Epílogo

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— ¡Quiero ser como papá cuando sea grande! — la entonación infantil, despojada de dudas y llena de inocencia, habría hecho suspirar al omega, quien tranquilamente horneaba un pastel para el postre de la cena de aquella noche.

— ¿Cómo papá? — Cuestionó Olive con una sonrisa un tanto fingida, un par de ojos miel y otros verdes se posaron sobre él, con curiosidad de la respuesta de su madre — Pues... — se rascó la mejilla con nerviosismo por no saber dar una contestación adecuada a la ilusión de su primogénita.

Apenas hace tres meses había cumplido cuatro años, supuso que era lo más normal del mundo tener aspiraciones de su futuro, en especial porque admiraba al alfa como a nadie más.

Mikael era su maldito héroe, así que por ello, aunque fingió un poco, no le tomó por sorpresa que su hija quisiera seguir los pasos de su destinado.

— ¿Mamá? — Sebastián, su segundo hijo, ladeó su cabeza esperando con las manitos abiertas por su afamado biberón, mientras descansaba en su sillita para comer.

— ¡Oh!, ¡Ah, sí! — se rió torpemente por haberse distraído, secó sus manos en el delantal que portaba y terminó de preparar la leche de su pequeño — Lo siento, Seb... me descuide — balanceó la leche de polvo junto a la medida idónea de agua purificada antes de dársela a su hambriento bebé, una réplica exacta de Mikael, era como ver una fotografía del pasado del alfa.

Olive plantó un dulce beso sobre la mejilla regordeta, blanca con tintes rosados de su hijo y volvió su atención a su hija, quien había pasado a colorear un árbol demasiado abstracto, pero perfecto para completar su trabajo del jardín de niños.

— ¿Crees que papá me de la compañía? — Sabrina cuestionó a su madre, en tanto mecía sus pies al no alcanzar el suelo desde el taburete de la isla de la cocina, la idea de poder ser igual que su modelo a seguir, era emocionante, por ello se atrevió a contarle en secreto a Olive sobre sus intenciones de tomar "la gerencia" del negocio familiar.

— Hija, siquiera y sabes que es una compañía — el omega intentó no reírse, aunque se le quedó la gracia guardada en alguno de los cajones donde dejaba sus utensilios para hornear — Aún puedes ser cantante, modelo, doctora, astronauta — empezó a enumerar trabajos con los dedos de su mano, esperaba que realmente fuese una idea pasajera, porque no dudaba ni por un segundo, en que Mikael no tendría ningún problema con cederle su puesto cuando fuese su tiempo de jubilarse; sí es que llegaba.

Sabrina negó de inmediato frunciendo el ceño por los desvaríos de su madre, ella no miraba tanto mal en obtener el trabajo del alfa — No, yo quiero ser como papá... Papá es genial, quiero ser genial —

— ¡Enial! — Sebastián intentó copiar la palabra de su hermana, pero quedó en ello, solo un intento dulce que hizo a Olive sonreír.

— ¿Qué es genial? — Una nueva voz se unió a la conversación del trío en la cocina, con su sonrisa cariñosa pintada en sus labios, el aroma mucho más embriagador animando las ganas de salir a dar una vuelta y las gigantescas intenciones de repartir besos y abrazos, el alfa llegó primero al omega.

— ¡Papá! — Chilló emocionada Sabrina al elevar su dibujo familiar para que el contrario la elogiara y le comprase un regalo por portarse bien.

— ¡Papá! — Simultáneamente Seb dejó tirado su biberón al alzar los brazos, esperando que su padre le cargase de una vez. Quería repetir ese juego secreto de ser elevado hasta lo más alto.

Pegando su cuerpo a la espalda de su esposo, Mika llenó de besos la mejilla del omega, sabía por su aroma que estaba molesto, así que optó por hacerle un par de cosquillas para ponerle de buen humor.

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