11.

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Matthew se había dado cuenta de que Kim Jiwoong le gustaba demasiado.

Y eso era un severo, grave problema que debía resolver si no quería salir herido.

Porque esa relación era falsa no iría a ningún lado, y si llegaba a querer a Jiwoong terminaría con el corazón roto y sin nadie que pudiera sostenerlo.

Pero había momentos donde a Matthew no le importaba eso. Había momentos donde Matthew estaba dispuesto a terminar con el corazón roto si eso significaba aprovechar cada segundo que le quedaba con Jiwoong.

Como cuando Jiwoong le sonrió por primera vez, sus ojos desapareciendo mientras sus labios se estiraban en una amplia sonrisa, luego de que Matthew hubiera hecho un comentario estúpido que ya no recordaba bien, pues la sonrisa de Jiwoong era tan brillante que cualquiera se enamoraría al verlo.

O también cuando estaban saliendo de la Facultad de Arquitectura, y alguien pasó a empujarlo, entonces Jiwoong lo tomó de la cintura y de la mano para impedir que cayera al suelo. La forma en la que lo sostuvo, el hecho de que luego no soltara su mano y corroborara si estaba bien, hizo que algo se sintiera bien en su interior.

O cuando Jiwoong lo besó por primera vez.

Los labios de Jiwoong eran suaves. Eran cálidos.

Jiwoong había obtenido su primer beso, y Matthew estaba feliz de que su primer beso fuera de Jiwoong, aunque toda esa situación hubiera sido una farsa. Matthew estaba dispuesto a darle todo a Jiwoong si se lo pedía, a pesar de que pareciera querer mantener las distancias.

Si Jiwoong quería más besos, Matthew le daría más besos.

Si Jiwoong quería un pastelito de Matthew, Matthew le cocinaría todos los pastelitos del mundo.

Si Jiwoong quería llevarlo a la cama, Matthew iría bien dispuesto.

Bueno, quizás protestaría un poco. Sólo un poquito.

Estaba perdida, locamente enamorado de Jiwoong, y eso dolía. Dolía cuando Jiwoong lo miraba a los ojos, cuando Jiwoong le murmuraba algo al oído, cuando Jiwoong le tomaba la mano, cuando Jiwoong lo abrazaba por la cintura frente a todos.

A veces rezaba que todo eso no fuera una farsa.

—Matthew, ¿cómo está tu hermana? —preguntó esa mañana la mamá de Jiwoong mientras su hijo iba a buscar su mochila.

Sonrió de lado, jugueteando con la cajita donde llevaba sus pastelitos.

Iba a contestar cuando Jiwoong habló:

—¿Tienes una hermana?

Estaba de pie bajo el marco de la puerta con el ceño fruncido, su cabello negro cayendo sobre sus ojos.

A Matthew le encantaba el pelinegro. Estaba seguro de que si su cabello estaba teñido hasta de color verde moco se vería lindo.

Tal vez no tanto, pero a Matthew le encantaría igual.

Se encogió de hombros, quitándole importancia.

—Vamos, lindo —extendió su mano, tomándosela, y se despidieron de la mamá de Jiwoong.

Pero Jiwoong seguía curioso.

—Nunca me has hablado de ella —protestó infantilmente.

Y Matthew hizo lo necesario para herirlo, para alejarlo.

—No es necesario que lo hagas. No le voy a presentar a un novio falso —respondió como si nada.

Sin embargo, Matthew vio la rápida mirada herida de Jiwoong, y quiso tomarlo en brazos, llenarle el rostro de besos, decirle que lo quería, que quería estar a su lado para siempre.

Por supuesto que no lo hizo. Sólo siguió caminando mientras sentía que algo se rompía en su interior.

 Sólo siguió caminando mientras sentía que algo se rompía en su interior

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novio de alquiler ∼ mattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora