo sus ojos azules con exasperación.— ¿Crees que no me se esa frase cliché? La he visto en miles de libros.

Pumba | bill kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora