Pesadillas antes del funeral, no espera así no era...

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Cuatro manos me sostienen los brazos contra el suelo. Pego un brinco intentando soltarme de su cruel agarre, pero solo logro que me claven las uñas. Chillo agudamente mientras siento que logran abrir mi piel lo suficiente como para que empiece a sangrar a borbotones a pesar de que las heridas son en verdad muy pequeñas. De verdad que intento pelear, te lo juro, pero el ambiente es sofocante, no llega oxígeno por mucho que tome bocanadas y bocanadas de aire, la sangre que pierdo me hace mucho más débil y nuevas manos ahora están ahí para sujetarme las piernas que por un momento intenté mover para ayudarme un poco.

Sobre mí hay dos muchachos sin ojos, inclinados sobre mi cuerpo, sujetando con fuerza contra la que se siente un suelo uniforme e inestable de madera.

Quiero chillar y llorar pero todo lo que parezco ser capaz de hacer es temblar bajo el cruel agarre de esos dos niños salidos de las peores pesadillas posibles.

El miedo y el asco se combinan de una forma asfixiantes en el momento en el que de sus cuencas oscuras y vacías empiezan a descender lentamente gotas de sangre que me salpican en la cara. Me cuesta mucho, pero logro mover un poco la cara y cerrar con fuerza la boca. Mis mejillas están empapadas, y no sé si es por el sudor generado por este horrible calor, por la sangre que me gotea en la cara o porque no puedo dejar de llorar y llorar del pánico.

Al menos las manos que sujetan y mantienen quietas mis piernas no parecen tener ninguna intención de hacer que me siga desangrando como una puñetera fuente infinita de sangre.

¿Estoy siendo parte de un ritual satánico? ¿estoy siendo sacrificada? ¿qué narices es lo que está ocurriendo conmigo?

—Eres una cobarde, Anna Summers —me dice uno de ellos, que tiene el cabello más largo y oscuro—. Eres una cobarde, Anna Summers.

—Eres una cobarde, Anna Summers —me empieza a decir el otro. Me hablan con el mismo tono cansado y sin emoción alguna, tiemblo cuando me atrevo a mirarlos fijamente, dándome cuenta de que sus cuencas vacías han empezado a sangrar más y más. Vuelvo a intentar removerme con más fuerza, cualquier cosa que fuese necesaria para apartarme de esos dos monstruos, pero sus uñas están completamente perforadas dentro de mis brazos y el dolor es tan absoluto que no puedo ni tan siquiera chillar en lo absoluto.

Unas uñas rasgan mis mejillas para sujetarme con fuerza la cara y así forzarme a moverla.

Una mujer está sobre mí de momento a otro, mi cabeza de alguna forma está reposando sobre su regazo. Su cabello negro levemente ensortijado está atado en un desastroso moño bajo, sus ojos azules tan intensos y fieros están cansados, llenos de decepción, del dolor de haber sufrido la mayor de las derrotas.

—El tiempo se te agota, Anna Summers —me dice, con mucha más delicadeza de la que esos dos muchachos sin ojos me hablan—. El tiempo se te agota, la lava sube, ya no podemos esperar más.

No sé cómo lo consigo, pero finalmente soy capaz de sollozar por todas las heridas que esos pares de manos están provocando en mi cuerpo. —N... no... no entiendo, no entiendo, no entiendo.

—La lava sube —me repite—. La lava sube y se te acaba el tiempo, se nos acaba el tiempo.

No sé por qué, pero intento mover la cabeza para negar, pero no consigo removerme en contra de sus manos. —No quiero que suba la lava, por favor, no me hagáis daño.

—Las mareas obtendrán pronto el poder absoluto, las ventiscas llegaran al Campamento Mestizo, pequeña lirista.

Frunzo el ceño ante lo último ¿lirista? ¿por qué me llamaba así? ¿qué era lo que significaba?

Pero de mis labios sale otra pregunta. —¿Qué es el poder absoluto?

Sus ojos brillan con crueldad, sus ojos parecen picos de hielo clavándose en mi memoria para siempre, jamás olvidaré esa azul mirada.

Percy Jackson y la Venganza por Cleóbula.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora