Investigando una cabaña ajena, le tengo poco respeto a los muertos

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Vale, esta vez el viajecito fue corto, si no hubiera estado la oscuridad absoluta hubiera sido completamente normal. En verdad, ahora que estaba tumbada en el frío suelo, mirando fijamente una puerta blanca, observando confundida mientras veía flores muertas y ennegrecidas por la sequedad creciendo alrededor del pomo, puedo comprender más o menos que ha ocurrido. Un viaje de sombras, como los viajes de mi hermanastro, felizmente mucho más corto. De alguna forma algo en mí, por el miedo que tenía a recibir un golpe, había sabido que la forma de librarme de la situación era pasando a través de la puerta. Me siento con dificultad en el suelo, aún mirando fijamente las flores secas. 

Vale, recopilemos otra vez, colega. He infectado con sombras —momentáneamente— a la pobre chavala que quería meterme una hostia por un pequeño malentendido, he hecho un viaje de sombras solo para atravesar una puerta —porque eso de abrirlas es muy cutre aparentemente— lejos de otra chica que quería meterme una hostia, y ahora he hecho que crecieran flores muertas en el pomo de la puerta que acabo de atravesar. 

Todo esto es una locura, no te lo voy a negar, pero en cierto punto me interesa muchísimo seguir descubriendo sobre mis poderes, tal vez puedo convertir en una especie de súper villana, solo me falta esforzarme un poco más en la presentación... ¿qué? Vale, vale, dejo ya las bromas malas, no me mires así. 

Finalmente le levanto y me alejo apresuradamente de la puerta por los portazos que empiezo a escuchar. Dios, estoy muerta en cuanto salga de esta cabaña, los gritos de esas tres me lo dejan muy en claro, por lo que decido sencillamente dejar que las flores muertas sigan creciendo, porque seguramente eso es mucho mejor que cualquier tipo de seguro. 

Me apresuro para alejarme de la puerta, prefiero no tener que lidiar con eso, realmente no necesito seguir escuchando todas las cosas que tienen planeado hacer conmigo si es que llego a atreverme a salir de esta nueva zona de confort. No me aparto mucho de la puerta, al menos por el momento y solo porque, a pesar de la poquísima luz de la luna, puedo notar que allí mismo está el interruptor de las luces. 

Abro la boca por completo cuando la luz llega y me doy cuenta de que hay un maldito candelabro precioso en medio del techo, alumbrándolo todo, dejando que unos cuantos brillitos de colorines lleguen a dar en algunas partes. Cierro con brusquedad los ojos con los segundos, todo es demasiado blanco, como si te apuntaran con un foco a la cara, necesito parpadear varias veces para siquiera intentar acostumbrarme. 

Solo hay dos ventanas, una junta a la otra, al final de la cabaña, está absolutamente todo vacío si no fuera por el escritorio cutre conformado por una mesa de madera —menuda sorpresa, está es azul rey y no blanca— y una silla de ruedas muy sencilla; hay tan solo dos camas y no tengo ni idea de por qué, pero siento que eso es increíblemente poco. Hay dos almohadas en una de las camas y ninguna en la otra. 

No puedo evitar acercarme a aquella que no tiene almohada, está perfectamente tendida, ni una sola arruga, como si las sabanas hubieran sido planchadas, como las fotos de muestra de las habitaciones de un hotel cinco estrellas. Cuando finalmente estoy cerca me doy cuenta de que también está llena de polvo y de copos de nieve. Por curiosidad la aprieto, quito la mano de inmediato por lo fría que está, también noto lo duro que es el colchón, como si en verdad fuera un bloque de hielo. Me giro hacia la otra cama, se ve más usada, menos perfecta e impecable, está bien tendida, pero se nota que alguien la usaba constantemente. 

Hago lo mismo, la aprieto y con ella me doy cuenta que está más suave, de acuerdo, teoría confirmada: la tal Elsa Snow dormía en esta.

Alzo y la cabeza y la obviedad me golpea la cara, la pared al lado de la cama está llena de fotografías y garabatos con plumón azul con brillantina. Reconozco de inmediato a la chica rubia, que supongo yo que se llama Rapunzel porque así la llamaron las otras dos. Ella mira a cámara con una sonrisa algo tímida, las mejillas sonrosadas y aferrada a una botella de agua, se ve mucho más joven, a penas una niña pequeña. Una chica de cabello platinado y ojos azules es la que está tomando la foto, trae puesto un suéter enorme que choca muchísimo con el sol potente que se ve detrás de ellas, y tiene una sonrisa conformada por unos labios rojos que sencillamente es hipnótica. Al lado hay otra foto, donde están Rapunzel, Heather y Astrid junto a esa chica de cabello platinado, nuevamente es ella quien toma la foto, con un helado de chocolate en la mano, parece que intentaba centrarse en Rapunzel y su propio helado blanco, pero Heather y Astrid tirándose los helados a la cara terminan robándose el centro de atención. Más abajo finalmente hay uno que ella no ha tomado, sino que lo tomaba Astrid, con una expresión amargada, con Rapunzel riéndose tras su manos a su lado, y Heather inclinada hacia una incómoda chica de cabello platinado.

Percy Jackson y la Venganza por Cleóbula.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora