Capítulo 13

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Toda duda fue carcomida en ese mismo instante. Las hábiles manos del alfa sostuvieron con delicadeza el frágil cuerpo de su ángel, quien a cada segundo, siguiendo el vaivén de esos finos mentirosos labios, se estaba intoxicado. Estaba degustando del pecado.

Las pequeñas manos del omega tomaron las muñecas del alfa que aprisionaba su carne con vehemencia, le mostraba los respetos, como si de una deidad se tratase. Mikael sabía a libertad y a peligro.

Olive tembló cuando la lengua del alfa, delineó dulcemente sus labios cual banquete dado a un fallecido de inanición. La culpa regresó el brillo de sus ojos que temieron abrirse, porque esas esmeraldas le hicieron sentirse bien, pese a cometer un error.

— Esto no... No — la batalla interna era feroz, la tentación de los labios húmedos, inflamados y entreabiertos le estaban robando la racionalidad. Olive jamás había probado a otro alfa. Paxton fue el primero que conoció y con quien se quedó.

— Aunque tú te arrepientas. Yo no lo haré, me hiciste probar el cielo, pequeño ángel — acarició los mofletes del avergonzado omega, perdiendo la silenciosa batalla entre sus orbes — No me regreses al infierno —

— No puedo — jaló de la prenda del alfa, era el único aporte que encontraba en esos instantes donde el diablo susurraba en su oído para que de nuevo comiese del fruto prohibido — Mi familia, arruinaré a mi familia —

Las manos de Mikael se posaron sobre las de Oli, calmó en un instante el titileo de su pobre pulso. Besó la comisura de los pomposos y enrojecidos labios del de aroma a miel, y dispuso una de sus palmas sobre su pecho. Olive se maravilló por las reacciones que provocaba en su cuerpo. Su corazón bombeaba con tanta rudeza, que sintió los latidos de vida reclamando a ese alfa.

— Mi hija, ella merece crecer al lado de su padre — musitó débilmente con la esperanza de convencerse de que avanzar, quedarse de nuevo del otro lado de la línea, era lo correcto.

— Olive... — un susurró ronco de la voz de Mikael, sacudió el alma del omega sobre su regazo.

Los espasmos se los tuvo que tragar, porque no podía dejar que escuchase de él, algún pasivo sonido proveniente del deseo de unirse con su cuerpo.

— No, no... No le haré esto a Paxton, a mi hija, a...— Se vio callado por los labios que tanto quería probar, se dejó seducir de nuevo por los gratos momentos con los que el otro aplastaba su carne. Sus manos se deshicieron de las de Mikael, para volver a enredarse sobre su cuello.

Su cabeza se movió un poco, sus labios dieron el paso a la lengua que se hundió en su boca, para arrebatar cada pizca de decencia. Se sintió deseado. Las grandes manos de su ahora amante, delineaban sus muslos con propiedad, le abrían, le acariciaban y le añoraban.

— Pero nos lo haces a nosotros dos — Mika habló, apenas a escasos centímetros de los labios jugosamente devorados por los suyos — ¿En verdad crees que podemos escapar del destino? ¿Podrás volver como si nada con tu esposo, luego de haberme besado en está casa? —

Aquella boca sin respuesta, recibió el picoteo de los contrarios, golpes gustosos, mojados y adictivos que le animaron a volver a envolverse en otro delicioso contacto. Sus lenguas se unieron, dentro y fuera de sus bocas, las intenciones de pronunciar palabras se perdían, cuando el deseo ardía incandescente.

El lubricante mojó su entrada que se preparaba para recibir la hombría creciendo bajo sus nalgas. Era como estar en el desierto, muriendo en medio de la nada... Y encontrar un Oasis, su pequeño paraíso.

— Volverás con tu esposo, me echarás de tu vida, pretenderás felicidad... Le darás a tu hija una casa de juguete — prosiguió el alfa, sus dedos se habían enterrado en la cintura del omega, al que restregaba sin soltura, aumentando las fricciones entre sus sexos. Los jadeos empezaron a desprenderse del omega, quien se retorcía por los estímulos sobre su cuerpo.

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