PARTE IV: ROMANCE Y AMISTAD

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Hogwarts. Presente.

Harry Potter

Podía sentir el agotamiento en mis huesos. La pesades moviéndose hacía mi corazón desde afuera, abarcándolo todo. Ignorar el problema no había ayudado en nada, pero no tenía ganas de afrontarlo ¿Por qué tenía que seguir peleando?, ¿Por qué la paz no se sentía del todo como -estar bien?

Estaba cansado de decirle a Ginny que no. No, no quería tener nada que ver con ella. No me interesaba su caldero porque prefería por mucho una larga varita, pero al parecer la menor de los Weasley no entendía la palabra "No". Había hecho todo lo posible, pero ella seguía sin escuchar y ya estaba agotado de eso.

Por otro lado, algo que era igual de agotador que tratar de convencer a Ginny de mi homosexualidad fue ver a Ron vivir la suya. Si no estaba conmigo o Herms estaba sonrojarse y tartamudeando al ver a cierto Slytherin por los pasillos.

No podía hacer nada por Ginny, pero podía al menos hacer algo por Ron (incluso si no me gustaba mucho Blaise).

Llegados a este punto ayudar a mi mejor amigo a conseguir al chico que le gustaba era 100 veces mejor que encontrar una manera de sobrevivir a un viaje en la caza de las piezas de alma de Voldemort.

—¡Malfoy! —Grite al verlo por el pasillo. Me detuve de mi búsqueda cuando finalmente lo encontré. La ceja rubia de Malfoy se crispo como un tic.

—¿Qué quieres Potter? —Pregunto afortunadamente con niveles mínimos de odio—¿Te cansaste ya de ser alabado? —Su sonrisa era exasperante ¿Podía salirme con la mía dándole un golpe en la cara? El chasquido de su nariz sería catártico—¿O es que ahora te harán una estatua y vienes a restregármelo en la cara? —Respire hondo. Lo necesitaba, no podía golpearlo o no me ayudaría.

Puede que el duende rubio con cara de imbécil, no-mortifago haya desertado hacia la luz a último minuto, pero seguía siendo arrogante y mimado. Activaba en mi interior cada instinto Gryffindor que me decía que era una excelente idea hechizarlo.

—Cállate hurón—Exigí más por mi propia paz mental que por cualquier rivalidad que aún latía entre él y yo—No es nada de eso—Ya me habían ofrecido una estatua, pero Hermione había mirado mi cara por medio segundo y procedió a destripar en pedazos esa sugerencia con tanta saña que nadie nunca más volvió a mencionarlo. Excepto Malfoy, pero él no cuenta porque es un imbécil.

—¿Entonces? —Se cruzo de brazos.

No me servía de nada enemistarlo. Además, él y yo no éramos exactamente enemigos, pero tampoco nos llamaría amigos. Estábamos...tolerándonos...apenas.

—Es sobre tu queridísimo amigo Blaise y la obvia tensión con Ron—Draco de inmediato me prestó la atención que requería. Su sonrisa, si el gesto arrogante podía describirse como tal, se ensancho.

—Te escucho—Si alguien en este castillo podía identificarse con el nivel de agotamiento que provocaba el anhelo de esos dos éramos nosotros (Y Hermione, pero ella más que nada estaba relegada a tratar con Ginny)

—Bien. Tengo un plan—Draco miro alrededor con el ceño fruncido.

—Pero aquí no, Potter. ¿Cómo sobreviviste si hablas de tus planes en los pasillos? —El rodar de ojos era innecesario según mi opinión y la cantidad de incredulidad rayaba lo dramático, pero estaba bien, podía ser el hombre más grande y no alterarme por eso.

—¿Dónde quieres hablar de eso entonces? —Pregunte.

—Vamos a mi habitación—Malfoy dijo de inmediato. Al grano, como si no acabara de soltar una bomba—Ahí podremos hablar con más calma sin que nos interrumpan—Me moví en mis pies incomodo.

La divina magia del amor [HARCY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora