32. Frank

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...Miro a Natasha dormir por un rato, su cabello rizado estaba revuelto, un rizo perfectamente definido caía por su mejilla mientras que respiraba lentamente, su boca ligeramente abierta y rostro pecoso eran fascinantes, había dedicado horas a trazar sus lunares, tenía treinta y siete solo en su rostro y cuello, con mi índice trazo la forma de su nariz, disfrutando de forma en que la arruga ligeramente cuando algo le disgusta.

No estoy seguro de cuanto tiempo pasa antes de que finalmente despierte, estirándose y bostezando con ganas antes de gruñir ligeramente y esconder su cabeza en mi cuello, haciéndome sonreír. Cuando uno de sus ojos verdes finalmente se abre y me da una mirada satisfecha, no puedo evitar tirar de ella hasta que su cuerpo cubre el mío completamente, haciéndola reír y disfrutando cada centímetro de su piel contra mía, ambos estamos desnudos, por lo que la sensación de su abdomen presionando contra mi erección me hace gruñir ligeramente.

— Mmmm, alguien está contento — murmura ella, apartando mi cabello de mi rostro y mordiendo su labio inferior de esa manera jodidamente sensual y provocativa que consigue volverme loco tan fácilmente

— Es el efecto que tienes en mí — aseguro, acariciando su espalda desnuda, provocando un escalofrío por su cuerpo, ella suspira satisfecha

— ¿Tienes que irte hoy? — pregunta luego de un rato, es sábado por la mañana y normalmente el día en que pasaba la tarde con los niños, estamos en su departamento, el único lugar donde podíamos tener algo de privacidad

— Ven conmigo a casa — pido, besando su cuello y deslizando una mano por su cabello, ella gruñe ligeramente, odiando que deshaga sus rizos con mis dedos, pero es jodidamente irresistible

— ¿Para que puedas matarme? — pregunta con una risita, parpadeo, confundido busco su rostro, creyendo haber escuchado mal, pero cuando retiro mi mano de su cabello, el familiar olor de la sangre llena mis fosas nasales — ¿Por qué, Frank?

— No, no, Sol, no — aterrado, me incorporo, llevándola conmigo y buscando una herida, pero hay demasiada sangre, demasiado caliente, sus ojos verdes me miran con una acusación, ¿por qué le hice esto a ella? ¿Por qué?

Uso mis manos para intentar detener el sangrado, una herida en su cuello que parca su perfecta piel de forma grotesca, lloro ante la desesperación cuando su cuerpo se vuelve completamente flácido en mis brazos, sus ojos....

El dolor del látigo consigue hacerme volver a mis cinco sentidos, pero incluso mientras mi cerebro intenta procesar el pánico que llena mi corazón, la imagen de Natasha inerte en mis brazos, provocando las lágrimas correr por mis mejillas.

—¡Grita, maldita sea! — se queja Klaus, antes de ordenar a su hombre con un gesto que de otro golpe, el fuego recorre mi espalda con fuerza, el ruido del látigo al golpear el aire justo antes de morder mi piel.

— Eso te gustaría ¿no es así? — digo, obligándome a mi mismo a levantar la mirada, he soportado su tortura por días, pero su paciencia se ha estado deslizando lentamente, lo que lo hace descuidado — Eras tu el que gritaba, no yo — añado, tentando mi suerte un poco más de lo que debería, cuando éramos niños, padre se aseguró de hacer que supiéramos resistir una tortura, la forma definitiva de quebrarnos era hacerlo mentalmente, algo que Aleksey nunca podría hacer por su cuenta.

Mis palabras consiguen cabrearlo lo suficiente, pero uno de sus brazos está roto y en un cabestrillo, su rostro aún estaba herido y su forma de caminar me indicaba que aún seguía más herido de lo que dejaba ver.

Klaus, que está junto a mí, me da una mirada ligeramente divertida en medio del dolor, al igual que siempre, desafiante.

— ¿Podrías matarnos ya? — se queja Klaus, su cuerpo temblaba a causa del dolor y su voz sonaba tensa, pero sin perder una sola onza de desafío en ella — Estoy seguro que Alenna no va a jugar mucho con tu..

Maldito Ruso - The Hoffman's #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora