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Llamamos a mamá desde mi habitación, sentados en el borde del colchón caído.

Bible se encontraba ocupado viendo televisión en la sala de estar, con una taza de café en mano.

Asentí y Barcode sacó su celular, seleccionó el contacto, y colocó el altavoz. Luego lo sostuvo entre nosotros. Mi piel hormigueaba.
El aire parecía frío y caliente todo a la vez. Joder, odiaba esto.
Lo odiaba con pasión.

Pero en mi cabeza, mamá se hallaba tan estrechamente atada con ira y frustración que no podía
separarla de las emociones.

Un día, no sería de esta manera.

—Hola, mamá —dijo Code, sonando alegre como el sol en una botella. Ya había perdonado a mamá. Yo todavía estaba llegando allí.
—Hola, chicos. ¿Cómo están? —

Solo el sonido de su voz trajo todo de vuelta.

Sentado en la oscuridad con ella, rogando y suplicándole que comiera solo otra cucharada más, que se levantara de la cama y tomara un baño, quizás, que
actuara como un ser humano.
Que empezara a ser un adulto y cuidara de sus hijos así yo podría volver a ser un niño.

—Estamos genial, mamá —dije, haciendo mi mejor esfuerzo por sonar normal—. ¿Cómo estás tú?
—Bien. El trabajo ha estado bien.
Asentí como si pudiera verme, aliviado de que todavía mantuviera su trabajo, responsabilizándose de sus propias finanzas. Eso estaba bien.

Por años tuve que hacerme cargo de, con los remanentes de nuestra cuenta de ahorros y luego con cualquier cantidad de dinero que papá consideraba enviar.

—La escuela está yendo bien. —Code intercambió el celular a su otra mano, hablando sobre la escuela y todo eso.
Luego puso su brazo alrededor de mí y comenzó a frotar mi espalda. Un gesto dulce, pero sinceramente, ser acariciado justo ahora no ayudaba.

Mi hermano sobresalía en estas conversaciones. Podía balbucear por unos buenos diez minutos. Y realmente, diez minutos era tiempo suficiente para una llamada semanal a casa, ¿cierto?

—¿Qué hay de ti Biu? —preguntó una vez que Code se agotó.
—Estoy bien.
—Biu está viendo a alguien —ofreció Code. Le lancé una mirada dura.
—No es tan serio.
—Él es realmente genial, mamá. Está tan enamorado de el, puedes verlo en sus ojos.
—Oh —dijo mamá, seguido por un minuto de silencio—. Estás cuidándote, ¿cierto, Biu?

Eso podría significar tantas cosas, pero sabía exactamente lo que mi madre quería decir.
¿Había olvidado que los hombres eran el enemigo declarado? Por qué, ¡miren como nuestro papá desapareció y nos dejó! Es curioso, la lección que aprendí en mis años de adolescente no fue que los hombres eran malos, sin importar lo que mamá podría haber pretendido.

—Sí, mamá. —Coloqué mi cabello recién estilizado detrás de las orejas, poniéndome rígido—. Todo está bien.
Mamá dejo salir un pequeño suspiro.
—Bien. No me gustaría…
—En realidad, está esperándonos para llevarnos a desayunar, mamá. Así que mejor nos vamos.
—De acuerdo, quería preguntar si les gustaría venir a casa por Acción de Gracias, ¿quizás? —Su voz sonaba esperanzada, suplicante—. Sería agradable verlos a ambos.
—¿Acción de Gracias? —preguntó Code, como si nunca hubiera escuchado de ese evento—. Bueno tenemos que pensarlo… seguro.

Como el infierno que no.

—No creo que pueda conseguir un día libre del trabajo, mamá —dije—. Lo siento.

Mamá hizo un pequeño sonido triste y el corazón que endurecí hacia ella hace mucho tiempo se detuvo. Me sentí un poco culpable, pero no lo suficiente para hacerme volver.
Ni remotamente lo suficiente para eso.

Tenía mi propia vida ahora.

—Pero, Biu, nunca tomas vacaciones —dijo—. No puede ser bueno para ti.
—Blue depende de mí, mamá.
—Seguramente tienes derecho a uno que no se está aprovechando de ti?
Simplemente miré fijamente el teléfono.

—Oh, mierda, mamá —dijo Code—. Mi celular está a punto de morir. Lo siento tanto.
—Siempre olvidas ponerlo a cargar.
—Lo sé. Mira, te amamos. Me alegra hablar contigo. Hablaremos otra vez la próxima semana.
—Muy bien, chicos. Cuídense.
—Adiós —gritó Code continuando el espectáculo.

Me quedé con la palabra en la boca. Esto era sinceramente lo máximo que podía manejar. Gracias, maldita sea, habíamos pasado por otra semana. Code finalizó la llamada, su mano frotando de arriba a abajo mi espalda un tanto frenéticamente. Como si necesitara apoyo.
Soy quien lo sentó y le explico el sexo.
Buscaba su tarea, asegurándome de que terminara las asignaciones a tiempo. Podía mantenerme entero. Todavía no superaba este problema que tuve con mamá. Pero llegaría ahí.

—No vamos a ir a casa —dijo.
—De ninguna manera. —Me levanté, alisando mi camiseta gris. Abrí la puerta del dormitorio. Bible se encontraba sentado en el sillón, mirando la televisión.

—Oye, ¿estás listo para salir? —preguntó.
—Seeh. Listo.
Ladeó su cabeza.
—¿Qué pasa, calabacita?

Forcé una sonrisa, caminando hacia él. Me hacía querer sonreír. Esto no era una completa mentira. Sin embargo, la preocupación no se desvaneció de sus ojos.
Pero mi madre no arruinaría esto para mí.

Me incliné sobre él, colocando mis manos en el respaldo del sillón,
acercándome.

—Hola.
—Hola —dijo, agarrando mis brazos. A pesar de la sensación de no querer ser tocado, algo en mí se alivió con su contacto.
Su cercanía.

—Necesito un beso.
—¿Lo necesitas, ahora? Entonces estás de suerte. Para ti, tengo un
suministro interminable.

Dios, era tan dulce.

Presioné mis labios en los suyos, besándolo ligeramente para empezar.
Su mano se deslizó a mi cabello, sosteniendo mi cabeza.
Luego su lengua se deslizó dentro de mi boca.

Felicidad cálida, y radiante me llenó. Este hombre, hacía magia. Al menos, tenía una lengua mágica. Y en realidad, ¿no era eso de lo que la vida se trataba de todos modos? No, está bien. No intenten seguir esa lógica.

—Mmm… —Mi lugar feliz había sido encontrado.
—Un buen esfuerzo —dijo, frotando sus labios—. Sin embargo, probablemente podrías necesitar un poquito de práctica.
—Ja-ja.
—¿Tuviste malas noticias? —preguntó.
—No, mi mamá simplemente lastima mi cabeza. —Allí, para que conste, oficialmente compartí algo de mi vida privada.
—¿Si?
—Sí. Vamos a conseguir el desayuno. No quiero que llegues tarde al ensayo.

No se distrajo tan fácilmente.

—No pongas ojos tristes, Biu. No puedo malditamente soportar cuando estás triste.
—Tú lo mejoras.
—Bebe, por supuesto que lo hago. ¿Me has visto últimamente? —Sonrió y me reí a carcajadas—. Eso está mejor.

Bueno, vámonos. De lo contrario, nos seguiremos besando y no iremos a ninguna parte excepto a la cama.

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