Capítulo 11

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Paso a paso, las desoladas calles brillaban bajo el farol de una luz artificial. El frío era aterradoramente perceptible, el humo inundaba nuevamente su sistema y, las ganas de tomar un baño, prendado de esencias derramadas en la cálida agua de su bañera, le seducía.

Había destruido la vida de familias, arrancó el alma a personas inocentes e impuras por igual. Mancilló inocentes y mató enemigos, todo por él. Sabía que usar a Olive solo era una excusa, porque no había nada más pecador que sus deseos.

— ¿Nunca pensaste en dejar al pájaro ser libre? —

La pregunta de reproche de Wil le hizo removerse entre los asientos de cuero de aquel costoso auto. Llenó de peste el ambiente del interior, sabía que su acompañante odiaba el aroma y ello le importó poco al prender el cigarrillo, que receloso acariciaba sus labios.

— Wil, qué preguntas más tontas haces — Mika se estiró entre los asientos para acostarse de lado, aunque por su tamaño, se rindió de encontrar una posición cómoda — Somos demonios, los demonios no empatizamos... Oli es mío, jamás pensé en su seguridad, solo me dejé llevar por mis deseos — Mikael acabó sentado erguido en su lugar, incapaz de hallar calma. Un mechón de su cabello cayó sobre sus ojos, pegó con sus pestañas, ocultando parte de su rostro. La melancolía del diablo no fue indiferente para el contrario.

— Te va a odiar, ¿lo sabes? — Su atención seguía en el asfalto, apenas mojado por una brisa débil, que se aterró de caer y manchar el suelo. Muy diferente a ellos, que plasmaron el carmín sin asco — Cuando sepa quien eres —

Mikael se removió de nuevo, el rechinido y el peso que inclinó el asiento del conductor, llegó junto al saludo del aliento del alfa de mayor rango en su oído.

— ¿Crees que he llevado toda está vida de persona normal por gusto? — su tono de voz se había prendado de una conocida sensualidad para el alfa experto en armamento — Me he metido lentamente en su cabeza, como un susurro... he acariciado su alma, porque aunque me odie —

Wil apretó el volante, su rigidez declaró su incomodidad por la cercanía del alfa que en más de una ocasión logró dominarlo, no solo en el ámbito laboral.

— Oli y yo estamos atados. El destino es un hijo de puta. Condenar por el resto de la eternidad a un alma pura e inocente... a mí — Sus manos donde solo existía tierra muerta, una flor había brotado, deleitándole con el regalo de la vida.

— Mis condolencias por Oli —

El silencio se mantuvo, Mikael había perdido interés por la conversación. Se sentó erguido nuevamente, bajó la ventana a su lado y se recostó para admirar el paisaje, mientras el viento pegaba en su rostro.

— Pasemos por algún autoservicio, muero de hambre — ordenó sutilmente a Wil. Se le escapó un bostezo, su cansancio era palpable.

Tras un leve "sí" desprendido de sus labios, Wil empezó a golpear con un dedo el volante, la duda estaba en la punta de su lengua, pero no quería arruinar el ambiente tranquilo. Fitz estaba de buen humor, no quería ganarse alguna reprimenda por inmiscuirse demasiado.

— ¡Pregunta de una vez, me pones los nervios de punta! — Renegó el alfa al golpear con una mano el asiento del conductor.

— ¿Qué hay del bebé? — Ni siquiera lo pensó, su curiosidad pudo más que la razón.

— Ah — su lengua hizo un sonido al golpear con la pared superior de su boca, sus orbes se ensombrecieron ante las ideas en su mente — Me es muy indiferente... Olive ama a su bebé, así que lo cuidaré. Ya tengo suficientes motivos para que me odie, como para aumentar la lista —

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