Doce

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-N

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-N. O.-

Los libros de magia fueron una gran distracción para el pelinegro. Después de que Rubén le diera aquella pequeñísima demostración de lo que era, comenzó a leer un montón de libros acerca del tema, inclusive Rubius se sorprendió por lo rápido que leía y lo sumergido que estaba en su mundo. De cualquier forma, Rubius ni siquiera intentó distraerlo, Vegetta parecía haber encontrado algo que realmente le había gustado y el castaño no quería interrumpirlo debido a lo concentrado que se hallaba, se veía tan adorable a ojos del híbrido de oso, que era inevitable sonreír mientras lo veía ahí, sentado entre las flores y hierbas que había hecho crecer hace unas horas.
De vez en cuando Vegetta balbuceaba palabras incomprensibles para Rubius, mientras hacia una que otra mueca tratando de entender lo que leía. Rubius admiraba la paciencia del contrario, pues él sabía que aquellos libros eran más complicados de entender de lo que parecía, y el de ojos amatista ni siquiera daba señales de querer dejarlo, al contrario, mientras más pasaba el tiempo, más se sumergía en la lectura.

Un par de horas más tarde, Vegetta dejó un nuevo libro de lado para tomarse un descanso, miró a su alrededor y se percató de que Rubius no estaba más en aquél jardín, hizo una pequeña mueca de desconcierto, para después levantarse y entrar a la casa en busca de "osito".

Vegetta.- ¿Osito...?.- Pregunta, mirando por todas partes tratando de ubicarlo, sin embargo, al no tener rastro del chico, decide usar su agudo olfato para dar con él.

Samuel podía distinguir a las personas a distancia gracias a su olor, cada quien tenía uno específico y el de el castaño era, por mucho, de sus favoritos. Rubius tenía un aroma bastante único y que había capturado la atención de Vegetta al instante.

Dicho esto, el pelinegro siguió el rastro del aroma y llegó hasta la cocina del lugar, en dónde encontró al híbrido de oso moviendo algunos productos de la alacena.

Vegetta.- Osito...

Rubius dio un pequeño brinco al verse sorprendido por el pelinegro, se giró a verlo con algo de sorpresa.

Rubius.- Por los Dioses, Veg, que susto me has dado, joder...
Vegetta.- *Ríe* Lo siento...
Rubius.- ¿Te estás riendo de mí, en serio?
Vegetta.- No, no, para nada, no podría...
Rubius.- Sí, claro... Bueno, dejemos eso de lado ¿Qué te parecieron los libros, Veg?

Rubius fue testigo de cómo los bellos ojos amatista del híbrido de lobo se iluminaban aún más al haber escuchado la pregunta, y podría jurar por los Dioses de Karmaland que eran lo más bonito que había visto jamás. Aquellas pupilas dilatadas demostraban la emoción y el encanto que Vegetta tenía por aquellos viejos libros de magia que Rubén ni siquiera sabía que tenía, de cualquier forma, el oso dejó de mirar aquellas bellas orbes para poder concentrarse en las palabras del chico.

Innocent Hybrid // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora