Capítulo 7 "Conquístame, te doy permiso"

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Habían pasado cinco días desde que yo había decidido usar esas ropas medievales para que mi esposo se sintiera más cómodo, la ingle me picaba terriblemente y el escozor en el cuello se volvía cada vez más insoportable, ni siquiera mencionaré la insufrible cantidad de veces que los olanes de las mangas me dejaron atrapado por aquí y por allá cada vez que movía mis manos, pero no podría quejarme; tenía un propósito claro.

El suministro de velas no escaseaba tampoco porque Horan se encargaba de comprar todo lo que necesitara para que pareciera que estábamos en 1834 quizás. Reemplacé todo lo que la tecnología nos permitía, energía eléctrica, teléfonos, y televisores, y nos quedamos con lo importante:}

Libros, y Louis.

—Aquí lo tienes —exclamó Horan, dejando caer la enorme caja de libros que mandé pedir de Londres y unas copias de Edimburgo.

Louis amaba la literatura y aunque William nunca me lo pidió, decidí convertir el recibidor de Malik en una sala de lectura para Louis con todas las novelas románticas que pude encontrar.

—¡Perfecto!

—Demasiado aburrido diría yo, —resopló, frustrado de la enorme pila de libros que había cargado. Tomó una de las copias y las hojeó rápidamente. Vi cómo fruncía la nariz y alejó el libro de su rostro.

El olor a libros viejos se desprendía de aquellos volúmenes, impregnándose en las cortinas una vez que los apilé.

—¡Ughhh, qué asco! Odio el olor a libros viejos.

—Y es por eso que sigues soltero —bromeé.

—Como sea —bufó Horan, mientras yo me sentaba en el suelo a ordenar los últimos tomos —. Sigo preguntándome por qué haces todo esto. Quiero decir, ¿por qué regalarle libros? ¡Específicamente una biblioteca!

No respondí, solo le resté importancia ya que en parte sí, él tenía razón. Cualquier persona se habría decantado por lo que Horan decía, pero no mi esposo.

Louis amaba los libros, había vivido mil romances en ellos y aunque antes no lo entendí, finalmente acepté que él se enamoraba de los personajes, pero al final del día, él siempre volvía a mí, porque para él, yo era su mejor historia.

—Tienes complejo de...¿cómo se llama el tipo de la película? Ese que parecía que consumía esteroides, brazos y espalda ancha? El tipo de la melena, grandes pies y garras ...ah, emm...¡el que bailaba con Emma Watson!

—Literalmente estás refiriéndote a la Bestia, —bufé esta vez, por su pregunta —es un clásico.

—¡No veo películas! —respondió con ofensa.

—Es un libro.

—Como sea. No eres ése, además, ¿el príncipe no preferiría una noche de pasión? Ya sabes, hay velitas, un buen vino, música romántica y un gran diamante! Apuesto cien libras a que vas a fallar.

—No lo haré.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque lo conozco.

Sí, lo conocía muy bien. Louis había sido el amor más real y honesto que tuve en la vida. Estábamos en la universidad cuando nos conocimos, comenzamos como amigos, pero yo dediqué un tiempo masivo para observarlo y aprender a conocerlo. Fue un flechazo a primera vista sí, pero ahí no se construyó el amor, ahí surgió. Creamos nuestro vínculo lentamente cada día que hablamos, con cada mensaje en la madrugada, con cada visita al supermercado, incluso con cada visita a la lavandería, y con cada pelea. Fueron los pequeños actos los que nos dejaron conectar lento, pero natural.

Regresa, Louis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora