Epílogo

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Finales de primavera 2023

—¿Hola? ¿Sí? —Fingí una voz somnolienta y cansada al contestar el teléfono, me costó evitar una carcajada. Acababa de regresar a Santa Mónica, unas semanas antes del verano. Había anhelado sorprender a Rico desde el momento en que Francisco, representante de la fundación Evans en Barcelona, me contactó para entregarme un mensaje de Cory. Grité como un loco en cuanto leí la tarjeta; incluso Omar salió de la alcoba aterrado a mi encuentro.

«Querido mocoso altanero, por medio de la presente quedas informado acerca del permiso que te otorgo para volver al país, ¡pero ni sueñes con quedarte! Será por unos días. Paolo, te necesito lejos de todo hasta que cambie de parecer. Con amor, Cory». Aquel mensaje me llenó de felicidad; podría regresar a casa para ver a Rico y a esa familia a la cual consideraba mía. Necesitaba decirles que todo estaba bien, contarles acerca de mi vida en Barcelona: la universidad, la clínica, mis amigos y, por supuesto... Omar. Probablemente a Lio le resultaría bastante extraña esta parte.

Definitivamente, la vida de ambos dio un vuelco impresionante el último año. Después de descubrir que Mariana era una manipuladora experta, sentí deseos de ahorcarla, pero también le agradecí lo que hizo, pese a los picos de terror, ansiedad y pánico que por culpa suya experimenté.

—¡Es mi papi! —me dijo la desgraciada muy tranquila en cuanto la confronté y se soltó a reír. Sofía, su novia real, la abrazaba en el sofá de la tía Olivia y yo solo pude contemplarlas con reproche, por más que Omar apretaba mi mano con fuerza.

Todavía me costaba creer que ese par hubiesen sido pareja todo el tiempo, pero en retrospectiva, pude comprender su odio "sin motivo"; también noté que la mocosa manipuladora no llevaba el anillo de promesa, por lo cual asumí que aquello fue parte de su personaje. Negué con la cabeza en silencio mientras le obsequiaba una mirada cargada de odio.

—¡¿Quééé?! Tenía que saber si eras digno de él, Grandulón —añadió en medio de risas.

Después de la "reconciliación", Omar pasó una semana en Barcelona, misma que voló en su compañía. Cuando tuvo que viajar de vuelta, casi hizo berrinche de niño chiquito, aunque solo sería por unos días debido a la decisión que tomó.

—¿Estás seguro de esto? —Volví a preguntarle aquella vez en el aeropuerto, a punto de partir. Él me devolvió una sonrisa al asentir.

—Si Mahoma no va a la montaña, la montaña tendrá que ir a Mahoma —respondió con convicción—. Tú no puedes regresar a Santa Mónica por cuestiones legales, bien, yo iré a finiquitar mis asuntos y luego volveré para escoger juntos el departamento ideal donde vivir contigo.

Viré los ojos en respuesta y sonreí. En verdad, sentí una emoción tremenda; me gustaba sobremanera ese Omar más decidido y osado, pero tampoco deseaba que cambiara toda su vida por mí. Él, como si notara mis pensamientos, me apretó una mano antes de volver a hablarme:

—Kev, no hago esto solo por ti, sino por mí. Ya es momento de disfrutar la vida. ¿Qué mejor manera de hacerlo que retirarme y estar aquí, en Barcelona, contigo?

Ni cómo replicar a eso. Compartimos un fuerte abrazo al escuchar el último llamado para abordar su vuelo. Acababa de soltarlo, incluso sentía aún su calor y presión por todo el cuerpo, pero verlo desaparecer hacia el túnel de abordaje me cargó de nostalgia y anhelo. Deseé poder acompañarlo.

Durante aquel viaje, Omar y Oliver aclararon sus diferencias. La charla entre padre e hijo fue larga y emotiva, llena de palabras que necesitaban ser dichas y entendidas. Al final, compartieron un fuerte y más que anhelado abrazo. Oli comprendió a su padre y aceptó su elección de vida.

Un Sugar boy enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora