Viendo el lado positivo, al menos no tengo que hacerlo todo yo sola

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Rapunzel me toma de la mano.

—¿Qué es lo que te dice a ti Orfeo? —me pregunta así, sin darme un descanso de las locuras de mi madre, como si todo esto fuera completamente normal. 

Suspiro pesadamente mientras me recargo con más brusquedad de lo que esperaba contra el hombro de ella, Rapunzel me toma rápidamente de la mano y comienza a acariciar el dorso con su pulgar, dibujando pequeños círculos invisibles en mi piel. 

—¿Prometes no juzgarme por ello? —cuestiono con delicadeza, dándome cuenta recién la gran vergüenza que sentía por finalmente hablar de ese tema con ella—. No es como si alguno de esos pensamientos me parecieran lógicos o me gustaran en lo absoluto.

Quería añadir algo más, pero Punzie se inclina hacia mí para dejar un tierno beso en mi mejilla, aprieto con fuerza nuestras manos y me acurruco mejor contra ella, ocultando lo mejor posible mi rostro contra su cuello por diversos motivos como, por ejemplo: a pesar de la batalla y de haber sido arrojada fuera del Olimpo, su pelo sigue oliendo a flores y es tremendamente reconfortante. 

—Oye, lo entiendo —me dice, aún acariciando el dorso de mi mano, fingiendo que el hecho de que estuviera recostada contra su cuerpo no significaba la gran cosa—. También he tenido lidiar con los traumas de Eurídice resonando en mi cabeza desde que nos conocimos... no te juzgaré si tú no me juzgas a mí.

Me alejo un poco de ella, con pena y desgana, pero lo hago para que al menos sea sencillo mirarnos a los ojos. Tomo mucho aire y lo dejo salir lentamente, intentando alargar todo lo posible el tiempo en el que no tengo que explicar todo lo que había llegado a pensar por culpa del pasado y los recuerdos de Orfeo. Mantenemos nuestras manos entrelazadas, no sé si ella ya se está cansando de ello, pero yo realmente necesito seguir aferrándome de alguna manera a Rapunzel.

Le cuento absolutamente todo. Cuándo comenzaron los pensamientos de Orfeo, qué era exactamente lo que me hacía pensar, lo que me hacía sentir. Le conté que todo comenzó cuando en mi primera noche en el Campamento quise que sonriera más honestamente y desde entonces todo fue una condenada locura. Le conté, temerosa y muriéndome de la vergüenza, como empecé a preocuparme de verdad cuando no paraba de pensar en mantenerla apartada del resto del mundo para que pudiera ser solo para mí, para que solo yo pudiera apreciarla. No sé por qué —porque en un inicio quise ocultárselo para no espantarla— pero terminé siendo honesta al contarle que, en algún punto las emociones de Orfeo me hicieron comprender a aquella mujer mortal que la mantuvo cautiva del mundo exterior. No entendía por qué no podía dejar de soltar ocasión tras ocasión en la que tuve uno de esos asquerosos sentimientos invadiéndome mi mente, alguna parte de mí rogaba a mi boca de que se cerrara de una vez para que Rapunzel no tuviera que escuchar todas esas locuras, pero otra parte, la que sí que lograba controlar mis palabras, insistía con que tenía que ser completamente honesta.

No me detengo hasta que lo he dicho todo, no paro hasta que no queda absolutamente nada más que contar. Me doy cuenta de lo perdida que está mi mente, de lo resecos que están mis labios y de lo asfixiante que es el nudo en mi garganta que no ha tenido la amabilidad de imposibilitar que siga hablando.

—Orfeo tiene muchos problemas —la escucho bromear, la veo removerse algo incómoda—, no tantos como Eurídice, eso sí.

Frunzo levemente el ceño por la confusión. —¿Qué le pasa a ella?

—Buah, ¿qué no le pasa? —esta vez, con su broma, logro reírme honestamente—. Lo mío empezó antes que tú, cuando quisiste irte. Recuerdo lo horrible que me sentí, la desesperación, no fue porque la chica de la profecía se iba, fue porque sentí que me estabas abandonando... se sintió... se sintió como el peor déjà vu de la historia, cuando me diste la espalda, cuando me apresuré a sujetarte la muñeca —la veo humedecer sus labios rápidamente, la noto temblar un poco—. Estaba... furiosa, frustrada, indignada contigo, estaba hecha un caos mientras no paraba de pensar "no puedes abandonarme, no puedes abandonarme otra vez, voltéate". Y para cuando te convencí de quedarte fue cuando me di cuenta ¿abandonarme otra vez? ¡Si nos acabábamos de conocer!

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⏰ Última actualización: Sep 12 ⏰

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