Capítulo 2 - El Bazar Sekken

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- Si necesitas llegar a la Ciudadela Gerudo tienes que pasar por el Bazar Sekken, solo está caminando por unas horas en línea recta.

Él dijo el viajero apuntando la dirección al chico rubio, por el calor se sacó el pañuelo de escala limpiándose el sudor dejando caer su cabellera y sacando de su alforja su cantimplora para tomar un poco de agua. Se acomodó su túnica Hyliana a pesar de que recorrió todo el camino por Epona como también pelear con monstruos el calor era algo que se acostumbraba.

- Ten, mójate la cara.

El hombre de lenes había saco un balde de agua para el rubio.

- Gracias.

Una vez se mojó se sintió más fresco. Se subió a su caballo para seguir el camino al desierto cuando entonces el mismo hombre de antes de puso frente a él.

- Los caballos no puedes ir al desierto.

Así que tenía que ir a pie. Los caballos no iban al desierto, el calor es infernal como el desierto engañoso. Tome a Epona para que sea cuidada en el establo. Cuando estaba por irse su caballo le dio una mira triste, como si ella supiera que no podía ir, pero de querer intentarlo. El rubio acaricio a su yegua con cariño, le prometió que volvería. Se despidió acariciando su mejilla al hocico del caballo, un gesto que la yegua correspondió.

- Buena chica.

- De camino en el Bazar Sekken puede que sufras de insolación ¿Tienes una poción gélida o ropa para el calor?

El rubio negó con la cabeza mientras caminaba a la entrada del desierto.

- Si tienes gelatina chuchu úsala para no insolarte, tienen agua dentro o ve por las sombras.

El joven no era muy hablador, pero entendió bien el mensaje. Adentrándose en el desiert donde todo lo que podía ver era la arena chocando contra el cielo azul sin fin, hasta el horizonte. El sol del mediodía derrama su abrasador resplandor sobre la arena, creando un horizonte ondulante que parece infinito. El aire seco y caliente envuelve cada paso que daba.

A lo lejos, podía ver las montañas y también las gigantes estatuas Gerudo que se alzan como guardianas eternas, cortando el cielo como cuchillos de piedra, testigos mudas de siglos de leyendas. Hubo problemas como todo en su camino Lyzalfos eléctricos, eran fáciles cuando les daba con su arco, pero siempre era complicando cuando iban en grupo.

Había caminado por una hora por lo que se subió a una duna donde activo el catalejo de la tableta Sheikah. Ninguna pista alguna de sobre el Bazar Sekken, entonces su visión se tomó extraña, como si comenzara a debilitarse, por el calor, saco una gelatina chuchu haciéndola explotar sobre su cuerpo, llenándolo de agua refrescante.

Las Gerudo que se había encontrado en su camino le dijeron que el viento del desierto susurra secretos ancestrales, susurra historias de valientes guerreras Gerudo, de mercaderes que cruzan este inhóspito terreno en busca de tesoros.

A pesar de la aparente desolación, del desierto Gerudo era un lugar de misterio y maravilla, donde la supervivencia es una danza constante con la naturaleza implacable, en su caminata también tomo algunas frutas y hierbas en el camino, ya después averiguaría que hacer con ellas.

Había decidido ir a ese lugar, por simple atracción, como si esa voz del desierto hubiera viajado hasta Kakariko para llegar a mis oídos. Fue cuando tuvo que obtener su paravela con el leñador Entrando a los santuarios de la meseta. Porque resulta que el leñdor era el alma del Rey de Hyrule que me ayudo a saber cómo mi historia o de la persona quien era, estaba relacionada con la princesa Zelda, aunque quien fui sonaba y sentía como algo tan lejano, quería recuperar lo que perdí, quiero escuchar esa voz de nuevo.

El Novio GerudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora