Capítulo 15

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"El cuerpo del topo cayó por el muelle. La entrega no fue efectiva, aunque el cadáver no fue recuperado por ninguno de los dos; nosotros o los de narcotráfico".

 La entrega no fue efectiva, aunque el cadáver no fue recuperado por ninguno de los dos; nosotros o los de narcotráfico"

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Su esposo llegaría tarde, de nuevo. Los días anteriores se había instalado permanentemente en el trabajo. No podía preguntarle, porque sabía, la ignorancia era mucho más importante. Por mucho que la lengua quisiera desenredarse para atrever a cuestionarle, Paxton jamás le diría información sensible sobre su trabajo.

Un beso delicadamente entregado sobre su cuello, le hizo suspirar, regresando su atención al hombre enredado entre sus sábanas. Mikael se había hecho su adicción, era la rutina que necesitaba para mantenerse cuerdo en su día a día. Sabía lo mal que estaba actuando, sería señalado como escoria por los demás omegas, al fallarle a la sagrada unión con su alfa. Le juzgarían, la lluvia de piedras mancillara su cuerpo, solo si las almas puras las lanzaban contra él.

— ¿En qué piensas, ángel? — Mika le cuestionó al extender el camino de besos sobre la tersa piel del risueño omega, provocando que sus labios sintiesen el cosquilleo del movimiento.

— En ti, en Paxton, en mi bebé y en mí — frenó los toques de esos suaves labios al tomar su rostro entre sus manos — Falta poco para que mi hija nazca... Estoy asustado, por mi maternidad, por cómo lo tomará Paxton, por nuestra relación — expresó las letanías enterradas en su dolido corazón.

— Tendrás a tu bebé, esperaremos a tu recuperación, te marcaré y cuidaré de los dos, lo prometo — relató dejando cortos besos en las palmas de las manos del omega, necesitaba calmarle — Confía en mí —

Mikael lo hacía sonar tan sencillo, cuando él sabía que Paxton no iba a dejarles marcharse, así como sí nada, pero él tampoco estaba dispuesto a dejar a su bebé, era su madre, le llevaba en su vientre, su retoño era un regalo que no iba a despreciar.

— Pero y... ¿Y sí Paxton — Oli fue acallado por el dulce besito sobre su boca, las lágrimas se le habían amontonado en los ojos por las dudas que poco a poco se hacían mucho más realistas, considerando que el día de la cesárea se acercaba. Las horas se volvían menos percibidas, cada suspirar mataba los minutos, Olive lo acreditaba a la felicidad de su alma al sentir el cuerpo de su otra mitad.

— Nadie, escúchame bien, mi amor — el control había cambiado, las grandes manos de Mikael cubrían las esponjosas mejillas del omega — Nadie nos puede separar, el destino nos ha unido — pegó su frente con la del más bajito, el suspiro empapado por un sollozo le partió el corazón — No me importa lo que deba hacer, eres mío, solo mío —

— Lo soy — murmuró al encontrarse con la boca del alfa, siguió el demandante vaivén con el que era consumido, se dejó recostar de nuevo para profesar amor con el cuerpo, manchando el enlace con sus malas decisiones, se condenó al amor que el destino impuso sobre sus latidos.

Desconocido para ambos amantes, que el hombre dueño de aquella casa, había pasado dos tensos días, tras el desastre resultado en la última operación. Estuvo tan cerca de alcanzar la gloria, de obtener la información que tanta impotencia le causaba, por no poder ponerle rostro al malnacido operando en los bajos mundos, infectando las almas buenas con su toxicidad.

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