Prologo

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Rusia, hace treinta años.

Frank.

La bilis sube por mi garganta mientras que hago todo lo posible por quedarme tan quieto como puedo, mantener mi rostro inexpresivo, Klaus tiembla ligeramente a mi izquierda, sus mejillas están manchadas con las lágrimas, uno de sus ojos estaba caído, aún ennegrecido por los golpes, su labio había mejorado, pero el desafío en su mirada era al igual que siempre, lo que lo metía en problemas.

Aleksey, del otro lado de Klaus, está en silencio, mirando al frente, su postura rígida y al igual que siempre, una sonrisa cruel en el rostro de mi hermano menor ante la escena frente a él.

Nikolay, aún demasiado pequeño para siquiera hablar, está en los brazos de mi madre, que al igual que yo, aparta la mirada con cada golpe, mientras que el perpetrador, nuestro padre, nos miraba con expresión irritada

— ¡Debería darles vergüenza! — se queja, empujando a Anatoly a un lado, desechándolo como un perro, mi medio hermano, uno de los tantos bastardos de mi padre, llora, su rostro está completamente ensangrentado, y su brazo en una posición extraña — No son más que unos putos maricas — insiste padre, escupiendo sobre Anatoly.

— No fue su culpa — se queja Klaus, al igual que siempre, desafiando a mi padre, quisiera ser más como él, capaz de mirarlo a los ojos, sin tener miedo a sus golpes.

Mikhail Petrov, el monstruo al que debo llamar padre, da un paso hacia nosotros, era un hombre enorme, fuerte, grande, aterrador, y cruel, la única vez que me había dado una sonrisa orgullosa fue el día en que utilicé un arma por primera vez de forma correcta.

Había matado a mi mejor amigo ese día, y el bastardo había sonreído, felicitándome por haber sido valiente.

Pero no soy valiente, soy un cobarde, y él lo sabe, yo no soy como Aleksey, no tengo sus ojos grises, como Klaus, solo soy obediente, porque estoy asustado.

— Mikhail, no — dice mamá con voz severa cuando la enorme mano de mi padre, casi del tamaño de mi cabeza, toma el frágil cuello de Klaus, mi madre es una mujer dulce, lo sé porque en las noches, cuando cree que duermo, besa mi mejilla y me arropa, antes solía cantarme, o eso creo.

Mi madre es una mujer hermosa también, y yo tengo sus ojos, a veces creo que por eso padre me odia, porque no soy duro y violento como él, soy suave y compasivo, como mi madre, su cabello es rubio, como el de Aleksey, quien es cruel con ella, probablemente el único del que papá estaba realmente orgulloso.

— No te metas en esto Tatiana — gruñe padre, pero suelta a Klaus, quien ha estado pataleando en el aire al haber sido levantado, mi hermano cae con un golpe seco y tose con fuerza, papá lo ignora y se gira en dirección a mi madre, ella está sentada del otro lado de la mesa, sacudiendo al bebé Nikolay mientras duerme

— Son niños — se queja mamá — Hacen tonterías, no es...

El golpe es seco y hace que todos nos quedemos en silencio, papá abofeteó a mamá, provocando que su rostro se girara con violencia, Nikolay llora ante el brusco movimiento

— Francis — ruge mi padre, provocando que los pequeños cabellos en la parte detrás de mi nuca, se levantan mientras miro a mi padre, las personas dicen que soy igual a él, el cabello negro, las cejas tupidas, la expresión seria — Ven conmigo, es hora de tu entrenamiento.

— Sí, padre — respondo, tan planamente como puedo, mis piernas pesan mientras doy un paso en su dirección

— Tu...lleva a tus niños con Otto, los llevaré a la cabaña en la mañana — alarmados, Klaus y yo nos miramos, incluso Aleksey traga con fuerza, su mirada oscureciéndose ligeramente

Maldito Ruso - The Hoffman's #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora