quince.

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Enid era objetivamente atractiva.

Merlina había pasado casi cinco meses de introspección, luchando por aceptar que podía asociar esa palabra con Enid sin sentir que su estómago daba unas extrañas volteretas cada vez que lo pensaba.

Era normal. Totalmente normal. Estaba segura de que Pugsley pensaba lo mismo que ella. Seguro que había otras personas en su colegio que también lo pensaban. Era normal.

Aún más cuando la cicatriz de su rostro había sanado casi perfectamente. Los genes de hombre lobo ayudando a la cicatrización. Y solo había quedado una marca desde el inicio de la ceja que se extendía hasta el párpado.

Enid odiaba la cicatriz.

Merlina no sabía cómo decirle que desde su perspectiva era… no lo iba a pensar.

A veces no quería pensar en las cosas que tenían que ver sobre Enid. Merlina lo culpaba en haber sido criada con sus padres y escuchar diariamente los miles de adjetivos que usaban para describirse unos a otros. La habían lobotomizado porque Merlina estaba uniendo todo eso idiotamente hacía Enid inconscientemente.

Necesitaba detenerse. Detenerse y reevaluar sus propios pensamientos porque la estaban poniendo nerviosa.

Y no debería estar nerviosa por ver a Enid en su cumpleaños, pero por alguna razón no paraba de darle la vuelta al regalo que tenía en las manos.

— ¿Estás bien, pequeña tormenta? — su padre le pregunta haciendo que todo el rollo en su cabeza se despeje por un segundo. No por las distracción, si no por el hecho de que si Gómez notaba su pequeño momento de cuestionamiento existencial sería mucho peor.

— ¿Por qué no lo estaría? — Merlina respondió rápidamente. La respuesta sonó más forzada de lo que pretendía.

Antes de que diga algo más, Merlina apartó la vista.

Enid se había cortado el cabello. Merlina tuvo apenas dos segundos para procesar que tenía treinta centímetros de cabello menos cuando Enid abrió la puerta de su casa y se lanzara a ella como lo había hecho durante toda la vida para saludarla.

Enid la suelta en seguida sonriendo y Merlina aún huele la fragancia que la rubia suele echarse encima como si su vida dependiera de ello. Quizás eso es lo que hace que pierda la razón, porque en ves de decir algo coherente, su propia boca se mueve por si sola haciendo que suelte la cosa más idiota que se le pasa por la cabeza.

— Te cortaste el cabello.

Oh. Llévame contigo Satán.

Su madre, detrás de ella, se ríe por alguna razón y la hace sentir aún más torpe. Merlina aprieta las manos en su regazo tratando de no mostrar lo horrorizada que está por haber dicho eso.

Enid parece sorprendida por el comentario. Su mano se desliza hacia su pelo, jugueteando con uno de los mechones que ahora caen hasta su hombro. 

— ¿Te gusta?

Merlina parpadea.

— Te ves…bien.

Sus palabras se tambalean por alguna razón y antes de que se pueda avergonzar más, Pugsley la empuja hacia un lado para abrazar a su amiga.

— ¡Feliz cumpleaños, Enid! ¡Me encanta tu pelo! — Pugsley lo dice tan fácilmente haciendo que Enid sonría mientras envuelve en sus brazos a su hermano. 

Merlina sigue congelada en la misma posición tratando de racionalizar el porqué acaba de humillarse en frente de su familia de esa forma.

Una sensación de frustración se apodera de ella y aprieta su regalo en el bolsillo de su saco.

...


Merlina no puede dárselo. Aunque tiene que dárselo en este momento o no habrá otra oportunidad.

Ha pasado toda la noche tratando de encontrar un momento perfecto en el que ambas estén solas para poder entregarle su regalo y después de casi dos horas Enid le dice para caminar un rato al rededor de su casa y Merlina sabe que debe hacerlo ahora.

— ¿En qué piensas?

— Nada muy interesante.

Enid alza su ceja, no muy convencida.

— No lo creo. Siempre estás pensando en cosas interesantes.

Merlina se detiene.

— ¿Todo bien? — Enid para también a su lado. Casi tiene que alzar su cabeza atrás para verla. ¿Desde cuándo Enid es tan alta?

Merlina aprieta la caja dentro de su bolsillo. Tiene que hacerlo. ¡Solo es un regalo! No es tan complicado y aún así se está arrepintiendo por completo haber decidido

— Quería...darte algo por tu cumpleaños.

Le entrega la caja antes de que Enid pueda decir algo y la otra chica lo sostiene con una sonrisa de oreja a oreja.

— No me va a explotar, ¿verdad?

— Hoy no.

Enid ríe en voz baja y desenvuelve el regalo. Merlina siente como su respiración se detiene lentamente.

De repente la sonrisa de Enid desaparece. Enid se queda en silencio observando la cadena que Merlina acaba de regalarle como si no pudiera creer lo que está viendo. La rubia repasa el engravado que tiene en la parte de atrás el collar de oro sintiendo las letras que están sobre el metal.

— ¿Addams? 

Los ojos de Enid se llenan de lágrimas mientras observa el apellido de su familia meticulosamente grabado en el collar. Merlina sabe porqué. Para su familia es un símbolo de protección bajo su clan. Merlina sabe que Enid lo sabe.

Enid busca silenciosamente una confirmación en la mirada de Merlina, como si no estuviera segura de que ella también comprende el peso de lo que acaba de darle.

— Era de mi tatarabuela. — Merlina dice suavemente — Le pregunté a mi madre si podía dartelo, ella dijo que estaba bien.

Esa simple afirmación parece disipar cualquier duda en la mente de Enid. Enid sonríe con los ojos llorosos y se pasa la mano por su cachete tratando de limpiarse la humedad que cae por su mejilla.

— Es precioso, Mer. Es... me encanta.

El rostro de Merlina se relaja cuando escucha eso. — Me alegro.

— ¿Me ayudas a ponermelo?

Merlina asiente en silencio, girándose hacia la espalda de Enid para ayudarla con el collar.

Ahí lo escucha. Lo que termina siendo el momento en el que todo cambia para ella.

— Te quiero.

Enid se lo dice de forma tan suave que casi parece que lo ha murmurado para si misma. Merlina se congela por un segundo.

— ¿Lo sabes, no? Te quiero muchísimo. — esta vez lo dice más alto, puede escuchar la voz de Enid casi titubear.

Y es quizás solo es el hecho de que Enid está de espaldas por el que puede responder finalmente algo que lleva guardando desde hace tiempo.

— Yo también.

La palabra le pesa en la boca. Merlina no es tonta. Y sabe que hay más significado detrás de lo que ha dicho. Eso le aterra demasiado.

...

Ni siquiera puede pensar con calma sobre lo que está ocurriendo con Enid y ella porque la semana siguiente la herencia familiar se hace presente en ella de la forma más bizarra posible.

De pronto, su único problema no son los estúpidos sentimientos que tiene hacia su mejor amiga, pero también las visiones macabras que aparecen cada vez que toca a alguien. Y ,oh, satán, va a tener que cortarle las manos a Enid.

...

..

Revivieron mis ganas de escribir así que sigamooos

Merlina finalmente no es la despistada de la historia, ahora lo serán las dos yey!!

EN OTRO UNIVERSO; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora