Capítulo 21

5.2K 297 4
                                    

Jason no me iba a tratar como caca cuando se le cantara. Porque, claro, cuando me necesitaba se me hacía el bueno pero si estaba de mal humor era como, no sé, su bolsa de boxeo.

Uh, hablando de eso, hoy me tocaba ir a trabajar al lugar de boxeo de Jason. Al principio, pensé en no ir, pero después razoné que Jason no iría. Iba a estar muy devastado y, además, la mamá lo hubiera cagado a pedos por la suspensión. Pero, como siempre, me había equivocado. ¿No va a haber una vez en la que tenga razón?

Estaba limpiando la mesa de unos pelotudos que habían manchado todo con kétchup y coca-cola. Eran mis primeros 10 minutos y ya no daba más. Estaba hecha un desastre: toda chivada, mi rodete de camionero y unas babuchas grises que parecían más trapo que cualquier otra cosa. Y, para mi suerte, entró Jason con la capucha puesta. Estaba irreconocible. Preferí no decir nada y seguir en la mía, iba a mandarme a cagar de vuelta.

Estaba sacado posta, no saludó ni al entrenador (el cual todavía no me aprendo el nombre) ni a nadie. Empezó él solo a saltar la soga sin instrucciones, y después a calentar en la bolsa, aunque ya estaba re caliente de antes porque le daba a la bolsa a no poder más.

Al principio no me preocupaba, lo solía hacer a veces. Pero cuando vi que sus nudillos empezaban a enrojarse más de lo normal, tiré todo lo que tenía. Las venas de la sien le estaban por explotar, y sus nudillos se estaban saliendo de lugar. Me subí al ring y lo agarré de los brazos, todos transpirados, y lo suelto de la bolsa. Le siguió dando, pero lo apreté con más fuerza hasta que se calmó. Le dio un último golpe de descarga y se apoyó sobre la bolsa para descansar sus 20 segundos intensos de golpes.

–¿Por qué seguís intentando, Diamond? –me sorprendió, no me había visto ni la cara pero ya sabía que era yo –¿no te cansás? Te trato como el culo todo el tiempo, pero a vos no parece importarte.

–Me importa, pero entiendo tu situación y sé que no te debe parecer fácil contenerte a alguien faso como yo o que te inventen cosas en la cara como Brown. –intento hacer un chiste para aliviar la tensión, pero al parecer no sirvió porque no se rió –Lo que quiero decirte es que, yo sé que no sos así de agresivo ni que lo hacés a propósito, te agarran estallidos como a todos les pasa –lo solté y lo dejé mirarme.

–¿Ya te agradecí lo suficiente por ser la mejor de todas? –por segunda vez, se le cayó una lágrima de la cara en frente mío. Lloraba más que yo.

–No, pero estaría bueno que lo admitieras –le dije levantando las manos con una sonrisa inocente –mentira, vení y dame un abrazo aunque estés todo chivado –intenté levantar el ánimo, otra vez, y al parecer sirvió porque sonrío y me abrazó. –Sos más lindo cuando sonreís, ¿sabés? Hacelo más seguido, siempre que andás con cara de culo. Y no es una excusa lo de tu papá, porque nunca lo hacés –se sonrojó. No sé porqué le dije que era lindo, estaba poniendo las cosas incómodas.

Los dos miramos sus manos, y estaban desangrándose como las cataratas del Niágara.

–Uh, ya te traigo un hielo –me sonrió y asintió.

Con el hielo en la mano, me lo encontré a Jason atándose los cordones. No podía ser que hasta que el que se ate los cordones me pareciera tierno, más viniendo de él que es lo más agresivo que hay.

Me le acerqué con una sonrisa, y me la devolvió. Me senté al lado suyo y le pedí su mano; se la agarré con la mano izquierda y, con la derecha, le apoyé el hielo. Otra "electricidad" me recorrió el cuerpo, y sé que a él también, por mucho que se lo negara. Tener las manos tocándonos me relajaba también, así como cualquier tacto que tuviéramos lo hacía. Sé que se estaba congelando la mano, pero por alguna razón no me decía nada. Podría estar así toda la vida y no podría quejarme. Pero tenía que dejar de hacerme ilusiones, le tenía que preguntar de sus chicas. Él me vivía repitiendo que soy la mejor amiga, bla bla bla. Quería saber si hay alguien más.

–Y, perdón la ignorancia pero, ¿qué onda Julia? –se rió a carcajadas –no, no entiendo la gracia.

–Perdoname, es que me dio gracia. No hay nada con esa yegua, olvidate –¡qué alivio! Ojalá me esté indirecteando –en realidad, hay otra que conocí el otro día por Nicholas. El día de la fiesta que hice lo de... bueno, vos te acordás. –mi sonrisa se desvaneció de a poco –¿Estás bien? –¿me estás jodiendo? ¿Era la trola esa de la otra vez? Era más fea que una patada en las gomas; no, Jason, ¿cómo voy a estar bien? Preferís a esa rubia teñida que tenía pinta de prostituta antes que a mí. ¿Qué te parece?

–No, sí, sí –tartamudeé. –es que estaba haciendo memoria. Te vi con esa, era una... rubia, ¿puede ser?

–Ah, sí, ¿dónde nos viste? –se puso más serio. Ups.

–Te vi hablando, nada más. ¿Están en algo? –estaba sensible, y se podía decir por mi voz. Espero que no se haya dado cuenta.

–Nah, solo nos estamos hablando. Creo que a ella le gusta otro igual.

–¡Vamos! –pensé en voz alta, qué tarada.

–¿Qué? –me sonrojé.

–Eh, no, nada. Que... me acordé que hoy mamá me iba a comprar Mc –improvisé.

–Ah, bueno, te decía; está saliendo todo bien, creo. El viernes la veo y te cuento, ¿dale? –no, Dios, no. No me cuentes, lo que menos necesito saber es lo que hacés con ese trapo que se tiró lavandina en el pelo.

–Dale, igual me vas a tener que hablar por algún lado que no sea por mensajes gratis porque este celular solo funciona por mensajes de texto y vas a tener que pagar –dije mostrándole mi celular.

–Ah, buenísimo. Te hablo entonces –el profesor de Jason entró y le empezó a gritar a Jason por qué no está trabajando y cosas así –che, te dejo –dijo tocándome el brazo.

–Sí, obvio, es lo que... estaba haciendo –le sonreí y me fui antes de que se me escapara una lágrima.

En mi camino a la cocina me planteé mil cosas. ¿Me estuve haciendo la cabeza de vuelta todo el tiempo? ¿Cómo iba a esperar que fuera su amiga después de todo? No me cerraba, algo había mal.

No, ¿saben qué? Por mucha trolita que anduviera en su cabeza, no me superaba todavía. Se sentía, yo lo sentía. Era imposible, les juro. No se puede expresar en palabras, pero uno se da cuenta. Aparte, todos me lo decían, Nicholas, su mejor amigo, lo decía. ¿A quién le debería hacer caso entonces? ¿A un idiota que todavía no sabe lo que le pasa o a mis instintos?


Within Hate (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora