Lo siento

256 41 21
                                    

Senku pestañeó lentamente, mirando con completa confusión a la mujer extraña que tenía frente a él.

—¿De qué demonios estás hablando? —solo pudo preguntar, totalmente incrédulo de la tontería que estaba escuchando.

—T-te equivocaste, no sé qué pasó, pero ella no es. ¡Ella no es, soy yo! ¡Yo, Luna Wright! ¡Y ella no es la indicada para ti! —Señaló a Kohaku en la foto del periódico—. Tú eres mi prometido. Todo este tiempo estuve buscándote, ¡y cuando al fin te encuentro estás con otra! ¡Te equivocaste!

—Eso no es posible. —Rio, incrédulo y un poco molesto, aparte de confundido—. Tú debes estar equivocada, seguro que me confundes con alguien más.

—¡No estoy equivocada, tú te equivocaste! ¡Yo te vi ese día! ¡Cuando nuestros anillos se formaron en la multitud frente al parque central de Tokio! —Ante esas palabras, Senku se congeló.

—Si eso es cierto... —habló lentamente, cautelosamente—. ¿Por qué no dijiste nada ese día? Si me viste, ¿por qué me dejaste alejarme como si nada? Si lo que dices es cierto. —Rascó su oído con fastidio, creyendo haberla atrapado en su mentira.

—Yo traía un solo guante —dijo ella, secándose los ojos—. Me había sacado uno solo y entonces choque contigo, nuestras manos se rozaron y vi que se formó tu anillo. Me quedé en shock, pero la mano de mi anillo estaba enguantada y Carlos, mi guardaespaldas, me estaba jalando para sacarme de la multitud. Solo me soltó cuando salimos de la multitud y subimos al auto, y ahí pude quitarme el otro guante y ver mi anillo. —Levantó su mano, enseñándole una banda de plata muy parecida a la que él tenía, pero con un solo pequeño diamante rosado coronándolo—. Y no solo eso, el auto ya estaba arrancando y el chofer no me hizo caso en detenerse, Carlos y Max tampoco me dejaron bajarme, pero yo saque una foto. —En ese momento, sacó su celular, buscó algo y se lo mostró.

Senku vio en la pantalla la imagen de la multitud de aquel día a través de la ventana de un auto bastante lujoso, reconocía el lugar, y no solo eso, se vio a sí mismo de espaldas, su cabello distintivo sobresalía a pesar de que estaba ya casi saliendo de la multitud de personas. También reconoció la ropa que usó aquel día, y esa fue la única vez que usó aquel traje desde que lo compró. No podía ser un día distinto.

Tragó saliva, con el rostro totalmente pálido.

No.

No era posible. ¡No tenía sentido!

Él ya encontró a su prometida, él ya amaba a esa mujer, él estaba a punto de casarse con su alma gemela y estaba feliz con eso.

¿Se equivocó? ¡No era posible! Hizo los cálculos, todo cuadraba, él ya conocía a Kohaku y lo rápida que era, ella coincidió con él en ese lugar por un amplio margen de probabilidad. ¡Era una prueba muy sólida!

Y, sin embargo, la prueba no era infalible.

La bilis le subió a la garganta por un momento y se llevó la mano a la boca, luego miró a Luna, totalmente horrorizado, antes de negar con la cabeza, con los ojos muy abiertos.

—Esto no prueba nada —dijo sin siquiera pensarlo—. Tú eres la que está equivocada. Ya tengo prometida, así que si estás confundida busca en otra parte y si intentas engañarme no pierdas el tiempo. —Sin más, le cerró la puerta en la cara.

—¡Espera! ¡Por favor! —Ella golpeó repetidamente a su puerta, hasta la escuchó sollozar, pero no sintió ningún tipo de compasión.

Se sentó en su sofá, con las manos sujetando su cabeza desesperadamente.

¿De dónde diablos había salido esta mujer? ¿Por qué mentiría con algo como esto? Tener una duda razonable de ser tu alma gemela era permitido, pero hacerse pasar descaradamente por el enlazado de una persona podía ser duramente castigado por la ley.

Anillo sin parDonde viven las historias. Descúbrelo ahora