diez.

801 123 36
                                    

Es luna llena y toda la familia de Enid está en el bosque.

A excepción de Enid.

Apenas ha cumplido diez años y los hombres-lobos no comienzan a transformarse hasta los doce. Aunque Merlina no logra comprender qué tan normal es dejar a la menor de sus crías en una cabaña en medio de la nada en pleno New Jersey. Ni siquiera sus padres se atreven a tanto. Por lo que cuándo Enid le contó que pasaría la noche sola, no tardó en decidir que no debía dejar a su amiga sola. Y además a Esther no le gustaba que estuviera cerca de Enid así que para Merlina era un punto a favor hacer enojar a la matriarca de los Sinclair.

Por eso está parada debajo de la ventana del cuarto de Enid después de haberse escabullido de su propia casa.

Merlina tira una piedra con precisión al cristal y espera por unos momentos hasta que Enid saca la cabeza apresuradamente por la ventana.

— ¿¡Qué haces aquí!?

— Voy a subir. —Merlina responde tranquilamente, lanzando un pedazo de cuerda hacia la ventana de Enid. Enid lo agarra, confundida. —. Sosténlo.

— ¡Espera, espera, espera! ¡Te vas a caer! —Enid dice frenéticamente al ver a Merlina sujetar la cuerda con fuerza y Enid la suelta lanzándola de nuevo hacia abajo.

Merlina resopla volviendo a agarrar el pedazo de soga.

— No me voy a caer, Enid. He hecho esto cientos de veces.

— ¡No! Voy a abrirte la puerta.

Enid niega con la cabeza antes de desaparecer de la ventana.

Merlina espera unos momentos hasta que Enid abre la puerta delantera de su casa y Merlina tiene que pestañear al ver todo el conjunto de la pijama rosada que lleva encima. A veces se pregunta si Enid en verdad está obsesionada con ese color.

— Pensé que era broma cuando dijiste que ibas a venir — Enid dice mientras agarra ambas manos de Merlina antes de abrazarla.

Hace unos años la hubiera empujado por tratar de abrazarla, pero ha encontrado que los abrazos de Enid no la molestan tanto, aún más cuando a veces parece que Enid la va a asfixiar porque no suele medir su fuerza.

— Yo no bromeo.

Enid se separa de ella con una sonrisa en su rostro. — Gracias, Merli.

Merlina arruga su rostro.

— No me digas así.

— ¿Mer?

Merlina asiente.

— Mejor.

Enid agarra su mano y la comienza a guiar hacia adentro de su casa. El silencio parece casi irreal. De las pocas veces que había estado en la casa de los Sinclair antes de que la madre de Enid se lo prohibiera, terminaba con un dolor de cabeza, por tanto ruido que el resto de la familia de Enid hacía. Le agradaba más el lugar sin ninguno de los hermanos de Enid.

— ¿Tú papas saben que estás aquí?

Merlina para en seco. Oh, casi lo había olvidado.

— No, me escapé.

—¡Merlina!

— No te preocupes, no lo hice sola — Merlina lleva la mochila que tiene en su espalda a su pecho y la abre— traje a Dedos.

La mano salta al hombro de Merlina y los ojos de Enid se iluminan. Enid había aprendido en poco tiempo a comunicarse con el Addams más diminuto después de descubrir que compartían una misma afición que Merlina nunca iba a entender:

EN OTRO UNIVERSO; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora