VIII. Pouin el Brujo

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POUIN EL BRUJO

      Tras un buen rato, Wonkal, seguía sumido en el trance, las manos aún enlazadas, el muchacho desesperado iba a gritar de un momento a otro. Estaban hablando de su amigo, lo había oído, Athim estaba cerca, y lo peor, esta gente no quería llevarlo a ningún sitio, al menos vivo. El mago parecía no inmutarse, cada instante se volvía eterno, cada momento perdido disminuía la posibilidad de salvación de Athim, ahora no eran dos ni tres, había un pequeño ejército de asesinos.

      Todos los hombres se habían ido, incluso las sombras de ambos grupos se habían ocultado, estas criaturas apenas toleraban la luz del sol, de día solían apartarse, refugiarse en lugares oscuros, aunque algunas eran más osadas y seguían a su grupo incluso durante el día, buscando la sombría. Así era la tercera, sin embargo, la sombra del grupo de Jyrith asesinados, aún estaba allí, oculta, expectante, vigilante...

      Todavía pasó un interminable rato hasta que el mago abrió los ojos, parecía salir de un profundo sueño, poco a poco se levantó, el chico no sabía qué hacer, de momento, de forma cauta seguía sentado, manteniendo el tipo.

      —Creo que ha pasado el peligro. —Dijo Wonkal

      Thed se puso en pie de un salto.

      —¡Vamos!, has oído, saben dónde está Athim, tenemos que salvarlo.

      —No te precipites mi joven amigo, ¿has visto cuantos son? ¿Has visto quiénes son?

      —¡Sí!, pero tú eres un gran mago, puedes vencerlos, Athim es el chico que has venido a buscar, ¿recuerdas?

      —Buena observación, por descontado, tenemos que hacer algo.

      Wonkal miro a Noath, su antiguo amigo seguía inconsciente, a simple vista el ungüento había cumplido su cometido, los síntomas estaban remitiendo, las uñas tenían un color normal, aunque seguía con los ojos cerrados, su respiración era uniforme y regular. No tardaría en despertar, no tendría sus facultades al completo pero sin duda estaría mucho mejor de lo que estaba la luna anterior.

      —Bien chico, creo que Noath, estará bien aquí.

      Wonkal se acercó al Jyrith que aún seguía en el suelo, le puso una mano en el hombro y pronunció varias palabras.

      —Por este no tenemos que preocuparnos de momento, dormirá todavía un rato más, por lo tanto, vamos, busquemos a Athim.

      Al salir de la taberna, no había rastro de nada ni nadie, era como si por allí no hubiera pasado un alma.

      —¿Dónde están? —Preguntó perplejo Thed.

      El mago se agachó, recogió un puñado de tierra del suelo, volvió a pronunciar algunas palabras y espolvoreó la tierra hacia delante, observó y con paso decidido se encaminó firme en dirección Noroeste. Thed, con arrojo, lo siguió.

      A pocas varas de ellos, el sol proyectaba la imprecisa sombra de una extraña y difuminada figura que parecía seguir sus pasos.

      Había más de diez hombres que se movían por una ciudad que comenzaba a despertar, como fantasmas en la niebla, algunos habitantes salían de su casa a por agua, otros iniciaban la jornada de trabajo, sin embargo nadie vio ni oyó nada inquietante. Aquellos hombres eran conducidos con extrema habilidad por Bramet, al mismo tiempo seguían las instrucciones de Tumuyn, que unido al entrenamiento y la destreza de los Jyrith hacía que esta pequeña división de hombres sin piedad, fueran invisibles. Un grupo capaz de mermar a un ejército diez veces mayor. El guía señaló una casa pequeña, una tenue luz de candil delataba presencia en la misma. A indicación del líder, dos hombres se adelantaron reconociendo todo cuanto se movía dentro y fuera de aquel lugar. Uno de los Jyrith, levantó una mano gesticulando y cerrándola varias veces. Poco después el compañero, mediante unos artilugios ocultos, como si de la misma llave se tratara, abría la puerta.

EL CUARTO MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora