XXI: Kevin (II)

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Llegué a la residencia en modo automático, la lluvia había comenzado a ceder. Atravesé la entrada principal e ignoré cada saludo, risa o estúpida broma acerca del terrible aspecto que traía. Me dirigí a mi alcoba en busca de esa mochila pequeña que Simmons me dio aquella noche, cuando el maldito tormento inició. Sin embargo, en cuanto di un paso al interior, un nuevo escalofrío me recorrió la columna vertebral.

—¿Qué-qué estás haciendo aquí? —toda mi entereza y resolución se fueron a la mierda. En su lugar, quedó un terrible miedo por la persona que se hallaba al interior.

Temblé y maldije en silencio incontables veces, lo que menos necesitaba en ese momento era encontrarlo. Ricky me observó sumamente preocupado; de inmediato, se aproximó con una toalla para secarme.

—Te hice una puta pregunta —mascullé entre dientes. Ricky se limitó a secarme, aunque en sus ojos enrojecidos e hinchados noté que había llorado, a saber cuánto—, Rico, ¡lo juraste!

—Me atrapó la lluvia.

—¡Pudiste llamar a Lio y pedirle un chófer! —repuse airado. Me removí con vehemencia para liberarme e ir por ese bolso antes de que él me hiciera desistir; no podía, Oliver estaba en manos del desgraciado.

—¿Qué crees que...? ¡No te permitiré hacerlo!

—¡Rico, déjame!

Comenzamos a forcejear largo rato por la mochila, él estaba decidido a impedirme manchar mis manos de sangre, otra vez; pero desconocía el resto de la historia, el peligro que corría Oliver y la culpa que rasgaba todo mi interior. Conseguí arrancarle el bolso y colgármelo, aunque me tocó golpear a Rico para lograrlo; eso fue aun más doloroso que la paliza qué recibí; me sentí miserable.

Mi amigo casi cae al suelo, pero pudo aferrarse a la cómoda, una vez firme, se llevó la mano derecha al labio partido, sus ojos hinchados volvieron a inundarse. Creí que me respondería el ataque como fiera salvaje, lo habría preferido; en cambio, esa imagen llorosa me dolió mucho más.

Pese a cuánto me afectó lastimarlo, tomé las llaves del auto que reposaban sobre esa misma cómoda junto a la cama y a nada estuve de llorar al ver el estuche médico que Omar me obsequió. Pensé en esa ensombrecida imagen, destrozada y con cabeza gacha, que me echó de su lado cuando más lo necesitaba; aunque bien merecido lo tuve por extinguir su luz. Sin embargo, deseé con locura dar marcha atrás en el tiempo, al menos unas horas, para confesarle el tormento que su "amigo" había provocado en mi vida.

En definitiva, sí, arrastré a Omar al lado oscuro y no conforme con eso, lo abandoné a su suerte sin siquiera una luz guía. Sacudí la cabeza, pasé un puño por mis ojos para limpiarme y me dirigí a paso veloz hacia la puerta, evitando en todo momento el contacto visual con Rico, ya me sentía bastante miserable por lastimarlo.

—¡Kevin, no te atrevas!

—Perdóname, hermano.

—¡Regresa! ¡Kevin, no lo hagas!

Salí al corredor y me alejé a toda marcha, Ricky gritó desesperado tras de mí, le pedía a cualquiera detenerme pero tampoco le di importancia, empujé a cada imbécil que intentó truncarme el camino; la única meta era salvar a Oliver. Ya había arruinado demasiado la vida de Omar, no podía permitir que ese maldito infeliz hiciera más daño.

Llegué a mi auto, abordé y arranqué enseguida; a través del retrovisor vi a Ricky intentar alcanzarme, sin éxito; aceleré hasta que su colorida sudadera no fue más que un punto muy distante tragado por el remanente de lluvia. Solo conocía dos opciones donde hallar a Cory, una era Renacer, su centro de operaciones; lugar desde el cual dirigía todo lo relacionado con su fundación, galerías y otras actividades ligadas al arte; pero ya era de noche, así que aposté por la casa que compartía con su prometido junto al mar.

Un Sugar boy enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora