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parecía que cuando ya lo había entendido, algo sucedía que me hacía darme cuenta que no había entendido nada.
seis días desde la última vez que lo ví.
desde hace seis días yeosang no se había parado frente a mí casa, ni en el parque, mucho menos en el sembradío de flores donde me llegué a perder, mucho menos en las madrugadas, donde lo esperaba escondida trás las cortinas de la ventana de mi cuarto, esperando oírlo pasar con su patineta en el asfalto de la banqueta, donde posiblemente me diría alguna excusa, la cuál no me importaría, pues el sólo hecho de verlo otra vez me bastaba.

creía saberlo todo, creía tener por sentado que yeosang me quería de la manera en que yo lo quería a él. pero una vez más ese sentimiento de caer al vacío se presentaba al despertar. al no saber ya siquiera qué era lo que sucedía, qué debía pasar después de que besase mi mejilla. ¿habían preguntas que hacer, lugares que ver, anécdotas que oír, rutinas que conocer?

no tenía idea de siquiera cómo comenzar a responder las preguntas pues se habían quedado sin respuestas, no sabía qué seguía, y no tener la seguridad de saber qué pasaría me hacía temblar por dentro, tanto que me hacía querer vomitar de la confusión y el miedo. ¿era acaso yo difícil de digerir? o tal vez yo no era suficiente para ser amada, no era merecedora del amor de yeosang, de su tiempo.

¿con qué derecho me atreví a suponer los deseos de yeosang? por qué entonces me permití a mí misma confíar, cuando más de una vez la vida me había dicho que la miseria y cobardía era donde yo pertenecía.

seis días, y siete se habían completado al ver el amanecer frente a mi ventana. recibía un día mas junto a mi madre que se encontraba haciendo el desayuno para ambas.

—¿por qué debes regresar a trabajar tanto como antes?— pregunté a la morena frente a mí, quien servía un plato para desayunar en sus últimos minutos antes de salir al trabajo.

—porque sólo fue por una semana, yena. ahora debo volver a trabajar como antes— mordí la manzana que mi madre había cortado para mí, en un acto de desquitar mi molestia —el pasante completó su entrenamiento, y ahora debo regresar.

asentí y comencé a comer en silencio, frente a mí madre quien me acompañaba. un par de horas menos en la mañana y un par en la tarde, así fue de domingo a viernes, mi madre desayunando junto a mí y llegando antes del atardecer. a decir verdad, no hubo una gran diferencia a como lo era cuando trabajaba más, sólo compartíamos comidas mientras me contaba de su trabajo, y las cosas que hacía ahí, hasta que fuera noche y cada quien durmiera, de vez en cuando salíamos a tomar el sol, otras veíamos películas, pero nada fuera de lo normal. sólo estuvo lo que tenía que estar.

—fue bueno mientras duró— suspiré al verla levantar los platos y llevarlos al fregadero, una vez terminamos de comer. mi madre me sonrió y se acercó hasta mi lado, tomando mi rostro y dejando un beso sobre mi frente.

—no sabes cuánto deseo que todo sea como antes, yena— no pude evitar mirarle a los ojos, una mirada destruída, acompañada de un rostro sonriente con nostalgia.

—lo deseo igual, mamá— le abracé por la cintura antes de que se separará de regreso a la cocina, regresando con un vaso de agua en una mano, y en la otra las pastillas que debía tomar.

dejó el vaso frente a mí, y me mostró su palma, esperando a que tomara las pastillas de ahí. le miré un par de segundos antes de tomarlas de su mano y dejarlas sobre mi lengua, pasándolas con el vaso de agua que había dejado frente a mí.
miré de vuelta a mi madre, me sonrió y de igual manera le devolví la sonrisa.

—es hora de irme— salió de la cocina y le seguí hasta la sala, donde se terminaba de arreglar frente al espejo, acomodando su cabello y terminando su maquillaje —por favor toma tus medicamentos en la tarde, yena— asentí, y me recargué en la pared donde se encontraba el espejo, para poder verle de frente.

ghosting. 𝘬𝘺𝘴 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora