Padres - Kimetsu no Yaiba / Omegaverse

🌞 No todo esta perdido 🌞

— ¡Sanemi! ¡Rápido! ¡Vamos a llegar tarde, idiota! —gritó Inosuke.

Ya habían dejado a los niños con sus respectivos cuidadores y tenían las maletas listas, pero Sanemi continuaba buscando su pasaporte.

— ¡Mierda, el pasaporte no está por ningún lado! —comentó bastante irritado el peliblanco.

El ojiverde rodó los ojos con molestia y se acercó al mueble de la entrada en la que guardaban sus cosas importantes o fuera del alcance de los niños, rebuscó un poco y encontró el pasaporte de su esposo.

— ¡Acá esta! —gritó desde la planta baja.
— ¡Voy! —bajó corriendo las escaleras y se aproximó a su esposo, cogiendo el pasaporte de sus manos— ¿Donde estaba?
— Allí —señaló con la cabeza Inosuke y nuevamente volvió a sus ansias— ¡Vamos! ¡Se nos hará tarde!
— Ya, ya voy —dijo el pelialbino acercándose y cogiendo las llaves del hogar.

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Tanjiro estaba destrozado, estaba enojado, furioso con Kyojuro, ni siquiera tenía ganas de ir a casa. Estaba pensando en tomar las cosas de sus pequeños y suyas, e irse a vivir a otro lugar. Estaba a nada de hacerlo. Kyojuro no llamó, no insistió.

'¿Realmente ya dejo de amarme?' dijo algo decaído y movió la cabeza, esfumando esos pensamientos.

Tanjiro miró a Giyuu, había venido a visitarlo no a estresarlo más.

— Lamento venir y no ser una buena compañía. —se disculpo Kamado.
— Uh, no, no te preocupes. Sólo necesitamos hablar mucho, creo —sonrío levemente.
— Sí, tiene razón... ¿Cómo se ha sentido últimamente? —Giyuu suspiró ante la pregunta del chico.
— Bueno... No puedo definirlo con exactitud, es... Culpa y dolor al mismo tiempo, tal vez, estoy abrumado. Sé qué no tengo la culpa, me lo han dicho, pero... Siento por momentos que tal vez, pude hacer más. —Tanjiro miro con atención al hombre, escuchándolo.
— ¿Hacer más? —Giyuu asintió.
— Debí haber cuidado mejor de mí. A estas alturas no vale venir y hacerse mierda la cabeza pensándolo, pero, hasta hace unas horas tenía temor de ser juzgado o abandonado por Sabito, sinceramente no podría con eso.
— ¿Le afecta la opinión de su esposo?
— Demasiado. No... No quiero perder a la razón de mi alegría. —Tanjiro suspiró.
— Estoy seguro de qué usted no lo perdió, ni lo perderá. Es la pareja más sólida que conozco.
— ¿Lo crees? —el peliburdeos asintió.
— Lo creo.

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Kyojuro manejó hacía su hogar, ingresó y lo encontró sin nadie adentro. Llamó a Kamado por las escaleras, pero nadie respondió. El rubio se sentó en el sofá y cerró los ojos, pensando... ¿Qué estaba pasando en su relación? ¿Porqué de pronto todo se volvió tan monótono y frío? ¿En que momento..? Kyojuro suspiró y se quedó en silencio.

'¿Qué más puedo hacer?' pensó.

Después de unas horas en silencio, dieron la 1 y media de la tarde. La puerta sonó y su esposo entró, al encontrarse con él, se quedaron callados, mirándose, el omega desprendía feromonas de rechazo y enojo, sería riesgoso acercarse en ese estado.

— Tanjiro. —llamó el mayor.

El peliburdeos lo observó, a la defensiva y sin despegar la mirada, guardó silencio.

— Necesitamos hablar, ¿no es así? —habló nuevamente el rubio.
— No. No. No necesito hablar más contigo, sé lo que vi. Sabía que algo estaba mal, pero, ¿eso? Fue demasiado.

Kyojuro se acercó y tomó su muñeca con cuidado de no lastimarlo.

— Sé lo que viste. Sé que te hizo sentir mal.
— Y si lo sabes, ¿que debes preguntar?
— No es lo que piensas. Es mi clienta, estuve dándole apoyo, solo eso. —la mirada del omega se llenó de esperanza.
— ¿De verdad? —Kyojuro asintió.
— Te lo juro.

Kamado lo miró y sus ojos comenzaron a lagrimear, abrazo a Kyojuro y hundió su rostro en el pecho de su esposo, mientras sollozaba. El rubio sonrío y acarició su cabello, calmandolo, libero algunas feromonas y suspiró.

— Sé que últimamente nada es igual, y es normal, todos cambiamos, como pareja o como persona, cambiamos. Sé que yo no lo estoy haciendo para bien, pero prometo mejorar, eres... Simplemente eres todo para mí, ¿bien? —Tanjiro asintió, ocultando su rostro en el pecho de su pareja.
— Bien.

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Genya estaba sentado en su escritorio, revisando algunos documentos de su trabajo, suspiró y miró la computadora, retirando sus lentes y frotando sus ojos.

— Necesito descansar...

El pelinegro se levantó y caminó hacía la cocina, tomó un vaso de agua y se estiró un poco, de reojo, pudo ver a Muichiro leyendo y sonrío. Se acercó lentamente y le dio un beso en la cabeza.

— ¿Qué haces?
— Leyendo, ¿no ves? Oh, claro, estás sin lentes.
— Mmm... ¿Que lees?
— Un libro.
— Vaya. Hoy estamos de malas, al parecer.
— ¿De qué hablas?