—Eso fue injusto —me dijo Kevin. Hizo un puchero como niño chiquito y sonreí. Permanecíamos desnudos, frente a frente en la cama luego de bañarnos—. Una doble injusticia porque tampoco era tu boca lo que quería.
—Demándame.
—Pierdo el caso ante uno de los mejores abogados del país. Además, ¿cómo me quejo de una mamada de otro planeta?
Sus palabras me hicieron reír, sin embargo, sentí un terrible ardor en el rostro.
—No digas eso —le pedí apenado y lo vi sonreír burlesco.
—¿Seguro que no lo hiciste antes?
—Segurísimo —afirmé, sonrojado, e intenté ocultar el rostro con un brazo, su risa burlona creció.
Sí, el sexo con él se sentía genial, como nunca, porque podía ser yo. No obstante, eran los momentos posteriores aquellos de mayor disfrute; bromeamos, reímos y hablábamos tonterías, apartados del mundo real.
El 505 del hotel Mónica, aquella habitación se convirtió en una representación misma de ese armario del cual no me atrevía a salir. Sin embargo, en su compañía, resultó más divertida y llevadera la espera del momento que pudiera atravesar las puertas.
Me gustaba escucharlo hablar y contar anécdotas alocadas de su día en el hospital, como aquella acerca de un sujeto que llegó con un jarrón atorado en el recto y cuando consiguieron "extirparlo", el hombre preguntó por esa cosa antes de marcharse.
—¿Sabes qué fue lo peor? —preguntó risueño y lo contemplé, atento, con el mismo gesto— ¡Regresó hoy, Omar, exactamente una semana después de su alta, con una botella de vino en el culo!
Sin duda, me provocó una enorme carcajada. Era divertido pasar el rato con él, quizás mi parte favorita luego de un largo día de trabajo.
También contaba cosas sobre la universidad y su jocoso mejor amigo quien parecía demasiado importante en su vida.
—Hablas mucho de Ricky —le dije en un momento y él me observó, extrañado.
—¿Celoso, Potter?
Negué en silencio con una sonrisa porque para nada, en realidad me gustaba escucharlo. Quería conocer todo de él.
—Es linda la relación que tienen. —Él sonrió y yo proseguí—: Solo me preguntaba, ¿qué hay de tu familia? O bueno, como dijiste, "las personas que se encargaron de ti", jamás los mencionas.
El chico guardó silencio por largo rato con la mirada perdida, después se sentó para observarme, completamente inexpresivo, parecía meditar qué decir o hacer. De la gracia y jolgorio previo no quedó ni rastro; en cuestión de segundos, todo se tornó mutismo, pareció no agradarle el tema.
—Kevin, yo... —intenté decir algo, él me interrumpió con un beso y trató de subir a horcajadas sobre mí, pero lo detuve—. Espera, Kevin, para. Por favor —le exigí en un tono condescendiente.
Lo vi liberar un lánguido suspiro y luego intentar erguirse.
—Kevin, espera. —Sostuve su muñeca para impedirle marcharse y su inexpresivo rostro volvió a clavarse en mí—. ¿Por qué lo haces? ¿Crees que no lo he notado? Siempre que algo te resulta incómodo o quieres evadirlo, tratas de resolverlo con sexo...
—Lo siento...
—No, yo lamento mover alguna fibra sensible. —Me apresuré a interrumpirlo.
Quería dejarle claro que podía confiar en mí, no buscaba lastimarlo. Deseaba conocerlo y que fuese capaz de abrirse para mí, no solo en el plano sexual.
ESTÁS LEYENDO
Un Sugar boy enamorado
Storie d'amoreOmar, un viudo de cincuenta y tres años que ha vivido en el closet toda su vida; conocerá a Kevin en una app, un estudiante de enfermería con un oscuro y peligroso secreto. Juntos se embarcarán en una intensa relación; no obstante, las sombras del p...