Era una mañana tranquila de un martes cualquiera.
Hacía calor, el clásico calor de un país caribeño. Al mismo tiempo, el calor se acompañaba y mezclaba en perfecta sincronía con el frio característico de las seis de la mañana. A esas horas, cientos de alarmas sonaban y se desactivaban al unisonó. Gritos de señoras, que muy seguramente pasasen la treintena, resonaban burdamente por las calles. Ni hablar de los ladridos de perro, otro tipo de escándalo por esas horas.
Esa perfecta cacofonía, ese conjunto de "sensibilidades urbanas" muy cargadas de caos mañanero; constituían el sonido del barrio en un día laborable cualquiera.
Y esa peculiar orquesta... Era la alarma favorita de Andrés.
El chico se levantó como todas las mañanas: Con ganas de seguir durmiendo.
Pero aquel molesto deseo le perseguía. El deseo de curar esa insaciable enfermedad conocida como... tener hambre. Ese era un buen incentivo para ir a trabajar, aunque claro, algunos días el sueño sencillamente le derrotaba.
Hoy no era uno de esos días. Hoy su estómago tendría comida, su cartera dinero y todo saldría bien... ¿A quién engañaba?
La casa se sentía vacía. Sin vida. Solitaria a excepción de las pisadas de su madre que, aunque vivían en el mismo techo, hacía 2 semanas que no hablaban desde "El accidente" del padre de Andrés.
Benito Santiago Robles Mendoza. Así se llamaba aquel hombre que hizo bajar al barrio entero para presenciar su entierro.
Si preguntaban en el barrio por un tal "Señor Ben" todos sabían que se trataba del padre de Andrés. Se le conocía por colaborador; por ayudar a la comunidad, reparar lo que se rompía por el barrio; dar chanza con los pagos, organizar a la gente por las causas correctas... una gran persona.
Aquella persona desapareció por accidente en medio de una batalla de bandas. El padre de Andrés fue asesinado por accidente al encontrarse en el sitio equivocado. Dos tiros en la cabeza, todo por una dispuesta del cártel. Era difícil de creer, duro de procesar, y complicado de explicar cómo un hombre tan amado y bueno como él... murió en una balacera. Para muchos no fue impresionante lo que paso la mañana siguiente, pero si muy impactante que saliera en las noticias:
Hoy el estimado Jefe de Calle, Benito Santiago Robles, murió de 2 impactos de bala en la parte frontal de la cabeza fruto de una disputa entre el cártel de los Seis Siniestros y una banda local conocida como "Los Merodeadores". Para sorpresa de las autoridades, varios miembros de ambos bandos se han entregado esta mañana aceptando la culpa del asesinato ocurrido ayer entre las 8 y las 10 de la noche.
- ¡Las noticias nunca hablan de nosotros! -gritó Andrés en tono acusatorio-. ¡Nunca señor Mario!
- Hablan de políticos y celebridades -continuó Andrés añadiendo un tono notoriamente enfadado a sus quejas-. ¡Nunca de la gente de a pie, nunca de gente como mi papá!
- Qué quieres que te diga muchacho. Tú padre era importante ¡Esta panadería no hubiera existido sin sus prestamos! Para todos es difícil. Piensa cómo debe de estar la pobre de tu madre.
Andrés no quiso responder a eso. Agarró el sándwich envuelto amablemente por Mario en una serie de servilletas y se fue al trabajo mientras pensaba en el tema.
2 semanas es tiempo, pero no tanto. Andrés empezó a ir en automático, comiendo su sándwich mientras caminaba y se hundía en sus pensamientos. Su madre nunca había sido muy cariñosa, de hecho, mucha gente no sabe cómo carajos una tigra como esa termino con alguien como Benito. Andrés lo sabia, su padre se enamoro de su madre, y con el tiempo, la cosa fue tomando forma...