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Algo estaba mal. Una vez más. Lo supe antes de pasar por la puerta.
El trabajo se multiplicó en la tarde. No tuve tiempo para preocuparme, o tener pensamientos amargados y retorcidos. Sin duda, algo bueno. Ahora, tenía diez tipos de cansancio diferentes. Dos horas de sueño y de estresarme por el dinero me tenían cansado. El viento gélido y frío cuando salí del trabajo congeló mi
cuello y la punta de mi nariz. Cualquier encantador plan con chocolate y alcohol, voló directamente por la ventana. Quería un baño e ir a dormir. Ese era todo mi plan para la noche y era hermoso.
Aturdido, deslicé mi llave en la cerradura, al mismo tiempo que la puerta se abrió, ni siquiera estaba cerrado el pestillo. Mi equilibro se fue a la mierda, y caí, justo de cara en medio de un duro, sudoroso y caliente, pecho.

Exhalé.

Él gruñó.

Unas manos fuertes me agarraron por la cintura, manteniéndome estable.

Algo bueno, realmente necesitaba una mano en ese momento o mi culo podría haberse encontrado con el piso. Tal vez entré en el apartamento equivocado. Mi
mente se encontraba en otro lugar, a mundos de distancia de la realidad. Otro apartamento ciertamente explicaría el delicioso cuerpo caliente contra el que me encontraba apoyado.

¿Desde cuándo el sudor olía tan bien?

Todo lo que pude hacer fue no frotar mi rostro e inhalar profundamente.

Una olfateada o dos no sería ir muy lejos. Discretamente hechas, por supuesto.

—Build, amigo. —El pecho vibró debajo de mi mejilla—. ¡Bienvenido a casa! Conocía esa voz. La conocía. Pero, ¿qué diablos hacía en mi apartamento?
Aturdido, parpadeé hacia un bello rostro familiar.

—¿Bible?

—Por supuesto que soy yo. —Rió—. ¿Te drogas o algo así? No debes
consumir drogas. No son buenas para ti.
—No me drogo. —Aunque las drogas podrían haber explicado lo que estaba viendo. Porque lo que veía era surrealista—. Estás aquí.
Sin duda. Definitivamente lo estaba. Lo sabía porque mis manos todavía se hallaban en todo su cuerpo caliente, medio desnudo. Mis hormonas desviaron cualquier idea sobre alejarlas. No podía culparlas.
—Lo sé —dijo—. ¿No es genial?
—Sí. Guau.
Asintió.

Me quedé mirándolo. ¿Cómo diablos entró? La puerta se encontraba cerrada cuando me fui.
—¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó.
—Estuvo bien. Gracias.
Me sonrió. —Te esperaba hace horas.
—Sí, tuve que cerrar y algunas personas vinieron a último minuto. Bible, ¿por qué estás aquí, en mi apartamento, sin camisa? ¿Cómo sucedió eso?
—Tuve calor después de mover algunas cosas. —Giró su cuello, estirando los músculos—. Estás en el segundo piso, pero las escaleras añaden un buen tramo, ¿sabes? Pong y Tong ayudaron un rato, y luego tuvieron que irse. De todos modos, no es como si importara, ¿verdad? ¿Algún código de vestimenta que necesite saber?

Todavía lo miraba. Las palabras salían de su boca, pero continuaban sin tener sentido. Nada de esto lo tenía.

Sus ojos se estrecharon en mí.

—Espera, no tengo camisa y todo y no me estás haciendo los ojos locos. ¿Qué hay con eso?
—Ah, supongo que estoy demasiado sorprendido de verte aquí. Sus cejas descendieron, al igual que las comisuras de sus magníficos labios.

El hombre se veía seriamente triste.

—He esperado todo el día.
—Lo siento.
—No importa. Vamos, échale un vistazo. —

Me llevó al apartamento, mi apartamento, cerrando la puerta. Sin responder a la pregunta importante acerca de su presencia. Pero lo realmente molesto fue la forma en que separó mis manos de su cuerpo. Ellas lloraron en silencio. Eso, o yo sudaba. Lo más probable era esto
último. Él tenía el efecto más raro en mí.

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