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Nichikā y Hināki se encontraban en la habitación del joven al cual rescataron, lo estaban observando con curiosidad y cierta pena. No era fácil pasar por todo eso y menos tener que recordarlo.

Observaron como este intento moverse, pero lo acomodaron nuevamente y siguieron observando. Había pasado una semana de lo sucedido y se había logrado estabilizar.

— Nichikā — Llamó la gemela mientras tocaba la frente del pelinegro — ¿Crees que despierte?

— No lo sé — Respondió sinceramente mientras acomodaba la manta que lo cubría — ____-Nee-san dijo que posiblemente despierte en unos días más, sus heridas ya están sanando.

— Pero no a comido nada — Recordó mientras dejaba de mirar al chico y miró a su hermana — ¿No tendrá hambre?

Antes de que la gemela pudiera contestar, el muchacho con cabello negro comenzó a abrir los ojos lentamente, intentando acostumbrarse a la luz de su alrededor. Cuando los abrió un poco más, las niñas se dieron cuenta de que aquel joven había perdido el brillo en sus ojos.

— ¿Dónde. . . estoy. . .? — Preguntó con dificultad mientras se acostumbraba a la tenue luz del cuarto — ¿Quienes. . . son. . .?

— Llamaré a ___-nee-san — Murmuró una de las niñas saliendo de la habitación para buscar a la nombrada — Seguro está en su consultorio.

— Tranquilo — Le pidió la otra gemela mientras lo veía con atención — No te preocupes.

— ¿Dónde. . . estoy? — Volvió a preguntar mirándola, no sabía lo que pasaba. ¿Porque estaba ahí? — ¿Quien... eres?

— Está es la mansión Ubuyāshiki — La delicada voz de la peliblanca mayor se escuchó por todo el cuarto, está se acercó a la camilla junto a su sobrina y observó con detenimiento al muchacho, que de igual forma la veía con atención — Me da gusto que ya despertó.

El muchacho no dijo nada, se quedo observando con curiosidad a aquella chica que había entrado en la habitación, tenía el cabello blanco amarrado y adornado con un broche, ojos morados llamativos y vestía un kimono muy elegante y ostentoso, era la misma chica que vio antes.

— ¿Quien. . . eres? — Preguntó débilmente luego de unos minutos en silencio sin apartar su vista de ella, le parecía alguien única, aunque realmente no sabía cómo describir lo que sentía — ¿Cómo... llegué.. aquí?

— Mi nombre es ____, ellas son Nichikā y Hināki — Presentó a la niñas y a ella misma haciendo una reverencia — Te encontramos herido y te trajimos aquí. Podrías decirme. ¿Te duele algo?

— Yo. . . — Murmuró intentando recordar porque estaba herido, pero no recordó nada, su mente estaba en blanco — Me. . . duele un poco la cabeza. . .

— Es normal, pasaste por algo muy fuerte — Explicó sin entrar en detalles, pues no tenía idea si el chico podía recordar algo de lo sucedido — Dime. ¿Te duele algo más?

— No... Si... — Murmuró mientras llevaba su mano a su estómago — El cuerpo. . . me duele el cuerpo. . .

— No te preocupes, te ayudaré para que no te duela más — La peliblanca mayor les dijo algo a las niñas y rápidamente ellas salieron del cuarto — Debes tener hambre, no has comido nada. ¿Cómo te llamas?

El joven miró a la ojimorada y se quedó pensando o más bien perdido, sus ojos lo dejaban hipnotizado por alguna razón, cada vez que los veía podía sentir algo en su interior, no sabe exactamente qué era, pero sentía algo de calidez.

— Tōkito... — Susurró recordando, mientras cerraba los ojos, se sentía muy cansado y quería dormir — Tōkito... Mūichiro.

— Bueno, Tōkito-san... — La voz de la chica lo cautivó, además de que escucharla mencionarlo había echo que sus mejillas se sintieran calientes — Traerán comida en unos minutos, debes recuperar tus fuerzas.

— Arigato. . . — Murmuró intentando sonar amable, pero su voz salió rota, por alguna razón aquella amabilidad lo había puesto de esa forma — Yo...

— Nee-san, aquí está lo que nos pediste — Habló una de la gemelas interrumpiendo al de ojos menta. Ambos jóvenes vieron a las niñas que traían una bandeja de comida y una tetera con té. — Esperemos que sea de su agrado.

— Niñas, el es Tōkito Mūichiro — Presentó la joven a las niñas que asintieron. Mūichiro las observó y luego observó a la mayor, eran casi iguales, ¿Serán hermanas? ¿O sus hijas? — Gracias por traer lo que les pedí, si desean pueden retirarse.

— Si, iremos con mamá — Comentó una mientras dejaba la bandeja en las manos de la peliblanca mayor — Nos quiere decir algo. Nos retiramos.

La mayor solo asíntio para verlas marcharse, cuando desaparecieron de su vista volteó a ver al chico, este estaba solo mirando la puerta por dónde se fueron las niñas. Hasta que sintio la mirada de la peliblanca y la miró.

— Tōkito-san, debes comer — Le recomendó la chica mientras dejaba la bandeja un momento y lo ayudaba a sentarse en la cama — ¿Puedes hacerlo?

— H-hai... — Murmuró mientras la joven de ojos morados le dejaba la bandeja en el regazo, está traía un plato con arroz, un plato con dangos, un plaro con algunos onigiris y un plato con carne y verduras hervidas.

El muchacho intentó tomar los palillos, pero tener tanta comida lo abrumaba de sobre manera, todo se veía muy apetitoso, demasiado para ser real. Con nerviosismo levantó los palillos pero no los pudo agarrar bien y cayeron a la bandeja. Su mano temblaba.

— Lo. . . siento — Se disculpó con vergüenza al ver que no podía ni sostener los palillos, se sentía muy débil — No... No puedo...

— No pasa nada — Dijo la chica con una leve sonrisa y tomó los palillos, con los cuales tomo algo de comida — Permíteme ayudarte.

Levanto los palillos a la altura de la boca del joven que veía esa acción con un brillito en los ojos que desafortunadamente no iban a durar mucho, pero definitivamente aquella amabilidad lo tenía sorprendido. Dudoso y muy nervioso acercó su rostro y acepto la comida dada por la chica. Saboreo con lentitud lo deliciosa que estaba, jamás había probado algo así.

— Me alegra que te guste — Escuchó decir a la joven, quien nuevamente tomó algo de comida y se la ofreció — Por favor, termina todo.

Así los minutos pasaron y todo lo que estaba en la bandeja había sido consumido por el muchacho, que realmente se encontraba satisfecho. Al final la muchacha le sirvió algo de té, le deseó que descansará bien y se dispuso a retirarse llevándose todas las cosas.

— Vendré luego para revisarte Tōkito-san — Le avisó mientras volteaba a verlo, le dió una leve reverencia y se dió la vuelta para continuar — Porfavor, intenta descansar.

Tokitō Mūichiro estaba asombrado a más no poder, la amabilidad y belleza de esa joven lo habían dejado un sentimiento cálido en su interior. Sin embargo aunque no recordara nada de lo que pasó, en su interior también sentía que algo faltaba, se sentía vacío, fue ahí cuando su mirada se oscureció. Ya no recordaría nada, pues su mente había borrado todos los recuerdos.

 Ya no recordaría nada, pues su mente había borrado todos los recuerdos

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«Tú Calida Voz» || Tokitō Mūichiro Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora