XVIII. Arenas Rojas

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 ARENAS ROJAS 

     Existían muchas razas de hombres. Muchas criaturas, tal vez algunas jamás vista por ningún ojo humano. Ciudades de todo tipo, armas ingeniosas... Thed miraba a su amigo, nunca salieron de su ciudad y estos días habían visto cosas inverosímiles, como jamás nunca pensaron que pudieran ver. Ahora, Thed tenía la vista fija en Athim, en sus ojos veía reflejado el asombroso paisaje que se abría ante él, y en su cara la expresión de asombro que mostraban sus ojos. Thed observó de nuevo, intentando grabar lo que veía en su memoria. Delante de él, no había nada, hasta donde abarcaba su vista, nada, aquello parecía un colosal mar de arena, arena del color de la sangre. 

        El sol parecía pintar borrones de agua color carmesí en la distancia del paisaje, desdibujando de hiriente calor la sofocante actividad del astro rey. 

        El silencio del momento lo rompió la joven.  

        —¿Nos has salvado de todos esos locos asesinos para traernos a una muerte roja? —Fue lo que brotó a Niela de los labios, hablándole sin poder apartar la vista del paisaje al mago. 

        —No joven amiga, no vas a morir aquí. Ni tú ni ninguno de nosotros. —Dijo Wonkal dirigiéndose a la chica—. Siempre que hagáis todo lo que yo os diga, que piséis donde yo pise, que no seáis imprudentes, que estemos unidos.  

        —¡Sé lo que hay en ese desierto!, he oído muchas historias sobre él. Votk y otras alimañas o plantas que con solo tocarte te pueden matar, eso por un lado, por otro están los Cathum del desierto, se dice que son despiadados, que se comen tu carne, que te arrancan la piel y la secan al sol, que con ella hacen fundas para sus armas, con tu sangre riegan la tierra y tus huesos los utilizan para hacer todo tipo de utensilios, cucharas, colgantes y bueno, todo ese tipo de cosas. Eso si antes no te mueres de sed o hambre, pues el sol está siempre en el mismo sitio y no sabes si vas al norte o al sur, o te limitas a dar vueltas en el mismo lugar. Dicen que hay fantasmas, lugares donde la maldita tierra roja te traga. —Niela cayó y un breve silencio se produjo, después habló de nuevo el mago. 

        —¡Ummm...!, ¡Sí!, casi todo eso es cierto, ¡sí!, ¡eso cuentan! 

        —¡Maldita sea Wonkal! ¡Niela tiene razón!, si es como contáis, nos has traído a la maldita muerte roja. —Dijo Athim en un susurro. 

        —Nosotros, joven amigo... ¡Vamos a cambiar esas leyendas! —Respondió el mago—, lo único que tenéis que hacer es confiar en mí. 

        Niela rompió a llorar. Thed acudió rápido a su lado, Wonkal le hizo un gesto para que se apartara de ella, Athim se llevó ambas manos a la cabeza realizando una señal de desesperación. El mago, indicó a los chicos que lo siguieran y avanzó unas cuantas varas y habló a ambos: 

        —Lo último que necesito es que cunda el pánico, es normal que la chica se venga abajo. Hemos pasado situaciones límite. Pero debemos ser fuertes, por nosotros y si es necesario, por ella. 

        —¡Límite! ¿Límite dices? —Respondió Niela con lágrimas en los ojos—. ¡He perdido mi trabajo!, ¡mi casa!, delante de mí, han matado a mi mejor amigo, he visto morir al hombre que fue un padre para mí. ¡No tengo nada! ¡No me queda nada! —se levantó enfurecida y se abalanzó sobre el mago golpeándolo en el pecho con ambos puños mientras gritaba: "¡No me queda nada! ¡No me queda nada!". 

        La joven golpeaba una y otra vez, lloraba y lanzaba golpes con los puños cerrados, con las manos abiertas, en la cara, en el pecho, en los brazos... Los chicos miraban aquella situación sin saber que hacer, como actuar. Wonkal dejó que la chica se desahogara, aquel ataque duró un buen rato, progresivamente los manotazos fueron menguando en fuerza y cantidad, hasta que cesaron, la joven tembló y las piernas le fallaron, el mago agarró a la joven impidiendo que cayera al suelo. La rodeó con los brazos y la abrazó, cobijándola en su pecho. Estuvo abrigándola con su cuerpo y rodeándola con las brazos dos veces más tiempo que el que la chica estuvo golpeándolo. Después le secó las lágrimas de los ojos, la miró y le dijo: 

EL CUARTO MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora