Mi padre me dijo ayer que el día que fui traída hasta su puerta por mi madre biológica, la muerte y la vida danzaron misteriosamente por todas partes. Los accidentes más extraños ocurrieron al mismo tiempo que los nacimientos más milagrosos se llevaron a cabo, los últimos suspiros se escaparon y las primeras risas se escucharon, de las zonas más extrañas florecieron preciosísimas rosas negras a la par que las plantas se marchitaban incluso si hace unos segundos estaban más vivas que nunca, el viento llevaba consigo cantos de alegría y los llantos del dolor. Como si mi sola llegada a su vida significase una especie de dualidad continua que jamás lo abandonaría y que infectaría a cualquiera que se atreviese a tan siquiera respirar muy cerca de mí. Mi padre me dijo ayer que, ahora que finalmente se detenía a pensarlo de forma objetiva, realmente habían existido varias cosas extrañas con respecto a cómo conoció a mi madre, las suficientes como para que él hubiese sido estúpido por jamás haberlo notado antes. Las suficientes como para incluso hubiera sido lo más acertado e inteligente haberse esperado a esa gente tan extraña llamando a nuestra puerta de momento a otro.
Vamos a ver, que me estoy adelantando y seguramente no te estás enterando de nada. No te preocupes, colega, yo tampoco lo entendía todo al inicio. Deberías estar muy agradecido conmigo, te estoy dando muchísimo más contexto del que me dieron a mí... suertudo.
Mira, colega, yo no quería ser una semidiosa, ni siquiera sabía nada de mitología hace un par de días, te lo digo en serio, todo lo que sabía de los mitos griegos es que había un tal Zeus, una tal Afrodita y poco más que eso, y lo de Zeus me lo sé porque un amigo mío había llamado así a su perro. Pero la vida da muchas vueltas, y ahora, por algún motivo, tengo el peso de una profecía —sí, una profecía, tócate las narices— sobre mis pobres hombros.
Vale, perdona, lo sé, lo sé, sigo adelantándome. Deja que me presente, soy Anna Summers y soy el producto de los celos y las malas decisiones de una mujer casada amargada que llevaba demasiados chupitos encima, mira tú que gracia.
¿Sabías que está demostrado que las mujeres solteras son más felices que las casadas? Yo te lo dejo ahí, colega, como dato interesante para cada vez que veas a tu pobre madre suspirando con demasiada pesadez.
Verás, aparentemente todas mis desgracias, a diferencia de lo que yo había pensado, comenzaron exactamente cuando—
¿Eh? ¿Cómo dices? ¿Quieres saber dónde está Elsa?
¿Quién narices es Elsa? ¿A mí que me estás contando? Eso de que yo acabo de llegar no lo has entendido ¿o qué? Mira, deja que te siga contando mi historia y cuando me entere algo de esa tal Elsa, te lo comento de inmediato ¿vale? Venga, sigamos.
Como iba diciendo antes de que me atacaras con tus impacientes preguntas que no vienen al caso, todos mis problemas empezaron exactamente un 28 de enero de hace varios años atrás, ahora mismo esa fecha para ti seguramente no significa nada realmente especial, tampoco significaba nada para mí, pero ayer descubrí que se trataba de un cumpleaños. El cumpleaños de Nico di Angelo, para ser exactos, el cumpleaños de mi hermanastro.
Señoras, señores y preciada gente no binaria, mi madre es la buena de Perséfone, diosa de la primavera, hija de Deméter y Zeus, esposa de Hades y reina del Inframundo. Lo sé, yo también lo flipe bastante cuando me enteré de esto, yo, que hace unos días era completamente normal y corriente, en verdad soy mitad divina porque a mi madre los celos la estaban matando ¡Yupi!
Te estarás preguntando: ¿Anna, por qué Perséfone se liaría con un simple mortal cuando está —más o menos— felizmente casada con Hades?
Pues mira, colega, la historia es un poquito larga, ¿qué tal si mejor te comento qué fue lo que me pasó ayer?

ESTÁS LEYENDO
Percy Jackson y la Venganza por Cleóbula.
FanfictionEl Olimpo se derrumbará por completo ante la amenaza de un corazón roto y una familia destrozada, desde la tierra surge una oportunidad de salvar a los dioses, la única forma de detener la calamidad que pronto inundará al Monte Olimpo. Y por mucho q...