Capítulo 8

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Es mí deber informarles, que hasta aquí tengo escrita la historia... Pero ya falta poco para el final, yo calculo que entre unos 2 o 3 capítulos, esperenlos y mientras tanto, comenta y vota por la historia, me haría muy feliz...

Enjoy.

~•~•~•~

— ¿Se han ido? —inquirió Star desconcertada
— Así es, Marco Diaz dijo que no podía soportar estar más tiempo aquí porque le dolía mucho nuestro compromiso y Janna decidió acompañarlo… —contó Zed y Star suspiró con tristeza
— Ya veo…
— Cielo, ¿por qué no me contaste que Marco Diaz estaba enamorado de ti?
— Yo creí que ya lo habría superado, salimos en el pasado pero han pasado años desde eso —explicó Star
— ¿Y tú aún lo amas? —preguntó Zed
— Mi futuro eres tú, eso no importa —contestó la rubia y Zed asintió
— Está bien, no hablemos de eso más ¿de acuerdo? Iré a pedir que suban tu cena
— Gracias —murmuró la Reina

Zed le sonrió y salió de la habitación. Aún no podía creer que sus dos mejores amigos la abandonaran, entendía que Marco lo hiciera pero, ¿Janna también? Pensó que al menos ella se quedaría acompañándola en esos momentos tan duros. Soltó un suspiro y se frotó la sien, otro dolor de cabeza comenzaba a martillearle sin piedad. Gimió y buscó en la mesita de noche de su recamara el frasco de aspirinas, se tomó dos y se recostó en la cama. Su prometido llegó al rato y llevaba en sus manos una bandeja con su insignificante cena; una rebanada de pan con mermelada de piña y un vaso de leche tibia.

— ¿Te sientes bien? —preguntó al verla acostada
— La cabeza me duele mucho otra vez —masculló
— Tranquila, ya todo acabará… Cuando nos casemos el estrés se irá y te vas a sentir mejor
— Eso espero… —murmuró ella
— Ven, deberías comer algo

La Reina miró a su prometido y luego a la bandeja de comida, tenía razón. Ya estaba demasiado flaca y debía comer para tratar de recobrar energías. Hizo un esfuerzo por levantarse de la cama y bajo la atenta mirada del chico se comió a mordiscos pequeños la rebanada de pan para finalmente a sorbitos, acabarse el vaso de leche. Para cuando terminó, ya se sentía un poco mejor y se pudo cepillar los dientes, soltó un bostezo y regresó a su recamara dispuesta a dormir.

— Hoy no tomaré somníferos, la leche tibia me ha dado sueño
— Está bien, cielo —asintió Zed— Entonces, te dejaré para que descanses

Star le sonrió y dejó que su prometido se acercara para darle un beso en los labios. Un beso carente de emociones y calidez. Solo Marco podía hacerla sentir en las nubes con aquella muestra de afecto y sintió una punzada de dolor al darse cuenta de que él ya no estaba, que se había ido para siempre de su vida. Quiso llorar pero primero esperó a que Zed se fuera para darle rienda suelta a su agonía, se frotó el pecho tratando de calmar su dolorido corazón pero era inútil. Lo había perdido de nuevo y esta vez también a Janna. ¿Por qué su mejor amiga se había ido también? La echaba mucho de menos, a ella y a su peculiar forma de actuar. Se sentía tan sola y cuando su estómago rugió en protesta, tuvo que admitir que también estaba hambrienta.

Star se levantó de la cama dispuesta a ir a las cocinas por algo de comer, ¡al diablo las dietas! ¿No había comido empanadas con Janna sin que ocurriera nada? Además, su mejor amiga había demostrado ser una excelente doctora durante el tiempo que estuvieron juntas, estaba orgullosa de ella y le haría algo de caso a sus consejos. Era una pena que Janna no continuara ayudándola, se estaba empezando a sentir mejor y la chica de cabello corto parecía estar haciendo progresos en su investigación. ¿Por qué se fue antes de desvelar aquel misterio? Todo era muy extraño y se dio cuenta de que algo andaba mal.

Janna era muy rara pero su manera de actuar siempre tenía una razón de ser e irse de la nada no cuadraba con su personalidad excéntrica y calculadora. Star frunció los labios y buscó su celular para marcar a su mejor amiga, probó un par de veces y en ninguna le contestó. La Reina comenzó a preocuparse y decidió llamar a Marco, justo como con Janna, el chico tampoco contestó. ¿Estarían evitándola? Y de ser así, ¿por qué?

A Star la situación cada vez le parecía más preocupante y como última opción decidió llamar a Jackie. Compartía piso con sus amigos así que ella sabría si se habían regresado y estaban bien. No se llevaba mucho con ella pero necesitaba saber qué había pasado y estaba dispuesta a hablarle por ellos. La reina dejó escapar un suspiro y le marcó a la rubia, por fortuna a los tres tonos contestó.

— ¿Hola?
— ¡Oh, Jackie! ¡Qué bueno que contestas!
— ¿Star?
— Sí, soy yo… Quería saber si Janna y Marco estaban allí contigo
— No, ellos se fueron a Mewni para tu boda y por acá no han regresado
— Oh… Bueno, de acuerdo. Gracias

Star colgó con las manos temblorosas, ¿dónde estaban sus mejores amigos? La preocupación la embargó y no sabía qué hacer, si no estaban en la Tierra ¿entonces dónde? ¿En Mewni? ¿No había dicho Zed que Marco se había ido porque no soportaba la idea de quedarse a la boda? ¿Por qué no estaba en la Tierra entonces? ¿Y qué hay de Janna? Star sintió un mareo y se aferró a la pared, cada vez se sentía peor y sus amigos estaban misteriosamente desaparecidos. Cabía la posibilidad de que aún estuvieran aquí, que se hubiesen regresado… ¿Y si aún estaban en sus suites? Star con aquella nueva probabilidad danzando en su mente puso rumbo a las recamaras de sus amigos.

— Por favor que los dos estén allí, que no les haya pasado nada —suplicó

Avanzó a trompicones, luchando con sus piernas que le fallaban y los mareos que la azotaban. Había empezado a sudar y al mirar sus manos notó que tenían una palidez preocupante. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, no era estrés. ¡Claro que no! Ella se estaba muriendo, lo sentía en sus huesos. La maldición le había tocado a ella también y no había querido aceptarlo. Era lógico que a ella también le afectara y no solo a su pueblo. Todo había comenzado con el cansancio repentino, luego su magia se había extinguido como la llama de una vela que se apaga con la brisa. Los mareos aparecieron, los espasmos, los desmayos y ahora, estaba en la parte final; su muerte.

— No, no, no… Todavía no, debo saber que están bien… —sollozó y avanzó con lentitud por el pasillo

Fue un verdadero milagro llegar hasta la suite de Marco y más lo fue conseguir la puerta sin ningún seguro. Al entrar, el perfume del chico invadió sus fosas nasales y notó que en el armario entreabierto estaba todavía su ropa. La cama estaba ordenada y encima se encontraba el estuche con la guitarra del moreno. Algo andaba completamente mal, Marco jamás se separaría de su guitarra. Si se hubiese ido de Mewni se la habría llevado a casa, nunca la hubiese dejado, lo que quería decir que su partida no fue premeditada o todavía seguía aquí pero, ¿no le había dicho Zed que se había ido? ¿Entonces por qué su posesión más valiosa seguí allí al igual que su ropa y el resto de sus cosas? Algo no estaba nada bien y el miedo creció en su pecho.

Hizo un esfuerzo más y caminó lentamente hasta la suite de su mejor amiga, la puerta también estaba abierta y cuando entró se dió cuenta que todas las pertenencias de su mejor amiga estaban allí, tiradas en montones desordenados pero no se las había llevado.

— ¿Janna? —llamó pero nadie contestó

Sus piernas flaquearon así que se echó en sofá de la suite de su amiga y esperó para reponerse. Jadeó con fuerza y entonces los escucho, era un chillido bajo y apenas perceptible  pero lo escuchó en medio de aquel silencio sepulcral.

Se levantó del sofá y a trompicones se acercó a la esquina de dónde provenía el sonido y para su sorpresa, encontró una jaula que tenía a dos roedores encerrados tras sus barrotes.

— ¿Pero, qué? —susurró y levantó la celda

Para su sorpresa, una carpeta azul se escondía bajo de ella. Dejó la jaula a un lado y sostuvo con curiosidad su descubrimiento. Lo abrió y comenzó a leer, a medida que pasaba las páginas la palabra que se repetía una y otra vez aceleró su corazón, el temor azotó su pecho y la preocupación por sus amigos se incrementó.

— ¿Me están envenenando? —musitó
— Cielo... —pronunció una voz tras ella y dió un respingo asustada— ¿Por qué tenías que ser tan curiosa?

¡Yo me Opongo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora