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Merlina desarrolla una fascinación casi obsesiva por Mary Shelley después de haber encontrado uno de sus libros en la biblioteca de su familia. Se los lee todos. Incluidos los que eran para un público más maduro. Luego descubrió a Shirley Jackson, Susan Hill, Alma Katsu y pronto, durante casi todo el tiempo libre que tenía, cargaba un nuevo libro de horror en sus manos.

Por alguna razón, eso causa que los niños de su escuela tengan alguna razón más para arremeter contra ella. A Merlina no le importaba, había construido un muro de indiferencia ante las palabras de sus compañeros y aceptado que quizás jamás encajaría en la definición convencional de "normal". Sin embargo, era claro que Enid, que no era nada como ella, no aguantaba los murmullos que de vez en cuando le daban en el pasillo.

A veces Enid se enojaba con el resto de los niños y a Merlina le parecía un poco divertido porque Enid se enojaba muy pocas veces y cuando lo hacía, los colmillos de su boca solían aparecer. Y nunca se lo había dicho pero siempre le había gustado verlos, aunque Enid se quejaba de ellos casi todo el tiempo porque lastimaban su boca. Merlina siempre trataba de contener una sonrisa cuando pasaba.

A pesar de la hostilidad que ocurría con los demás, con el nuevo interés de Merlina sobre los relatos de horror, Enid se convirtió en su principal oyente de sus críticas, por lo que pasaban incluso más tiempo hablando por las noches. Merlina esperaba que debido a la naturaleza asustadiza de la rubia, Enid no quisiera oír nada de las historias que leía, pero la loba la escuchaba todo el tiempo. De vez en cuándo, Enid le pedía que le enseñara sus pasajes favoritos y eso se había convertido en uno de los momentos favoritos de Merlina.

- ¿Nunca has pensado en escribir tu propia historia? - Enid le dice un día durante el recreo después de que Merlina termina de contarle los detalles sobre el último libro que ha leído.

- De hecho, sí. He escrito un cuento corto.

- ¿¡Sí!? ¿Puedo leerlo?

Merlina cierra el libro de su regazo y la mira negando.

- No es tan bueno, Enid.

No era que no quisiera compartir su trabajo, sino que consideraba su primer intento demasiado vergonzoso para ser exhibido.

- ¿Vas a escribir más?

- No lo sé. No lo he pensado.

Enid le sonríe y decide acabar con el tema sabiendo que Merlina no respondía bien a la presión. Después de todo, cuando Merlina estaba segura de algo, no se desviaba de su opinión hasta el final.

- Si lo haces y consideras que es "bueno", quisiera poder ser la primera en leerlo.

Merlina la mira por unos segundos notando la sinceridad en su rostros y asiente para luego comenzar a leer de nuevo y Enid solo se acurruca a su lado, disfrutando del silencio.

...

Merlina continuó escribiendo y escribiendo y escribiendo durante el resto del año escolar, por lo que no le a nadie de su familia de sorpresa cuando decide que quiere ser escritora.

...

Cuando su cumpleaños llega en pleno otoño, sus padres le regalan una máquina de escribir y debería estar, aunque sea un poco feliz, pero ya casi son las seis y Enid aún no llega.

Merlina mira la puerta por octava vez en una hora y con un suspiro resignado, se deja hundir en la silla. Está casi segura que Enid no va a venir. Lo entiende. Habían hablado y Enid le había dicho que no sabía si su madre le iba a dejar ir o cómo haría para ir. Tampoco era la primera que pasaba, ya el año anterior tampoco había venido, pero por alguna razón esta vez tenía un poco de esperanzas de que Enid la acompañara.

EN OTRO UNIVERSO; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora