Capítulo 23: Draconifors

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Sábado 1 de noviembre, 01:02

Unos grandes ojos amarillos la miraban, y de repente...

Estoy volando en escoba con la pelota de Draco en la mano, intentado escapar de los dementores, hasta que uno intenta agarrarme del brazo y sin querer suelto la pelota, que cae en el bosque. Segundos más tarde, me engancho con la rama de un árbol y empiezo a caer al suelo, arañándome con las ramas de los árboles que hay alrededor hasta llegar al suelo. Mi escoba se ha partido en varias partes y las astillas se han clavado en mis manos.

Está empezando a oscurecer y parece que estoy muy lejos del campo de quidditch, cosa que no me gusta nada. He perdido mi zapatilla, la que se me ha enganchado con la rama, pero tampoco puedo ponérmela, porque me he hecho un corte en el empeine del pie. Me incorporo un poco para comprobar los daños, pero no tardo mucho porque los dementores vienen a por mí.

-Los dementores vienen a por mí... -dijo Arabella mientras que entraba en el castillo- ¡Los dementores vienen a por mí! -gritó en mitad del pasillo.

-¿Te pasa algo jovencita? -preguntó el fantasma de Gryffindor, Nick casi decapitado.

-Los dementores... y-yo... Dumbledore.-dijo Arabella entre murmullos.

-Voy a avisar a un profesor, no te muevas de aquí. -le dijo y se esfumó atravesando las paredes.

Comienzo a correr por el bosque, creo que no me verán no hago mucho ruido, pero es prácticamente imposible: los crujidos de las ramas, las hojas, y mi propio caminar me delatan. No sé hacia dónde corro y cada vez están más cerca, son muchos y no puedo escapar...

-¡Señorita Granger! ¿Se encuentra bien? -preguntó la profesora McGonagall mientras la sujetaba por los hombros.

-Son muchos... no puedo escapar... no sé...

-Está comenzando a recordad. Avisa al profesor Snape y al director. ¡Rápido! -ordenó Minerva al fantasma, que obedeció sin rechistar. -Querida, tranquila, estás a salvo.

-No veo... La luna me ilumina, poco...

El profesor y el director llegaron dos minutos más tarde, y se quedaron observando la escena, inquietos: los ojos de la chica estaban blancos, y se intentaba mover en todas direcciones, así que Snape y Dumbledore tuvieron que ayudar a la McGonagall a sujetarla para llevarla al despacho del director.

La luna resplandece en el cielo, casi llena, y es lo único que me ayuda a avanzar, aunque de poco sirve porque un dementor se ha parado justo delante de mí y al frenar en seco, me caigo hacia atrás. Me revuelvo y me intento levantar, pero justo cuando uno de ellos empieza a absorber mi alegría, algo me agarra del brazo y me arrastra de nuevo a las profundidades del bosque.

El animal me ha montado en su lomo, y corre salvaje entre los árboles. Siento seguridad a su lado, y una lágrima rueda por mis mejillas. De un momento a otro, los dementores que antes nos seguían han dejado de hacerlo, pero el animal sigue corriendo hasta que llega cerca del campo de quidditch, donde me deja sobre una piedra, reposando. Levanto la cabeza para ver al animal que acaba de salvarme, y este, un lobo negro como el carbón deja la pelota que he perdido hace un rato en el bosque. Sus ojos color ámbar resplandecen con la luz de la luna, hasta parece sonreírme, y de repente escucho: "Obliviate".

Cuando abre los ojos, Arabella está en el despacho del director, y tanto este como los directores de las casas Gryffindor y Slytherin la están observando atentamente, esperando una respuesta a sus preguntas.

-¿Arabella, estás bien? -pregunta Dumbledore.

-E-eso creo señor director. ¿Cómo... he llegado hasta aquí? -preguntó ella, frotando su frente por el dolor que sentía.

La magia de los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora