LA SENDA
El paso se estrechaba, los arbustos eran tan espesos y estaban tan juntos que arañaban a jinete y caballo a su paso, incluso a pie, en algunos tramos, un hombre hubiera tenido que apartar las tupidas ramas, sin embargo, estos corceles parecían ajenos al dolor y trotaban desafiando el camino que buscaba amedrentar y entorpecer su marcha. Hacía un buen rato que no hablaban, el joven solo quería encontrar a su compañero y demostrar a Wonkal que estaba equivocado, que Athim no tenía nada que ver con ellos.
Bien visto, aunque su amigo no fuera quien ellos decían, se avecinaban tiempos siniestros, en el que cualquier persona se vería envuelta. Si lo que le acababan de contar era cierto, habían nacido en mala época. Esta guerra, no iba a ser una guerra normal, los contendientes no eran normales, ante tal poder, los grandes guerreros, los mercenarios, hasta los salvajes se unirían a cualquier clan, de este modo tendrían alguna posibilidad de sobrevivir. La devastación sería aterradora. Con seguridad, los súbditos y vasallos de cualquier reino, así como los comerciantes y agricultores, serían los peor parados y nada volvería a ser como antes. Tras un enfrentamiento de esta magnitud las tierras quedarían mermadas, los pueblos devastados y sus gentes muertas. Mientras pensaba, se dio cuenta que le temblaban los brazos, incluso el torso a la altura de las costillas se agitaba, lo achacó a la leve brisa de la noche, intentó apartar la catástrofe de su pensamiento, concentró la atención en el camino, la inmensidad de la luna a pesar de bien entrada la noche, permitía una visión amplia del entorno.
Wonkal, de pronto, tiró de la brida incitando a su caballo a parar la marcha, Thed tras él, por instinto hizo lo mismo. El mago se quedó muy quieto, mirando al muchacho y llevándose el dedo índice a la boca indicándole silencio. Durante un rato estuvieron ambos parados escuchando la noche. El viento, como cansado, soplaba con vaguedad desde el lejano poniente. La oscuridad hablaba desde diferentes sitios con sonidos apenas audibles. A unos cuantos pies, el camino estaba cortado, varios árboles habían caído sobre el terreno, impidiendo a quien por allí pasara, continuar por esa senda.
—Thed, es una emboscada, ¡cuidado! —Siseó el mago.
El grito desgarró el inquieto silencio, una extraña forma saltaba desde un montículo a la grupa del primer caballo intentado coger desprevenido a su jinete, detrás del primero, más gritos tronaron amenazantes, más figuras desgarbadas atacaban desde varios sitios, parecían surgir de la nada, Wonkal reaccionó atento, su corcel intuyendo el peligro se movió rápido y el primer atacante rodó por el suelo al no encontrar su objetivo.
Thed más ingenuo fue derribado por varios agresores, volteó un instante sobre el abrupto terreno y se incorporó raudo, corrió al lado de Wonkal que desmontaba en ese momento. Los asaltantes salían de todos los puntos, eran al menos ocho o diez. La noche impedía una visibilidad óptima, pero los matices eran claros, estaban armados, algunos con porras, otros con puñales, incluso algunos blandían largas espadas que debían sujetar con ambas manos. El plan de los bandidos era atacar amparados en la oscuridad, coger por sorpresa a los incautos viajeros, acabar con ellos y despojarlos de todo cuanto tuvieran.
Habían errado. Eran salvajes, desterrados y proscritos, de nula dignidad, cobardes y desconfiados, una vez que su endeble estrategia había fracasado, en el cuerpo a cuerpo se sentían inseguros. Aun así, tenían ante ellos un hombre de mediana edad, bajito y medio calvo, a su lado un chiquillo.
No debían suponer ningún problema, al menos eso pensó uno de los bandoleros, que amparado en el grupo avanzó amenazador con la porra alzada, varios más se unieron a él, gruñendo y chillando como posesos, sabían que eso intimidaba a los caminantes. Wonkal apartó al chico a un lado. Al de la porra no le dio tiempo a bajarla, se encontró de lleno con un puño en la cara que lo frenó en seco y lo sentó de culo, impulsado por el giro del cuerpo, el puño del mago utilizado como si fuera un martillo, de manera lateral, golpeó la mandíbula de otro de los atacantes, apagando de inmediato el grito de guerra y lanzándolo varias varas hasta colisionar con el cuerpo de sus compañeros, el tercero recibió diversos golpes consecutivos en la cara, como contundentes latigazos. Quedó de pie, mientras se tambaleaba atontado, el resto, indecisos, observaban a sus maltrechos compañeros, se miraron entre ellos, y en común acuerdo huyeron en todas direcciones.
ESTÁS LEYENDO
EL CUARTO MAGO
AdventureEl origen de las leyendas nace en la cuna de los linajes. Una estirpe de Dioses vestidos de hombres que jamás podrás olvidar. Un Poder capaz de destruir el mundo conocido. Vive una experiencia que te hará reir, que te hará llorar, que te hará sentir...