XXXI. Al otro lado

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AL OTRO LADO

Después de un sueño reparador, el mago, los chicos y la joven Niela reemprendieron el camino.

Apenas intercambiaron palabras, las justas para continuar la marcha detrás de Wonkal. Todavía estaban sumidos en los pensamientos propios de cada uno.

En el tramo actual, la frondosidad del matorral se acentuaba, los árboles eran más escasos en contramedida, los matorrales y arbustos se intensificaban y apretaban, confundiendo las ramas de unos con otros, mezclando sus raíces en el subsuelo, enlazándose entre ellos en abrazos y nudos infinito, tal que, si se arrancaba un arbusto pequeño, habría que estirar y sacar grandes matojos ligados con los más pequeños y a su vez con otros más grandes por enredos interminables.

Wonkal andaba con decisión, durante un tramo tuvieron que caminar entre matas espinosas de media vara de altura. Thed chillaba y se quejaba como si le clavaran hondos puñales cada vez que las ligeras espinas le arañaban la piel, este malestar se lo trasmitió a Niela, que suspiraba y movía la cabeza de un lado hacia otro cada vez que el chico protestaba. Wonkal y Athim se reían por lo bajo, disimulando como podían para no alterar más la situación.

El terreno arenoso fue llenándose de pequeñas piedras de cantos redondeados, todas parecidas entre sí pero distintas en tamaño, forma, e incluso color. El matorral fue desapareciendo y un poco más adelante apareció el caudal de agua del segundo río.

Las previsiones del mago fueron correctas, estaban en el sitio que Wonkal buscaba, allí el cauce se ensanchaba tanto que la profundidad de las aguas se reducía considerablemente, incluso un enano, bueno, en realidad debía de ser un enano grande, podría haber pasado a pie.

El mago indicó a los chicos la forma de proceder. Primero sacó una cuerda, delgada pero de fibras fuertes. Realizó un lazo en cada uno de los jóvenes alrededor de la cintura. Entre uno y otro dejaba espacio para la libertad de movimiento de los improvisados eslabones humanos, sobre dos varas entre uno y otro. El último en unirse a la cadena fue Wonkal. Fue el primero en meterse en el agua, uno a uno entraron en el río. El líquido, fluía a baja temperatura, pero su contacto era agradable. Antes de que se dieran cuenta, estaban en mitad de la corriente, el agua apenas les llegaba a la cintura.

Athim y Niela reían la tonterías de Thed, que no sabía nadar, esto provocaba que se moviera en el agua de forma imprecisa. Aún con las precauciones que tomo Wonkal y el cuidado que Thed ponía lo hacía parecer torpe.

Ocurrió de pronto, sin más. Mientras reía, Athim fijó su vista en un punto impreciso de donde venía la corriente que avanzaba hacia ellos dócil, con suavidad, algunas gotas salpicaban al chocar contra las roca que sobresalía del agua, de ellas nació el horror.

De cada una de aquellas gotas de simple agua, manó una criatura que Athim, jamás podría olvidar. Aquellas lágrimas rotas entre las piedras se distorsionaron en modo y volumen, crecieron y tomaron forma, surgieron seres de tres veces el tamaño de un hombre, mientras se producía la transición aquellas criaturas corrían por el agua como si lo hicieran por tierra firme. Tenían el aspecto de un fornido guerrero, armaduras de supuesto metal cubrían su cuerpo desde los pies hasta el pecho, un yelmo vestía su cabeza por completo, sin abertura para los ojos, su densidad era la del agua al igual que su trasparencia. En su interior bullía sin arder un fuego de tormento eterno, ni siquiera se veía su mirada, pero debía ser terrible, pues aunque no existía expresión en su rostro, la transparencia del casco dejaba ver la muerte a través del mismo. En sus manos portaban una lanza corta, que se bifurcaba en ambos extremos por dos puntas afiladas.

Corrían, y cada vez el grupo era más numeroso y apenas en un instante, el río se llenó de estos horrendos seres de agua. Uno de ellos alzó el brazo donde portaba la lanza y los demás respondieron con un grito desgarrador que perforó los tímpanos de Athim...

EL CUARTO MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora