Las grandes puertas de la habitación del rey fueron abiertas por aquella sensual mujer.
-De nuevo despierto su majestad- dijo ella con una sonrisa picara en sus labios color carmesí- El observo cada uno de sus movimientos- Quizá si dejara de pensar en ella podría disfrutar mas de lo que esta a su alrededor- Las manos de la joven viajaron por todo su cuerpo hasta llegar a l broche de su capa, la cual cayo al suelo mostrando un traje de dos piezas que resaltaba las curvas de su bronceado cuerpo.
-No dejare que busques la debilidad del deseo en mi- el rey se adelanto a paso firme hasta llegar a la mujer sujetándola por los brazos e inmovilizándola en el acto, ella lo observo con picardía- No soy como los estúpidos hombres, yo soy un aspecto que soporta el calor del desierto y el fuego. Nadie mas que yo puede controlar lo que siento.
-Yo podría apagar ese intenso fuego que habita en tu interior- Sin darle oportunidad de seguir, el la tomo por las caderas llevándola hacia el escritorio que estaba en un rincón de la habitación, tomando su cuerpo con sensual salvajismo
-Esto es lo que buscas-se dirigió a uno de los hombros de la joven mordiéndolo sin piedad, luego se acerco al cuello e hizo lo mismo hasta que un hilo de sangre se escapo, un gemido de placer se escucho de los labios de la mujer- Una vez que estas cerca de la bestia el único camino que queda es hundirte junto a el- Ella sonrió intentando buscar los labios del rey, pero el se reusó a su tacto. Luego de que el dejara salir a su bestia interior, las ropas de la mujer quedaron esparcidas por toda la habitación.
El no solía ser un caballero cuando del sexo se trataba, por lo que ha la joven no le extraño cuando el se levanto sin decirle nada.
El escultural cuerpo del hombre fue cubierto por una bata hecha de hilos de oro y adornada con costosas joyas, camino hasta salir al balcón de su dormitorio, el cual estaba bañado por la luz de la luna, observo por un instante el paisaje, buscando con su mirada algo que quizá era muy simple de encontrar. El tenia el poder para conseguir lo que deseaba, con el simple hecho de quererlo. Por tal motivo la verdadera pregunta era; ¿deseaba el encontrarla?
De las manos del rey salió una especie de oscuridad que inundo el lugar, de las sombras se formo un espejo tan grande que incluso supero la estatura del rey.
-Búscala- le ordeno el, a aquel mágico objeto el cual centello mostrando en su interior a un hombre de cabellos platinados, el cual sostenía en sus brazos a una joven, la figura femenina no se apreciaba con exactitud debido a que la inmensa altura de aquel hombre la escondía con recelo. observó con detalle el vestido blanco que cubría el delgado cuerpo de aquella chica.
Sin embargo esta visión del espejo cambio de repente como si de una película se tratara. Esta vez había un joven con vestimenta elegante y cabellos como la plata, el cual sostenía la mano de la joven.- Te amo- susurro ella.
Los ojos del rey ardieron como un incendio al escuchar a aquella mujer-Maldita sea ese atroz color, lo odio con todo mi ser- grito el rey, deshaciendo el espejo con una sola orden de sus manos. Tan poderoso era que ni siquiera debía hablar para que su poder lo obedeciera sin rechistar.
-Mi rey- El voltio su cuerpo hacia el interior de la habitación en donde se encontraba de pie la mujer con la que hace unos momentos había estado, ella sonrió al observarlo y sin perder tiempo camino hacia el.
-¿Que haces aquí?
Ella arrugo el entrecejo sin embargo hizo caso omiso a la pregunta de su rey- Al fin se decidió por buscar a la chica- Sin embargo mas que una pregunta, las palabras de ella habían sido una afirmación, en su interior no pudo evitar sentir celos por aquella joven.
-No tiene porque interesarte- El rey la observo con profundidad, acto que la mujer que tenia enfrente amo, eso era lo que mas le gustaba, que el podía ser un monstruo pero era capaz de ver mas allá en la profundidad de su interior.
-A ti si te interesaría si te digo quienes eran los hombres en el espejo- El la observo con notable curiosidad, una expresión de complacencia se dibujo en su rostro al escuchar a la rubia.
-Si me dices lo que sabes, quizá podría darte una recompensa- El levanto una ceja, mirando con desinterés a la mujer, ella sintió un revoloteo en su estomago al verlo actuar de aquella manera.
-El primero es Gastón, el coronel del reino de Asteria y el segundo es el rey- el no mostro ninguna expresión- Por la escena la mujer a la que buscas debe ser Adara princesa de Asteria- por un momento la expresión del rey se volvió oscura, su esencia desprendió magia en todo su esplendor al escuchar el nombre de aquella mujer a la que se empecinaba en odiar. Luego sintió como cada pieza encajaba perfectamente. Por su parte la joven lo observaba con atención, temblando de terror, al pensar que el rey la podría cambiar por aquella chica, después de todo yo renuncie a mi poder por el, pensó aquella rubia.
-¿Por que no dices nada?- el dirigió una dura mirada a la joven y ella se encogió por la gélida mirada de el.- Perdón, no debí preguntar, es solo que...- el rey levanto una de sus cejas intentando que la poca paciencia que poseía no se le escapara, odiaba a las entrometidas.- Tengo miedo de que algún día la ames- susurro tan bajito que no parecía la mujer confiada que ella era.
El rey rodo los ojos al escucharla y camino hacia el interior de la habitación, sin contestar al comentario de la mujer- ¿Por que no respondes?- insistió ella siguiendolo.
El tomo una de las copas de oro y vacío en ella un vino tan rojo como la sangre- No tengo porque contestarte- llevo su copa a los labios saboreando el dulce sabor del liquido carmesí, luego se acerco a la rubia - te recuerdo que no somos nada.
-Pero majestad, ella es su...- la mirada furiosa del rey basto para que ella no terminara su oración.
-Ella no es nada, lo único que provoca en mi es odio- El rey dejo la copa de manera brusca en la mesa lo que provocó que esta se quebrara, la mujer se encogió con temor al escuchar el estruendo- No hagas eso. Puedo ser una bestia pero no soy un abusador.
-Lose jamás me lastimarías- ella le sonrió de manera soñadora, pensando en que era la única mujer en la vida del rey.
El no respondió.
-Es hora de que te vallas- ella asintió, aunque antes de salí lo observo en silencio, sabia que no podía despedirse de manera cariñosa de el, porque el rey no era un hombre hecho de dulzura, el era como una de esas bestias con cuerpos de ángeles que te hacen adictos a ellos.
Cuando la rubia salió de la habitación, el rey salió de nuevo a la terraza y volvió a crear el espejo, el cual reflejaba la imagen distorsionada de aquella mujer- te odio y eso nunca cambiara. Te destruiré y jamás serás capaz de darte cuenta.
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Astraea el reino maldito
RomansDesde que tenia memoria, siempre había crecido a la sombra de su perfecta hermana. Todo lo que el reino quería lo era Adara Lounfost. Todos esperaban que ella fuera la reina. Pero un rey caprichoso no pensaba lo mismo, porque en cuanto sus ojos capt...