Capítulo 2

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— Oh — el más bajito guardó con recelo su boca entre la palma de su mano, sus propios dedos le hicieron cosquillas en la barbilla — Lamento estar suponiendo al decir tres. ¿Tiene esposa e hijos? —

— No, no — respondió con esa rebosante dicha que Olive no pudo comprender. ¿Un alfa soltero y bien parecido mudándose a los aburridos suburbios? Ahora temía por su tranquilidad, la idea de jovenzuelos rondando las calles sobre alguna fiesta que su vecino organizara, desdibujó la sonrisa en sus labios.

— ¿No? — se sintió incómodo, no quería ser prejuicioso con el pobre hombre frente a él — ¿Entonces por qué mudarse a un lugar tan aburrido? —

— Me gusta la tranquilidad — contestó tanteando el peso de la bandejita en sus manos, su pequeño ángel era tan bondadoso al prepararle semejante manjar sin atisbo de malas intenciones, solo el gusto del mutuo entendimiento — ¿Quieres pasar a comer conmigo? Soy un aburrido alfa solitario, no podría comerlo todo, estoy seguro que ustedes dos podrían ayudarme — sabía el punto débil de los omegas amorosos, sus cachorros. Hablar sobre dos le daría alivio al otro.

Funcionó. Olive no sentía peligro o necesidad de mantener la guardia en alto, simplemente era un agradable alfa, en realidad, la brillante sonrisa en donde se reflejaba esa perfecta dentadura, le relajaba.

— Claro, gracias por invitarnos —

— Mamá hizo el postre, es justo que el bebé lo pruebe también, seguro te dieron antojos al hacerlo — Mikael apartó su cuerpo al moverse hacia el lateral, la puerta chirrió al chocar contra ella, al darle pase al omega a su vivienda, quien entró descuidadamente sin saber que se adentraba a la casa del lobo.

... Aunque el lobo no se lo comería, aún.

— Lamento que todo esté hecho un desastre — dijo avergonzado al hacerse camino al lado del azabache que le seguía, cuidando sus pasos entre las cajas y basura desperdigadas en el camino, le daba dolor de cabeza el imaginar lo difícil de acomodarse completamente solo.

— Puedo ayudarte — sus palabras salieron junto al pensamiento, de nuevo estaba su cruel impulso de brindar una mano amiga a quien lo necesitaba. Empático miraba hacia el pasado, agradeciendo que él tuvo a su marido cuando se fue de casa.

— ¿De verdad? Creo que es mucho esfuerzo, Olive. No deberías — por mucho que le encantase tener a su precioso tesoro en la fortaleza de su vivienda, no quería darle mucho trabajo, menos considerando su embarazo.

— No estoy minusválido — rodó los ojos con un tono de fastidio que hizo reír al alfa de forma casi silenciosa, escondiendo en su garganta los soniditos de diversión — No digo que moveré muebles, solo... ordenar este desastre, parece que un tornado pasó por aquí — hizo un par de movimientos con su mano, tan sumido en sus palabras que no midió sus pasos, tambaleó al pisar una de las cajas.

Se llenó de miedo al sentir su cuerpo caer, sin embargo, el golpe nunca llegó, gracias a una mano en su cadera, los largos dedos se hundieron, el colosal cuerpo cálido del otro se pegó al suyo con posesión, el aliento del alfa movió un par de mechones y acarició su oreja.

— Cuidado — susurró ronco sobre el contrario, estaba ocupado aspirando furioso el aroma a miel que desprendía naturalmente la divinidad a su costado, la coquetería se rebosaba de su lado, sostuvo con determinación al pequeño aferrado a él, por su temor de caer.

— Gracias, lamento ser descuidado — dijo al reír levemente intentando recobrar la compostura perdida por su torpeza. El corazón le pulsó contra la garganta y poco a poco se recompuso sumido en el olor a bosque, que en oleadas se entrometía en sus fosas nasales.

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