🌸Capítulo 8🌸

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Hero

—¿Estás segura que es él?—pregunté mirando a la pantalla de mi móvil. Claudia estaba al otro lado, con los rayos del sol tocando su piel, su frente perlada en sudor, los labios azules por el chicle que se estaba comiendo y mirando hacia lo lejos.

—Sí, mira. Es él.—giró la cámara para que pudiera ver lo que ella estaba viendo.

Lo primero que vi fue arena, hamacas, las olas rompiendo en la orilla del mar y entonces aumentó la imagen y lo vi. En efecto, era él. Mi padre, junto a una mujer que podría tener un par de años que yo, echándole crema en la espalda y el culo de ella. Una extraña sensación de decepción me inundó. El mundo era muy pequeño para que casualmente mi mejor amiga se encontrase con mi padre y la nueva novia, de la que no había tenido la intención de hablarme, en Francia. Me sentía engañada, dolida. Hacía unos pocos días que habíamos hablado por teléfono y no fue ni capaz de mencionarla. No voy a negar que algo dentro de mi había tenido la esperanza de que mis padres se reconciliaran y dejaran el tema del divorcio lo más atrás posible, pero viendo lo visto eso no iba a suceder.

—¿Estás bien?

—Sí.—pero eso era mentira, y no quería mentirle a Claudia—Bueno, no. ¡Qué asco! ¿Cómo ha podido pensar mi madre si quiera que vaya de vacaciones con él? ¿Tendré que conocer a esa mujer y hacer como que me cae bien? ¿Como si no se estuviera acostando con  mi padre?

—Si, es un asco.—hizo una mueca de tristeza—Pero ya han pasado dos años desde que se separó de tu madre y se volvió a California, Hero.

Sí, y bastante lejos. Vale que fuera de alli, que hubiera dejado su país natal para venirse a España con el que decía que era el amor de su vida, pero se había ido a más de nueve mil kilómetros de distancia de mí. Se podría decir que prácticamente me había abandonado. Y, después de todo, mi madre insistía en que fuera de vacaciones allí con él después de que terminara la universidad, a falta de un mes.

—¿Lo estás defendiendo?—le pregunté entre sorprendida y enfadada.

—No, sólo soy razonable. También tiene derecho a rehacer su vida.

¿Rehacer? ¿Y por qué no el volver a intentar recuperar lo que había perdido con mi madre y conmigo?

—¿Y mi madre qué?

—Tu madre se está acostando con tu vecino buenorro, Hero. Eso lo sabemos tú, yo y todo el mundo.

Abrí la boca rápidamente. Claudia ya me lo había dejado caer un par de veces cuando veíamos las miradas que se lanzaban esos dos, desde la ventana, al sacar la basura o incluso al sacar a Spaik, pero mi madre me hubiera dicho algo de haber sido así.

—No está confirmado.

—¡Por supuesto que lo está! Pero como ves, quizás ninguno de los dos es capaz de dar el paso a decirte que han encontrado pareja por cómo reaccionarás.

Me dejé caer en mi mullida cama con el móvil en mi regazo. Justo delante de mí tenía mi tocador blanco con un gran espejo que utilizaba para maquillarme y, ahí en la esquina superior derecha, tenía una foto en la que salía yo con mis padres, en la que ambos me pasaban el brazo por los hombros pero también se miraban con gran pasión. ¿Cuándo se les fue el amor? ¿En qué momento decidieron que sería mejor continuar por caminos separados? ¿Lucharon al menos por recuperar lo que tuvieron antes de darse por vencidos o simplemente dijeron hasta aquí y ya? Seguí paseando la mirada por la pared y vi mis fotografías, las que más me habían gustado y me quedé mirando una que ahora se tornaba más especial que antes. Me había gastado todos mis ahorros en sacar esas tres fotografías en gran tamaño y enmarcarlas para luego colgarlas a ese lado de mi cuarto, justo frente a mi cama y por las noches las miraba y pensaba que yo no dejaría de luchar tan rápido por lo que amo. Yo había encontrado el amor en la fotografía cuando no pude encontrarlo en nadie y siempre pensé que la gente que se enamoraba tenía suerte de poder hacerlo.

Ni un día más sin ti [#1] © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora