XXII: Omar (I)

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♡⁀➷♡⁀➷XXII: Omar (I) ♡⁀➷♡

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Fue imposible conciliar el sueño aquella noche. A la preocupación por mi hijo se sumó todo el desastre con Kevin. Lo quería lejos de mí, deseé incontables veces dejar de pensarlo, sacarme del pecho a ese chico; sin embargo, su recuerdo volvía a mí incesante y rebelde, reclamaba con altanería toda atención; mi propia mente se volvió revoltosa, decidida a impedirme olvidarlo.

«Omar, puedo explicarlo, solo escúchame», su voz resonó en mi cabeza como una desesperada súplica y nuevamente me giré sobre la cama en busca de acomodo. No quería recordar nada de él porque todo fue un sinnúmero de mentiras, pero al mismo tiempo, el miedo que vi en sus ojos me llevó a preguntarme si acaso cometí un error.

—No le des más vueltas —me dije en bajo—, todo fue una vil mentira.

Volví a sentarme y me recosté al respaldo de la cama, tomé mi celular para ver la hora y suspiré cansino: las tres de la mañana marcaba el reloj y el insomnio amenazaba con acabar conmigo. Un nimio alivio sentí cuando revisé una notificación de WhatsApp donde corroboré la llegada sano y salvo de mi hijo, aunque medio desorientado ya que, como dijo Konrad, se le fueron los tragos.

—Al menos una buena noticia.

«Konrad hizo todo esto», la voz de Kevin volvió a asaltar mi mente y en medio del estrés y confusión me pregunté qué quiso decir, cada vez resultaba más evidente que ese par se conocía desde antes, pero cómo o de dónde seguía sin quedarme claro. Volví a revisar el celular y suspiré con pesadez.

La última conexión de Kevin fue aquella mañana en que me visitó, habíamos tomado un montón de tontos selfies, su compañía disipó toda la preocupación que acumulé en días anteriores, me llenó de alegría y brindó esperanza porque, pese a evitar besarme en todo momento, creí que cambió de parecer respecto a lo que dijo antes en el hotel, pero no fue así.

—Solo soy un viejo idiota que no supo ver las señales —me dije en bajo mientras contemplaba una fotografía nuestra que Kevin tomó, como recordatorio del día en que su cama se hizo puré. Su galante sonrisa aceleraba todo dentro de mí, pero saber que solo fue un truco barato que utilizaba con cualquiera, me obligó a lanzar el teléfono hacia un lado.

A pesar de eso, su voz de nuevo sonó en mi mente: «No quiero aprovecharme de ti», y luego le siguió: «Eres especial»; fueron sus palabras aquel día, sentí un golpe dentro de mí porque quizás y solo quizás, cometí un error al tratarlo como lo hice. Él ya me había contado acerca de su interés inicial y cómo sus planes cambiaron, aunque era incapaz de decirlo e incluso llegar a negarlo con nerviosismo, desarrolló sentimientos por mí.

—Entonces, ¿por qué alejarse? —me pregunté en voz baja al recordar aquel día en el hotel.

Él desapareció unos días antes, pero volvió a buscarme, sus ojos gritaban las ansias que tenía de verme, aunque al mismo tiempo noté mucho miedo en ellos, ¿a qué? Algo ocurrió con él y quiso solaparlo a través de ese arranque furioso. La última vez que lo vi, previo a aquel encuentro, fue en la piscina y en apariencia todo estaba bien al despedirnos e incluso al volver a vernos dijo que ese no fue el motivo para su desaparición.

Un Sugar boy enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora