Que te digo que quiero saltar la introducción, deja de contarme tu vida

19 2 0
                                    

En cuanto las puertas del ascensor se abren, algo se me echa encima en un abrazo de oso que apenas me deja respirar y me mantiene recostada incómodamente sobre el frío suelo del elevador. Me gustaría decir que lo de no poder respirar era una exageración, colega, pero con dos brazos tan firmemente rodeándome el cuello y el cansancio que mi cuerpo seguía arrastrando, realmente se me estaba haciendo muy complicado todo el tema de obtener algo de aire.

El ambiente es pesado, frío y desolador. El Inframundo, colega, por algún motivo siento me está recibiendo con cariño y todo, y no tenía mucho que ver con el abrazo ahorcador que me estaban dando en esos momentos.

Lo cierto es que mi cabeza finalmente comprende que es Rapunzel quien me estaba abrazando con tanta fuerza cuando me doy cuenta de que ese pitido que escuchaba de fondo en verdad eran sus llantos y sus regaños en mi contra. Porque aparentemente el hecho de que Haddock nos hubiera separado y que ellas hubieran acabado como visitantes en el Inframundo era todo mi culpa.

—No me puedo creer que sigas viva —la escucho lloriquear mientras su abrazo se aprieta aún más, obligándome a sacudir desesperada las piernas y darle varias palmadas en la espalda para llamar su atención.

—Punzie, no respiro —le digo con un hilillo de voz, consiguiendo de inmediato que se aparte y me deje finalmente obtener algo de aire. Jadeo bruscamente y tomo tanto aire como puedo, me enternece que estuviera tan preocupada por mí, pero de que ha estado a punto de matarme, ha estado a punto de matarme. Una vez tengo más control sobre mi respiración, puedo sonreírle con mucho esfuerzo de por medio—. ¿Tú estás bien?

Rapunzel intenta responder con palabras, pero no puede dejar de llorar por mucho que lo intenta, así que entre llantos y jadeos consigue asentir varias veces, me levanto un poco para estar sentada en vez de recostada, le rodeo la cintura y la abrazo con todas mis fuerzas, las cuales en estos momentos no son muchas.

—No me puedo creer que sigas viva —oigo la voz sorprendida y agotada de Astrid. Alzo la mirada y la veo apoyada contra el marco izquierdo del elevador—. No me digas que le has ganado a Haddock... tan rápido además.

Sin vergüenza alguna, niego con la cabeza. —Que va, he perdido tan penosamente que se compadeció de mí y me dejó ir —aunque soy completamente honesta, Astrid suelta una risilla—. No estoy de broma.

El rostro de Astrid es un poema que me encantaría ser capaz de replicar por el resto de mi vida.

—¿Haddock te perdonó la vida porque le diste pena?

—En pocas palabras, sí. Nunca había llorado tanto en la vida.

—¿¡Te pusiste a llorar!?

Me hundo en hombros. —Estaba a punto de morir, perdón por tener una reacción completamente humana y natural.

No me molesta admitir que ante el mínimo problema me pongo a llorar como una niña pequeña, lo que me molesta es que Astrid suelta el suspiro más decepcionado de la historia. No le molesta que me hayan dado una paliza, no le molesta que Haddock esté allí afuera seguramente a punto de conquistar todo el mundo. No, le molesta que haya llorado, porque eso definitivamente lo más importante en este preciso momento, porque eso eso es lo único relevante con respecto al hecho de que sobreviví a mi enfrentamiento con el bendito Hiccup Haddock.

Antes de que Astrid pudiera añadir nada más, mi medio hermano, Nico Di Angelo, el hijo de Hades, llega apresuradamente junto a la mujer de ojos dorados y oscura piel que reconocía de la primera vez que había llegado al Inframundo. 

—¡Estás viva! —señala con una sonrisa de oreja a oreja, adentrándose en el ascensor para arrodillarse a mi lado, ignorando por completo que Rapunzel seguía abrazada a mi cuerpo, llorando con todas sus fuerzas.

Percy Jackson y la Venganza por Cleóbula.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora